Sandra Mihanovich: "No soy militante de la política ni militante gay"

“Sólo milito por la donación de organos” , dice Sandra Mihanovich en esta charla con infobae en la que habla de su vida después de donar un riñon, el casamiento y cómo festejará los 40 años con la musica.

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—¿En qué momento te diste cuenta que eras buena? Empezaste de muy chica
—Empecé de muy chica. Me di cuenta que podía hacerlo y que a los otros les gustaba desde bastante chica. Era introvertida, tímida, metida para adentro, las reuniones de chicos y chicas no me divertían, me quedaba medio sentadita en un costado, no estaba integrada. Mi momento era la guitarra, cantaba, y sentía las miradas, me daba cuenta que llamaba la atención. Lo que más valoro hoy en día, cuarenta años más tarde, es que a mí me sigue haciendo feliz cantar.

— ¿Lo peor de la profesión qué es?
— Tener que maquillarse, arreglarse. A veces hacer prensa.

—Tenés un buen vínculo con la prensa, los conoces desde muy chiquita.
—Sí, me tratan muy bien. La prueba más grande de cómo me trata la prensa fue cuando sucedió lo del trasplante en el 2012 y saltó la historia de mi vida privada, surgió el vínculo que tengo con Marita y fue tan lindo, hasta Crónica tituló "Una historia de amor". En ningún momento nadie hizo una historia amarilla o truculenta.

—¿Cómo es la vida después de un trasplante?
—La mía es idéntica, es maravillosa. Está potenciada por el amor, por la corriente de afecto, por esta sensación maravillosa de haber sido parte de un milagro, de haber tenido todas las compatibilidades necesarias y la salud suficiente. Desde el punto de vista médico tomar dos litros de agua por día y todas las recomendaciones típicas de cualquier persona, hacer ejercicio físico, no engordar.

—¿Nada cambió?
—Nada cambió. A los dos meses estaba cantando en el teatro Ópera.

—Ya sos abuela.
—Sí, soy abuelastra. En realidad el título que me dio León es "otro abu", Marita es abu y yo soy otro abu.

—¿Te gusta el rol?
—Me gusta la familia, los vínculos del afecto, de la familia que uno va armando. Los niños me encantan. No fui madre, no sé si sabría educar a un hijo porque soy demasiado permisiva, mi perra es un desastre, Zamba hace lo que quiere. Me gusta la integración de la familia, los vínculos compartidos elegidos donde sólo se trata de quererse y nada más.

—¿Las ganas de casarte cómo surgieron? Estaban en pareja hacía mucho tiempo.
—Tiene que ver con tomar la oportunidad. Nunca pensé que me iba a poder casar, nadie pensó que iba a poder casarse con una persona del mismo sexo nunca en la Argentina. No era una fantasía posible. Entonces tenemos la posibilidad, tenemos el derecho, qué lindo poder ejercerlo y festejarlo. Es una elección, eso es lo bueno, hay mucha gente que elige no casarse, no importa sin son varón y mujer o mujer y mujer o varón y varón. Lo lindo es que todos podamos elegir hacerlo o no de acuerdo a las ganas que tengamos.

—¿Te has sentido en deuda con el kirchnerismo por poder elegir casarte?
—¿En deuda por qué? En hora buena y aplaudo al kirchnerismo. Lo mejor que nos puede pasar es que los gobiernos hagan las cosas que necesitamos, que la gente necesita, pide, quiere. Mejorar las calidades de vida, obtener derechos para todos. Es algo que aplaudo, que festejo y que agradezco muchísimo.

—¿Tiene un rol social la música?
—Sin duda. La música tiene un rol para todos los seres humanos. Alguien dijo: "la vida sin música sería un error". Todos tenemos algo de música en nuestras vidas, o por las canciones que escuchamos, por las que nos gustan muchísimo, por las que nos molestan, por las que bailamos, sentimos. La música es sanadora. Sin duda alguna hace bien la música, siempre.

—¿Cómo estás viendo el país hoy?
—Estoy viéndonos ahí pataleando. Arrancando, intentando. Necesito tener una visión optimista de nuestro país en todos los momentos. Seguimos siendo un país joven y estamos aprendiendo. Tenemos que aprender, sobre todo, a no sacar las patas del plato, a no echarle la culpa a los demás, siempre la culpa es de los demás y los políticos no son los demás, son nosotros, somos nosotros, los buenos, los malos. En tanto y en cuanto no nos caiga la ficha que el bien común es el bien de todos es difícil que podamos funcionar.

—¿En algún momento se perdió el foco en las discusiones que estamos teniendo? Hace poco se conocían nuevos datos sobre las cifras de pobreza y la discusión era si son pobres nuevos o heredados.
—Son pobres argentinos, no tiene mucha importancia. Todos tenemos que colaborar para aprender, para crecer y para no mirar la paja en el ojo ajeno y tratar de hacer siempre meas culpas y ponernos en el lugar del otro. El tema de la culpa no sirve para nada ni para nadie. Qué ganamos. La famosa culpa, no nos ayuda en nada, la culpa enferma, la culpa hace daño. Lo que hay que encontrar son soluciones, caminos, puntos de integración, de convergencia, de aprendizaje.

—¿Te parece que nos estamos amigando los argentinos o todavía no?
—Yo creo que sí. Tengo amigos de todos los bandos, me quieren y me respetan y yo no estoy en ningún bando, no quiero estar. No quiero ser anti, anti nada.

—¿Que los artistas se manifiesten políticamente qué te genera?
—Es una elección personal. Yo no soy militante, no soy militante política, no soy militante gay, soy militante de la donación de órganos, ahí sí me anoto, para el INCUCAI soy militante.

—¿Eso apareció a través de Sonsoles y esa realidad?
—Absolutamente. Ahí me llegó, pero ya era donante, siempre lo fui como una cuestión de conciencia, pero no lo tenía tan claro. Es más, es muy fuerte, mi sobrina Sol tuvo cáncer cuando tenía 12 años y tiene un hueso tutor en su pierna que viene de un banco de huesos. Las vueltas de la vida ¿No? La donación de órganos es la única opción porque tenemos un cuerpo que nos sirve toda nuestra vida, qué mejor que cuando ya no lo necesitamos le pueda servir a alguien. Qué mejor que ir a donar sangre una vez por año o cada seis meses; sabiendo que eso no sólo no nos hace daño sino que nos hace bien. De mil personas que mueren sólo cuatro pueden ser donantes. Estamos mucho más cerca de necesitar un órgano que de poder donarlo, entonces yo me tengo que anotar.

—Recién dijiste "No soy una militante gay" ¿Te han convocado muchas veces? ¿Te han querido convertir en un emblema?
—Sí claro, pero yo no me sentía, es como un laburo, ser militante es un trabajo. Es algo que uno elige y se pone la camiseta. Las camisetas que me pongo yo son las de la selección nacional de cualquier deporte. Me han criticado por no hacerlo pero yo siento que digo lo que pienso lo mejor posible, trato de no ofender a nadie y trato de ser consecuente con lo que pienso y de actuar en consecuencia. En general me arrepiento más de las cosas que no hago que de las que hago. Y la verdad es que la palabra que tengo más presente desde que me despierto hasta que me acuesto es la palabra "gracias".

—¿A quién?
—A todo, a todas las energías, a toda la vida, a las personas que amo, a todos los que me manifiestan su afecto, su cariño.

—¿Creés en Dios?
—Sí claro. Siento esa energía.

—Pasaron 40 años de carrera.
—Cuando me di cuenta que este 2016 eran literalmente 40 años me pareció impresionante y dije: "Guau, habrá que festejarlo". Estamos preparando esta fiesta para el 14 y 15 de octubre en el Ópera como cualquiera que prepara su cumpleaños 40 y tira la casa por la ventana.

—Si tuvieras una charla imaginaria con la nena que eras cuando empezaste a sentir la vocación ¿qué le dirías?
—Le diría: "Quedate tranquila, no tengas miedo. Podés hacer todo lo que quieras".

Agradecimiento: producción de vestuario Paula Balmayor

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