Decía que su obra era una gota en el mar, pero que si no hubiera vivido así, al mar le faltaría esa gota. La Madre Teresa de Calculta (y del mundo entero) ya es santa, y hay alegría en los corazones.
"Por sus obras los conoceréis" (Mateo, 7-16 20), dice el Evangelio. Y ella, Agnes Gonxha Bojaxhi (Albania, 1910, Calculta, 1997), hoy ya santa, fue, según propia confesión, "Cristo en acción". En verdad, por origen y cuerpo (hija de un rico constructor, y diminuta: 1,55 y 40 kilos), y educada por las hermanas del convento de Loreto, debió ser una mística contemplativa. "Pero Dios me eligió, y Dios nunca se equivoca".
Pidió misionar en Bengala, tierra de la que ningún misionero volvió vivo. Su congregación se lo negó. Pero a los 36 años, por vocación y rebeldía, eligió Calcuta, y de esa miserable ciudad que Rudyard Kipling llamó "El lugar de la espantosa noche eterna", su calle más pobre. "Llegué con apenas cinco rupias. Con cuatro compré un sari blanco y unas tiras azules, y la última se la regalé a un mendigo". Empezaba a nacer la Orden de las Hermanas de la Caridad…
"Mis dos primeros encuentros con la miseria, el dolor y la muerte fueron decisivos. Una chica, en la calle, agonizaba de hambre, y yo no tenía ni un mendrugo para darle. La abracé hasta que murió. Tal vez nadie, hasta entonces, la había abrazado… El segundo, también en la calle, fue un leproso ya sin salvación. Toqué sus llagas, lo llevé hasta la cama de un hospital, y lo acompañé hasta el final. Había vivido como un perro, pero murió como un ángel".
Acaso en ese instante comprendió el sentido de su misión: crear hospitales, leprosarios, maternidades…
Pronto nacieron sus famosas cartas. "Sólo tuve un lápiz, un cuaderno, un pequeño cuarto, y me bastaban dos tazas de té, un puñado de arroz y un sándwich de banana. Pero comprendí que esa precariedad no debía impedirme hablarle al mundo. En realidad, Cristo me dictaba las cartas".
Una de las primeras, créase o no, fue impulsada por una crisis de fe. Le escribió a monseñor Ferdinand Périer, arzobispo de Calcuta y su director espiritual desde 1944: "Tengo un constante anhelo de Dios, pero no hay Dios en mí. Su lugar en mi alma está vacío. No lo veo con la mente ni con el corazón. Él no me quiere. Él no está allí. Mi corazón grita ¡Dios mío!, pero Él no viene, y no puedo explicar mi tortura y mi dolor".
Pero no mucho después, se hizo la luz, y nació esta carta: "Fue una prueba. Estaba viviendo el calvario de Jesús y el calvario de los pobres. Excelencia, por favor le pido, le ruego, que este secreto entre Dios y yo quede entre nosotros. El mundo no lo sabe, y debe seguir sin saberlo para impedir que la gente piense más en mí que en Jesús".
La vida de una misionera no está sembrada de rosas sino de espinas, pero es una vida llena de felicidad y de alegría
Cuando, después de larga lucha, la orden de Loreto la autorizó oficialmente a regir a las Hermanas de la Caridad (su obra, hoy con cinco mil monjas en quinientas misiones y más de cien países), dijo, premonitoria: "Soy tan pequeña, tan vacía, tan nada, que me pregunto por qué Dios me ha elegido. Si alguna vez llego a ser santa, seré una santa de la oscuridad".
Su mundo, en una carta a su familia: "El calor de la India es sencillamente abrasador. Cuando camino me parece que hay fuego bajo mis pies, y que todo mi cuerpo está ardiendo. Pero me consuelo pensando que de ese modo se salvan las almas, y que el querido Jesús ha sufrido mucho más por ellas. La vida de una misionera no está sembrada de rosas sino de espinas, pero es una vida llena de felicidad y de alegría".
Durante una larga hambruna (conflicto bélico interno, y sequía), escribió en su diario: "Las hermanas, las estudiantes y yo no teníamos ni una miga de pan, pero me dije: ´Dios no me negaría nada'. Y a las cuatro de la tarde, la despensa estaba llena de verduras, y todas pudimos comer. En la calle vi cuerpos apuñalados, golpeados, con la sangre ya reseca. Ayudamos a los que pudimos, y a pesar del peligro, unos soldados que iban en camiones nos dieron arroz, y hasta nos llevaron a nuestra escuela".
Mi lema será ´Tengo sed´. Lo que gritó Cristo antes de morir
El 24 de mayo de 1937 se acercó al altar y dijo "Sí, me entrego a Jesús en amor esponsal para el resto de mi vida. En adelante me llamaré Madre Teresa y beberé del cáliz hasta la última gota, pues mi compromiso es sólo, y todo, para Jesús. Y mi lema será ´Tengo sed´. Lo que gritó Cristo antes de morir". El lema, hasta hoy y por siempre, de esa cruzada que empezó con cinco rupias…
Por aquello de "Dejad que los niños vengan a mí" (palabras de Cristo), Teresa recordó que "veinte pequeños me estaban esperando. Vinieron a mi encuentro brincando sobre un solo pie. Eran de un grupo de casas en las que vivían doce familias. Eso que llaman ´casa´ era un cuarto de un metro de largo y dos de ancho, una puerta por la que apenas pude entrar, y un techo tan bajo que me obligó a agacharme. Muchos de ellos tenían tuberculosis. La pobre madre no profería ni una sola palabra de queja sobre su pobreza. Fue muy doloroso".
Ella desconfiaba de esa admiración, digna de una estrella de cine
Javier Pérez de Cuéllar, entonces secretario general de las Naciones Unidas, dijo de ella: "Es la mujer más poderosa de la Tierra". Mario Vargas Llosa no fue menos: "Su sacrificio nos incomoda a los que vivimos en la opulencia". La princesa Diana Spencer (Lady Di), enamorada de su obra, recorrió con ella algunos de sus hospitales. Pero ella desconfiaba de esa admiración, digna de una estrella de cine. Y por eso su lucidez y su filosa lengua no se llamaban a engaño. Cuando un periodista inglés la vio asistir a un leproso, le dijo: –Yo no lo tocaría ni por un millón de dólares.
Respuesta célebre: –Por un millón de dólares, yo tampoco.
Un periodista italiano del Corriere della Sera, Tiziano Terziani, le dijo: –Madre, quiero contar su vida en mi diario.
–Si quiere contar mi vida… ¿por qué no viene conmigo a asistir a los leprosos. Porque hablando y escribiendo no curamos a nadie…
Poco después, Terziani escribió: "La madre Teresa vive fuera de la realidad que describen las estadísticas".
No tengo tiempo para estadísticas, voy puerta por puerta, leproso por leproso
La respuesta fue un memorable documento: "No tengo tiempo para estadísticas. Voy puerta por puerta, chico por chico, leproso por leproso. En cuanto a la realidad, tengo mejor información que muchos. Sé perfectamente que con el precio de un submarino nuclear se pueden mantener escuelas para quince millones de chicos, y que veintisiete misiles cuestan lo mismo que una campaña mundial para acabar con el hambre en cuatro años, y que el banquete de la entrega del Premio Nobel cuesta treinta mil dólares. Un dinero que en Calcuta pueden darle de comer a dos mil pobres. ¿Quieren más datos sobre la realidad? (Nota: ella donó para ese fin hasta el último dólar de su Premio Nobel por la Paz…
Lower Circular Road 54 A, la modesta casa de Calcuta en la que vivió hasta su última crisis cardíaca, fue menos que un santuario: un jergón para dormir, una mesa, una silla, y dos máquinas de escribir viejas…
“Aborrezco esos simposios sobre el hambre donde un montón de hombres ricos se alojan en hoteles de lujo. Nada logran, y ofenden a Dios”
De una de esas máquinas salió la carta implorándoles a George Bush y a Saddam Hussein que evitaran la guerra: "Una matanza irracional que sólo aumentará el dolor, la pobreza y la desesperación". Y también una declaración de lógica pura: "Aborrezco esos simposios sobre el hambre donde un montón de hombres ricos se alojan en hoteles de lujo para atiborrarse de comida. Nada logran, y ofenden a Dios".
También de una de esas viejas máquinas de escribir salió su decálogo:
. Sin Cristo soy nadie, sin Cristo soy nada.
. Los pobres no son violentos. Los violentos son los que engañan a los pobres.
. Si no sufriéramos, nuestra obra sería apenas una obra social, no una obra de Cristo.
. Dios nos creó a nosotros, y nosotros creamos la pobreza. El problema se resolverá cuando renunciemos a nuestra voracidad.
. ¡Aborto jamás! Si no pueden mantener a un bebé, que me lo manden a mí.
. Primero lecciones de higiene. Recién después lecciones de catecismo.
No creo en las grandes revoluciones porque suelen terminar en grandes dictaduras
. ¿De dónde sacamos el dinero? A veces mendigamos. Otras, Dios provee.
. Lo mío es muy fácil de explicar y de entender, y muy simple. Se llama "Amor en Acción"
. No puedo solucionar todos los problemas del mundo. Pero cuando encuentro en la calle a un moribundo que ha vivido toda su vida como un animal, trato de que muera como un ángel.
. No creo en las grandes revoluciones porque suelen terminar en grandes dictaduras. Propongo algo más simple: que cada uno sacrifique el lujo y aprenda a vivir con modestia.
En cuanto a la caridad, clavó un puñal en los corazones avaros:
–Hay dos formas de hacer caridad. Una, dando lo que nos sobra. Otra, dando lo único que tenemos, lo que duele. La primera es útil, pero la segunda honra a Cristo.
Su última crisis cardíaca, la que acabó con su luminosa vida, coincidió con un apagón en la ciudad, y debió ser internada en una clínica de lujo con generador propio. Cuando abrió los ojos y se vio rodeada por médicos, monitores y aparatos de última generación, protestó:
–¡Sáquenme de aquí! Si mis pobres mueren en la miseria, quiero morir como ellos, y no en medio de toda esta tecnología
Por supuesto, la desobedecieron. Y también violaron su deseo de tener un funeral sencillo y casi anónimo. Su cuerpo –esa nada tan frágil como titánica– fue exhibido en una caja de cristal, y a su funeral acudieron más poderosos que débiles. En todo caso, los débiles, los pobres, los desesperados de la Tierra, la lloraron a su modo. Y de algún misterioso modo, ella lo supo. Y eso le bastó. Porque lo predijo muchos años antes: "Si algún día llego a santa, seré la santa de la oscuridad".
Y ese día llegó. Y acaso esa deseada oscuridad permanezca en su alma inmortal, aunque mil cirios la iluminen.
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