Hace pocas semanas se estrenó en Netflix Misa de medianoche, una miniserie de terror dirigida por Mike Flanagan. Aunque no está basada en un texto de Stephen King, es fácil darse cuenta de que está inspirada en su obra. El propio realizador dirigió dos largometrajes basados en obras del escritor: El juego de Gerald (2017) y la fallida Doctor Sueño (2019). Pero esta vez decidió algo más osado, recrear su universo sin elegir un libro concreto. Muchos vieron en Misa de medianoche numerosas referencias a King, entre las cuales se destaca La hora del vampiro (Salem´s Lot, 1979), la miniserie dirigida por Tobe Hopper. Incluso en una escena un ejemplar de la novela de Stephen King aparece en el cuarto de uno de los personajes.
Este homenaje y referencia es una gran oportunidad para reivindicar una de las mejores adaptaciones que haya recibido King en la pantalla chica o en general. Una miniserie de dos episodios que tuvo un impacto notable en los espectadores de aquellos años. Es bueno recordar que cuando se hizo solo existía una adaptación previa del autor: Carrie (1976), basada en su primera novela, publicada en 1974. Salem´s Lot es de 1975 y llegó a la televisión cuatro años más tarde.
Para la dirección de esta historia de vampiros se eligió a Tobe Hopper, director de La masacre de Texas (1974), una obra cumbre que cambió el cine de terror. En 1982 dirigiría Poltergeist (1982), sellando para siempre su vínculo con el género. Aunque se trata de una historia hecha para televisión, las tres horas que dura La noche del vampiro demuestran una gran habilidad para construir climas y armar grandes escenas con una producción limitada.
La historia que cuenta la miniserie es la de un exitoso autor, Ben Mears (David Soul), que vuelve a su pueblo para escribir sobre una casa en la que han ocurrido eventos siniestros a lo largo de los años. Pero ahora La casa Marsten tiene un nuevo propietario, un misterioso extranjero llamado Richard K. Straker (James Mason), que a su vez está por abrir una casa de antigüedades en el pueblo. Mears se reencuentra con algunos viejos habitantes del lugar al mismo tiempo que conoce a una mujer de la que se enamora. Pero su llegada coincidirá con una serie de eventos terribles que amenazan a todo el pueblo.
La historia es una clásica narración de vampiros y cumple con muchas de sus reglas, desde la novela Drácula, de Bram Stoker, a la película Nosferatu, de F. W. Murnau. Soul, el protagonista, era mundialmente famoso por protagonizar la serie policial Starsky y Hutch (1975-1979), y el villano, o uno de ellos, lo interpreta el británico James Mason, cuya trayectoria en cine incluía trabajos con Stanley Kubrick y Alfred Hitchcock, entre muchos otros maestros. El resto del elenco son rostros muy conocidos del cine y la televisión de diferentes épocas, mostrando que el casting se hizo de manera ambiciosa y con interés en lograr un gran resultado.
Pero lo más recordado en Argentina en relación con esta miniserie tiene que ver con algo muy concreto. Cuando fue pasada en dos noches en el viejo Canal 11, doblada al castellano, con cortes y en blanco y negro, el impacto que provocó fue notable. No solo fue un éxito de rating, también aterró a una generación. Los niños que nos atrevimos a verla no pudimos dormir durante varios días. Vista hoy, 40 años después, las escenas más importantes son exactamente iguales a cómo las habíamos guardado en nuestra memoria. El niño vampiro golpeando la ventana del cuarto de su hermano, el enterrador que se tira en una fosa porque escucha ruidos en un ataúd, el vampiro principal apareciendo en una cocina de manera sorpresiva, el hombre incrustado contra los cuernos de ciervo en una pared de la casa de los vampiros.
En aquel momento Stephen King no era tan famoso y las historias de vampiro, que estaban muy de moda, no habían logrado asustar tanto como estas tres horas de puro terror. Hoy nos damos cuenta de las sutilezas propias del escritor para describir un pueblo y la irrupción del mal, entre muchas cosas maravillosas. Misa de medianoche nos recordó este clásico del terror que no ha perdido nada de su impacto y su capacidad de asustarnos. Es recomendable verla de día, eso sí, salvo que uno se atreva a repetir aquellas noches de pesadillas que tuvimos cuarenta años atrás.
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