Como es tradición desde 1984 -a excepción de 2002-, las calles porteñas amanecerán inundadas de corredores con motivo de una nueva edición de la Maratón Internacional de la Ciudad de Buenos Aires. Atletas aficionados, profesionales o de élite transitarán por lugares icónicos y turísticos de la ciudad, desde el barrio de Nuñez hasta La Boca.
La 42K es una prueba emblemática. Sobresale entre el centenar de carreras que componen el calendario anual a nivel nacional. Primero, porque transmite la pasión por una actividad que moviliza miles de adeptos en cada rincón del país. Y segundo porque es pieza central de la historia de competencias pedestres en la Argentina. Forma parte de un legado cuyo origen que se remite a mucho tiempo atrás.
Al igual que sucedió con el fútbol o el rugby, el atletismo nacional creció fomentado por comunidades extranjeras, principalmente la británica. En el libro Deporte Nacional: dos siglos de historia (de Ariel Scher, Guillermo Blanco y Jorge Búsico) se describe una cronología del atletismo en el país y apunta que como deporte organizado uno de los primeros registros data en 1868. Aquel año se presentó el Buenos Ayres Athletic Sports, un certamen desarrollado en el Buenos Ayres Cricket Club, en el que se pusieron en juego pruebas de velocidad, con distancias de 100 y 400 metros.
A medida que fueron transcurriendo los años, la popularidad de la práctica fue en aumento. En 1900, otra colonia empezó a promover las carreras largas. Un grupo de franceses organizó pruebas de siete kilómetros que unían el Velódromo de Palermo y la Plaza de Mayo. En los archivos también se evidencia la llamada "Récord de la Avenida de Mayo", llevada a cabo desde la avenida Entre Ríos hasta el por entonces edificio del diario La Prensa, actual Casa de la Cultura.
La primera maratón de la historia local se realizó el 4 de octubre de 1903 y estuvo a cargo de la Asociación Nacional de Ejercicios Físicos. Participaron 30 entusiastas corredores y un joven de 19 años llamado Claudio Peralta selló su nombre como el ganador, marcando en el reloj un tiempo de 3 horas, 2 minutos y 10 segundos. El punto de salida y llegada era el Jardín Florida. Desde allí el trayecto hacía un ida y vuelta hasta San Isidro.
En el medio de las primeras competiciones y la maratón inaugural, hubo espacio para la exhibición y el show. En 1885, el italiano Achiles Bargossi, oriundo de Forli y que floreaba sus notables condiciones en Europa, llegó al país para convocar a más de 20 mil personas en el Hipódromo de Palermo. Vestido de acróbata -con traje rojo y zapatos blancos-, corrió 17.500 metros triunfando ante el vasco José Deiría, el sueco Felipe Alphen y el portugués José Athios Pereyra. Doce días después, afrontó otro peculiar reto: con la condición que se mantuviera siempre al trote, le ganó a un caballo al cabo de 16 vueltas a la pista. Tiempo más tarde, en 1899, otro italiano, Césare Ferrari, emuló la competencia contra un ejemplar equino.
Fuera de las proezas internacionales, en 1910 llegarían los desafíos de grandes longitudes. El 5 de mayo se realizó una prueba selectiva de 40,2 km. Días más tarde, fue el turno de la maratón sobre la distancia olímpica (42.195 metros, instituida poco antes) con motivo de los festejos del Centenario, en vísperas de la Revolución de Mayo. El escenario fue la pista de tierra de la Sociedad Sportiva Argentina. En aquella ocasión se impuso el italiano Dorando Pietri (2h38m49s), una de las estrellas contemporánea.
Década tras década las competiciones atléticas se irían sistematizando, fomentadas por la Federación Atlética Argentina (Federación Atlética Metropolitana, desde 1960), que se fundó en 1919 cumpliendo entre sus funciones el rol que dejó vacante la disuelta Federación Pedestre Argentina.
A medida que fue pasando el tiempo, el furor por correr se incrementó a un ritmo exponencial. Sea como recreación, ejercicio o complemento de otro deporte, se convirtió en un fenómeno -todavía en pleno auge- que nuclea a personas de distintos rangos etarios y niveles socioeconómicos. El poder creciente de la convocatoria dio lugar a las cientos de competencias que hoy proliferan en la agenda deportiva.
En paralelo, en la curva ascendente también sobresale el número de mujeres. Si hace una década ellas representaban un 20% de la cantidad de participantes en una carrera, hoy ese porcentaje está casi igualado. Incluso hay competencias exclusivas para el género femenino. Panorama muy diferente a décadas atrás, cuando la categoría de mujeres en pruebas de fondo no existió hasta 1972 (en JJOO, recién se incluyó en Los Ángeles 1984).
Entre las referentes argentinas, aparecen dos nombres: Stella Maris del Papa, quien en junio de 1981 corrió en el Maratón de Ezeiza (4h01m), con previa discusión porque no la dejaban con la excusa de que en el reglamento solo se permitía a las deportistas en los 21K.
La otra gran representante fue Iris Fernández, la primer atleta nacional en correr y completar un maratón de 42k (el Maratón de Alemania en 1979, registrando 2h58m39s). Antes de ello, Iris también había sido la primera en desplegar su talento en una carrera de calle, cuando en 1970 completó los 10K de "Fiestas Mayas" en Buenos Aires. Con motivo de cumplirse el 40 aniversario de su debut en terreno germano (será mañana lunes), en la edición actual de la maratón realizarán un homenaje a Fernández.
Una de las citas más destacadas durante años fue el Maratón de los Barrios. Organizado por la revista El Gráfico, los runners circulaban por los adoquines porteños desde la sede del medio gráfico, en México y Azopardo, hasta la cancha de Boca. El premio era muy anhelado por los participantes: la revista publicaba al ganador en su tapa. El evento se organizó anualmente desde 1934 hasta 1975 (salvo en 1963, y entre 1968 y 1972). Al igual que Las Fiestas Mayas, ambas fueron semillas para otras que nacerían luego.
Para el progreso de la disciplina, también fue trascendental el papel de aquellas figuras que dejaron su legado en la historia del deporte nacional. Las actuaciones olímpicas de Juan Carlos Zabala (Los Ángeles 1932), Delfo Cabrera (Londres 1948) y Reinaldo Gorno (Helsinki 1952), motivaron aún más las ilusiones de aficionados. También la de Osvaldo Suárez (en Roma 1960) que sería protagonista fundamental en la concepción de la maratón de Buenos Aires, todavía algo lejana en esa época.
El propio Suárez junto a otro corredor, Domingo Amaison, y el ex árbitro de fútbol Ángel Coerezza fueron quienes estuvieron detrás de la idea de la realización de una maratón propia de la ciudad, con fecha fija en el calendario y acorde con el fenómeno popular. La iniciativa comenzó a plasmarse a fines de la década del 70 y se concretó ya en los 80.
Promovida por una marca de vestimenta deportiva, en 1984 se estrenó la maratón porteña -la que hoy atrae a miles de atletas-, con la presencia de 300 corredores. "Sobre fines de la década del noventa, la organización fue encarada por distintas entidades. Pese a las dificultades económicas y los avatares políticos, prácticamente se pudo mantener su continuidad", señala la antropóloga Nemesia Hijós, en La historia del running en Argentina. Solo en 2002 falló a su cualidad de cita anual.
Contando con la fiscalización de la Confederación Argentina de Atletismo y la Federación Atlética Metropolitana, la Asociación de Carreras y Maratones Ñandú lleva adelante la organización desde 2003. De aquellos 300 en la primera edición, la cantidad de inscriptos trepó hasta los más de 10 mil del presente. Son pocos los que van por el oro. A la mayoría, fiel a su espíritu amateur, no les importa con y contra cuántos competirán. Pero a todos los une el mismo objetivo: cruzar la meta, ilusión de notorios y aficionados.
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