Hoy el cambio climático es considerado “la mayor amenaza para la salud mundial del siglo XXI”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En la Argentina, ya hay pruebas de que las secuelas de las temperaturas extremas y la crisis climática impactan en la salud de la población, y el grupo de expertos que forman The Lancet Countdown, una colaboración internacional que estudia la evolución del problema, compiló y analizó las evidencias de esos efectos. Se publicó en la revista The Lancet.
En entrevista exclusiva con Infobae, la científica argentina Marina Romanello, la directora ejecutiva de la iniciativa The Lancet Countdown a nivel global e investigadora del Instituto de Salud Mundial del University College London, Reino Unido, comentó: “Ya observamos varios impactos del cambio climático en la Argentina”.
Romanello dijo: “Por un lado, aumentó la exposición a temperaturas extremas que ponen en riesgo la salud y la vida de poblaciones vulnerables, incluyendo adultos de más de 65 años, niños pequeños, personas embarazadas y personas con enfermedades subyacentes”.
El 31 de octubre Infobae ya había publicado los datos del impacto en América Latina del reporte The Lancet Countdown 2024.
Las cifras del impacto del cambio climático
Los datos son contundentes: la exposición a las olas de calor en el país aumentó en niños menores de 1 año en un 216%. En adultos mayores de 65 años, se incrementó en un 242%.
También hubo impacto por la exposición a las temperaturas altas: se perdieron anualmente 416 millones de horas de trabajo en Argentina. El costo de estas pérdidas se estima en 1.390 millones de dólares.
Por otra parte, Romanello contó que ya se constató que hubo un aumento en la incidencia de sequías extremas. Esos fenómenos han aumentado especialmente en el norte del país. Algunas regiones experimentaron un promedio de 5 meses más de sequías extremas por año en la última década (2014-2023) en comparación con la década de 1950.
Mientras tanto, el calentamiento también repercutió con el crecimiento de las poblaciones de insectos vectores, como los que pueden transmitir el dengue y su expansión geográfica.
“Vemos también un aumento en el potencial de transmisión de dengue, sobre todo en el centro y sur del país. De forma similar, la aptitud ambiental para la transmisión de malaria o paludismo está aumentando en las latitudes más bajas, con aumento del riesgo de que la enfermedad se desplace hacia el centro y sur del país”, expresó la investigadora, que se formó como bioquímica en la Universidad de Buenos Aires y tiene un doctorado en ciencias biomédicas por la Universidad de Cambridge.
¿Significa que podrían aumentar los casos de paludismo en el país?, preguntó Infobae. La científica respondió: “Como aumenta la aptitud ambiental, aumenta el riesgo de transmisión de malaria, especialmente en lugares donde antes el clima no era apto para la transmisión de estas enfermedades”.
Por supuesto, aclaró, “los mecanismos de control y salud pública son esenciales, y con buenos mecanismos de respuesta se puede controlar el aumento de casos. Esto quiere decir que el aumento en la aptitud ambiental no se va a traducir necesariamente en un aumento de casos, porque hay muchos factores que lo condicionan”.
Se sabe que la transmisión del dengue se ve influenciada por los cambios en la temperatura ambiental y la precipitación asociados con el cambio climático. Es porque la reproducción del mosquito se ve favorecida por los cambios de temperatura y lluvias.
En el caso de Argentina, la capacidad del mosquito Aedes aegypti de transmitir dengue ha aumentado en un 18% entre 2013-2022 comparado con el período 1951-1960.
De acuerdo con las Naciones Unidas (ONU), los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, son responsables de más del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero y del 90% de las emisiones de dióxido de carbono.
Los expertos del grupo The Lancet Countdown también estimaron el impacto económico de los combustibles fósiles en el gasto en salud en el país. En 2022, la Argentina gastó un total de 20.780 millones de dólares en subsidios a los combustibles fósiles, lo que representa un 54% de todo nuestro gasto en salud.
“Estas subvenciones financian emisiones que perjudican la salud, destacando una contradicción en la política de subsidios respecto a los objetivos de salud pública y cambio climático”, sostuvieron.
La científica destacó: “Obviamente el subsidio fue necesario para que los argentinos pudieran seguir teniendo acceso a la energía, que es clave para mantener buenos estándares de salud. No obstante, refleja el enorme costo que conlleva la dependencia en combustibles fósiles, y haber retrasado tanto la transición a energías limpias”.
Esos subsidios a los combustibles fósiles “podrían ser redireccionados para proveer fuentes limpias y confiables de energía, incluso para aquellas personas y hogares que hoy no tienen acceso a la red de energía. Se pueden destinar también a fortalecer los sistemas de salud pública, y permitir crecimiento económico en el área de energías renovables”, afirmó la investigadora.