En marzo se cumplirán cuatro años de la declaración de la pandemia por COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y lejos de verse su final, las consecuencias de las nuevas mutaciones del virus del SARS-CoV-2 generan la segunda ola más grande de casos registrada en los Estados Unidos.
Es que la subvariante descendiente de BA.2.86 llamada JN.1, detectada por primera vez en agosto de 2023 en ese país, se convirtió en la de más rápido crecimiento en todo el mundo, y hoy causa la mayor ola de contagios desde Ómicron.
En un reciente artículo, el prestigioso científico Eric Topol, fundador y director del Scripps Research Translational Institute, profesor de medicina molecular y vicepresidente ejecutivo de Scripps Research de Estados Unidos, observó que “esta variante es un derivado de BA.2.86 , la única otra cepa que ha portado más de 30 nuevas mutaciones en la proteína de pico desde que Omicron apareció por primera vez en escena hace más de dos años”. Conocida como Pirola, el organismo internacional la había declarado a principios de diciembre “variante de interés” debido a la velocidad a la que se propaga.
Las claves por las que los expertos la siguen de cerca
1- La carga viral en aguas residuales
Según Topol, “por sus niveles en las aguas residuales, JN.1 se asocia ahora con la segunda mayor ola de infecciones en Estados Unidos durante la pandemia, después de Omicron”.
“Hemos perdido la capacidad de rastrear el número real de infecciones, ya que la mayoría de las personas se hacen la prueba en casa o ni siquiera se hacen la prueba, pero los niveles muy altos del virus en las aguas residuales indican que alrededor de 2 millones de estadounidenses se infectan cada día”, resaltó el experto.
Asimismo, en varios países de Europa, los niveles de aguas residuales alcanzaron niveles sin precedentes, superiores incluso a los detectados durante la oleada de Ómicron. “Es evidente que esta variante del virus, con su plétora de nuevas mutaciones, ha continuado su evolución con mutaciones adaptadas para infectarnos o reinfectarnos”, destacó el investigador.
2- La convergencia con otros virus respiratorios
En pleno invierno en el hemisferio norte, al escenario del COVID-19 se suma la fuerte suba de casos de gripe y virus sincicial respiratorio (VRS por su sigla en inglés), las cuales se encuentran en niveles muy altos y aún no han alcanzado su punto máximo. Incluso algunas personas experimentan dos de estas infecciones a la vez.
Ante ese panorama, Topol ve con preocupación la poca adherencia de la población a las medidas simples de prevención aprendidas a raíz de la pandemia.
“Con los tres virus respiratorios circulando con toda su fuerza, uno pensaría que veríamos personas con máscaras en todas partes en público -observó-. Sin embargo, eso no podría estar más lejos de la verdad. El estado de negacionismo y la negativa general a tomar medidas simples para reducir el riesgo de infección se puede ver en todas partes”.
Para muestra, en Italia, por poner un ejemplo de país del hemisferio norte donde esta variante avanza a pasos agigantados, desde la semana previa a Navidad, del 18 al 24 de diciembre, “la curva epidémica de gripe mostró un valor de incidencia nunca alcanzado en temporadas anteriores”, según el último boletín epidemiológico del Instituto Superior de Salud.
“El COVID ha disminuido ligeramente en la última semana, la gripe se está propagando, pero otros virus también han provocado una ‘sobrepoblación’ en los hospitales y una presión muy fuerte sobre los servicios de urgencia”, explican los especialistas a los medios locales.
3- La capacidad del virus de mutar y seguir infectando
A más de cuatro años de ser detectado por primera vez en China, el SARS-CoV-2 volvió a demostrar su resiliencia, capaz de reinventarse para seguir infectando.
En diálogo con Infobae, la reconocida patóloga pediátrica argentina Marta Cohen, quien reside en la ciudad británica de Sheffield hace 17 años, analizó: “La variante JN.1 se encontró por primera vez hace unos meses en EEUU y según informaron el último día de diciembre, ya alcanzó el 40% de los linajes de COVID circulantes en ese país. JN.1 es mucho más contagiosa. Por supuesto, eso se debe a cambios o mutaciones en la proteína de la espiga. Lo bueno es que no se ha incrementado la mortalidad. Sí han aumentado un 52% los casos de COVID en el mundo en diciembre en comparación con noviembre”.
Alarma a Topol que frente a tal evidencia, el mundo “siga fingiendo que la pandemia ha terminado, que las infecciones se han transformado en un resfriado común debido a exposiciones previas y que la vida ha vuelto a la normalidad”. Según él, “lamentablemente, nada de esto es cierto”.
Y como efecto colateral no deseado, para Topol, “el enorme número de infecciones en la ola actual sin duda provocará que más personas sufran COVID prolongado”. “Para una alta proporción de personas, especialmente aquellas de edad avanzada, inmunocomprometidas o con enfermedades coexistentes, contraer COVID no es nada parecido a una simple infección respiratoria”, remarcó.
Cuáles son los síntomas que genera la variante JN.1
Los síntomas de la variante JN.1 más reportados son dolor de garganta y congestión, mientras que otros signos en otras variantes, como la tos seca o la pérdida del gusto o del olfato, están siendo menos comunes. Los casos más graves sí comparten los síntomas de otras variantes, como la dificultad para respirar, dolor en el pecho o piel, labios o uñas pálidas, grises o azules (que indica la falta de oxígeno). Pese a esto, los síntomas son, por norma general, mucho más leves que al inicio de la pandemia en 2020.
Como se ve, aunque la mayoría de las personas infectadas con la JN.1 no desarrollan enfermedad grave, las manifestaciones son similares a las variantes anteriores de COVID-19 y a otros patógenos respiratorios y gastrointestinales, por lo que siempre hay que consultar ante la presencia de síntomas.
Cohen advirtió sobre la importancia de los hisopados: “En general, la gente no se testea y esta variante, como todas las subvariantes de Ómicron en general, producen cuadros respiratorios de las vías respiratorias superiores, como un resfrío, dolor de cabeza, dolor muscular, dolores abdominales, vómitos y diarreas. Y esos cuadros son similares a muchos virus (puede tratarse de enterovirus, adenovirus, o virus sincitial respiratorio que también puede ser grave). Por eso, es recomendable testearse, para saber de qué virus se trata, y si uno contrajo la infección aislarse y usar tapabocas o barbijo”.
La importancia de la protección de las vacunas
La buena noticia en medio de esta gran ola de infecciones es que los contagios no se tradujeron en un aumento de ingresos hospitalarios como los observados con Ómicron.
Esto se debe, según Topol, a que “el refuerzo de las vacunas actualizado (basado en la variante XBB.1.5 que alcanzó el dominio en los EEUU en febrero pasado), disponible desde septiembre, tiene cierta reactividad cruzada con JN.1 en estudios de laboratorio para inducir anticuerpos neutralizantes contra el virus”.
Un informe reciente mostró que el refuerzo brindó una protección contra la hospitalización en el rango de aproximadamente el 60% contra JN.1 y otras variantes que circularon recientemente.
Para muchos expertos en EEUU, este aumento era previsible, ya que las distintas mutaciones del virus SARS-CoV-2 tienden a propagarse inicialmente con lentitud y luego aceleran su transmisión. En su última actualización sobre la situación epidemiológica, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) resaltaron que las vacunas, las pruebas de detección y los tratamientos disponibles contra el COVID-19 mantienen su efectividad también contra JN.1.
Cuál es la situación en América Latina
En América Latina, la subvariante se ha detectado en México y Brasil. En la Ciudad de México, la Secretaría de Salud (SSa) confirmó su presencia. El primer caso fue detectado el 24 de noviembre pasado.
En tanto, investigadoras del Laboratorio Central de Salud Pública de Ceará analizó primero a la subvariante en el Noreste de Brasil y ya representa el 3,2% de los casos registrados en todo el mundo, según el Ministerio de Salud de ese país.
“En la base de datos genómicos GISAID, solo se han subido secuencias a partir de muestras de pacientes desde Brasil, como país de Sudamérica. Son solo 96 secuencias de Brasil. Esto no implica que la subvariante no esté también presente en otros países de la región”, explicó Debat.
En la Argentina, “hoy muy pocas personas se testean y por eso tenemos poco acceso para hacer la secuenciación genómica. Estamos haciendo un estudio esta semana y tendremos los resultados la próxima. Ahí veremos si la subvariante JN.1 se encuentra presente en nuestro país”, dijo a Infobae la doctora Mariana Viegas, coordinadora del Proyecto País e investigadora del Conicet en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de la Ciudad de Buenos Aires.
Si algo se aprendió en la pandemia es que la secuenciación genómica es una herramienta fundamental para analizar la composición de los virus circulantes y vigilar la evolución de las variantes del COVID-19, sin embargo se utiliza muy poco en Argentina. Y se analizan pocas muestras, por lo que los resultados de esa secuenciación no reflejan la situación epidemiológica en curso.
Los infectólogos coinciden en que, para anticiparse a los movimientos del virus y poder prever qué sucederá en el invierno del hemisferio sur con las nuevas infecciones, es fundamental la vigilancia epidemiológica, esto significa hisopar y tomar muestras de los pacientes que cursan la infección y analizar en el laboratorio cuáles son las variantes circulantes y cómo evolucionan.