Aunque cada una podría ostentar un orgullo desmedido, ambas mostraron que la frase “la humildad de las grandes” es casi ineludible. Es que las ganadoras del Premio Nacional L’ORÉAL-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” son dos damas que están haciendo historia y que, según ellas mismas confesaron en diálogo con Infobae, sienten por el conocimiento una pasión que no tiene límites. “Es una escalera que, al llegar al último peldaño, te muestra una nueva”, dijeron Juliana Cassataro, ganadora en la categoría Premio, y Mónica Cristina García, vencedora en la categoría Beca.
Cada una, desde su especialidad, dejó su huella. Cassataro es la primera científica en Argentina en desarrollar íntegramente una vacuna, desde las primeras etapas en el laboratorio hasta conseguir la aprobación de la ANMAT para que pueda aplicarse. Un logro notable no por una cuestión de género, sino porque es la primera vez que ocurre en el país. Este avance sitúa a la Argentina entre la docena de países del planeta que puede realizar un proceso completo de desarrollo de inoculantes.
En tanto, García busca dar respuesta a la patología oncológica que más muertes femeninas se cobra en el planeta: el cáncer de mama. Su especialidad le permite ir más allá. Es que la nanomedicina no solo es un área emergente de las ciencias de la salud, sino que puede ser la clave para salvar cientos de vidas a lo largo y ancho del planeta.
En un mano a mano con Infobae, estas mujeres de la ciencia no solo hablaron sobre el premio que recibieron en las últimas horas, sino también de los avances que realiza cada una desde sus laboratorios, los desafíos de ser una “mujer trabajadora”, los techos de cristal que se enfrentan y cómo es hacer ciencia ante esta realidad. Incluso, se refirieron a la maternidad y su imagen como fuente de inspiración para cientos de chicas.
La presencia femenina en el mundo de la ciencia ha ido creciendo. A finales de la década de 1990, sólo había un 25% de mujeres científicas en todo el mundo. En 2014, este porcentaje pasó a ser del 30%, y en la actualidad, pese a un aumento, alcanzó solo el 33%, según un informe de la UNESCO. Iniciativas como el Premio L’Oréal-UNESCO impulsa a las mujeres a desarrollarse en este ámbito, las cuales, en muchas ocasiones, son víctimas del llamado “efecto Matilda”, un fenómeno acuñado por la historiadora de la ciencia Margaret W. Rossiter que hace referencia a que se evita reconocer los logros de mujeres científicas atribuyéndoselos a sus colegas varones.
“Estoy muy contenta, este premio siempre tiene como ganadoras a mujeres que admiro. Y, pese a que son solo mujeres las que se pueden presentar, al ser tantas es difícil ganarlo. Además, se evalúa por pares y la competencia entre nosotras mismas es difícil. Por eso es una alegría haber llegado hasta acá y que me pase lo mismo que he visto con otras investigadoras”, comenzó Cassataro en una entrevista exclusiva con Infobae días previos a recibir este premio.
Un sentimiento que García compartió al advertir que este “reconocimiento se brinda por lo que venimos haciendo y es un mimo al alma. Es un estímulo y un aliciente para seguir, porque te dice que vas por un buen camino. Creo que L’Oréal en colaboración con CONICET, y este premio L’Oréal-UNESCO por las Mujeres en la Ciencia, aporta un aspecto diferencial comparado, quizás, con otras distinciones, porque está vinculado con el hecho de visibilizar el rol de las mujeres en la ciencia. Un papel que muchas veces se encuentra un poco desdibujado u opacado por los estereotipos siguen presentes que son difíciles de derribar y frente a los cuales muchas mujeres van haciendo un hueco para dejar una huella”.
Un sueño, sumado al trabajo de toda la vida: la primera vacuna argentina
Durante la charla que mantuvieron con Infobae, estas mujeres no solo hablaron de la importancia de este galardón (incluso cuando aún no había llegado a sus manos), sino que incluso advirtieron las barreras contra las que deben luchar, casi a diario, en el mundo de la ciencia. El objetivo indiscutible: concretar ese proyecto que tanto desean y que, a fin de cuentas, se convirtió (básicamente) en su vida.
Para Cassataro, aquello que soñó y por lo que trabajó durante años se plasmó en la primera vacuna enteramente realizada en Argentina, un anhelo que comenzó en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (Escuela de Bio y Nanotecnologías, Universidad Nacional de San Martín, IIBIO CONICET) y que, tras un arduo trabajo junto a su equipo (con una amplia mayoría femenina) se convirtió en un producto que, tras su aplicación, podrá mantener a raya al SARS-CoV-2.
“Lo que pasó está buenísimo, como siempre y ante todas las cosas que atravesamos, nos encontramos con cosas buenas y malas. Pero el balance es súper positivo - señaló Cassataro-. Hicimos lo que teníamos que hacer y hablo en plural porque me da un poco de vergüenza que siempre me nombren a mí cuando somos un grupo más grande que, con la cantidad de mujeres que tenemos, somos representativos de lo que se evidencia en los equipos del área de las ciencias médicas. Ahora, somos ocho mujeres y dos varones y así son todos los grupos, pero la diferencia se ve en que los jefes son varones. Cuando ves la distribución en los escalafones bajos notás la diferencia y lo que llama la atención en mi foto, por el número de mujeres, en la realidad de muchos otros”.
Lo cierto es que junto a ella, dos mujeres brillantes avanzaron sin temor hacia un hito que ya está en los libros de historia: Karina Pasquevich y Lorena Coria. “Somos un grupo y desde el primer día estuve acompañada por ellas, aunque yo sea la cara visible. Juntas hemos liderado este proyecto y todo el grupo fue fundamental en el laboratorio, pero también contamos con Jorge Cassará, mi colaborador en la parte farmacéutica e industrial, con quien hemos llevado adelante este proyecto”, aseguró la Cassataro.
“Me cuesta hablar de liderazgo, aunque ahora hay 500 personas trabajando en este proyecto, porque lo importante fue que todos estuvimos convencidos del valor de nuestro trabajo y logramos convencer a otros. Nadie hace nada solo, fue gracias a todos los que creyeron y participaron, incluyendo a los voluntarios, que este proyecto tuvo éxito, algo que no se logró en otros países. Puede que yo sea la cara visible por cuestiones mediáticas, pero contábamos con todas las capacidades necesarias, desde el principio y un equipo formado por científicos, médicos, investigadores clínicos y especialistas en farmacéutica y regulación, entonces ¿por qué no hacerlo? Logramos concretarlo aunque nadie creía que fuera posible y los convencimos desde abajo hacia arriba, porque en realidad nadie creía que fuera posible”, aseguró la científica.
“Decir que tenían todo a disposición por eso cómo no lo iban a hacer implica una visión que claramente has tenido vos, Juliana, y tu grupo para encontrar ahí un lugar y avanzar”, sumó García. “Nos habíamos formado toda la vida para esto, trabajando en vacunas desde el doctorado, si no hacíamos esto ahora, ¿cuándo? Eso nos motivó a todas”, agregó Cassataro.
Un área emergente que será clave ante el cáncer de mama
Por su parte, García es la protagonista de un área que está en pleno crecimiento, la nanomedicina. Esta especialidad, de la mano de científicas como la recientemente galardonada en la categoría Beca, promete brindar respuestas a una problemática que afecta a millones de mujeres en todo el mundo: el cáncer de mama.
“La nanomedicina es un campo emergente y lo que intenta es poner a disposición de la salud una tecnología también emergente, que es la nanotecnología. Esto implica manipular la materia en la nanoescala. ¿Y qué es la nanoescala? Algo diminuto, porque un nanómetro es un millón de veces más pequeño que un milímetro. El tamaño nano no es perceptible a nuestros ojos, pero sí en cuanto a propiedades físicas, químicas y biológicas para nuestro cuerpo, por eso se puede manipular la materia en esa escala”, destacó.
Lo cierto es que, en palabras de García, “la nanomedicina son medicinas en la nanoescala que ofrecen muchas ventajas en la salud. Estamos trabajando en nanomedicinas biomiméticas, que son inteligentes y detectan ciertas señales en el organismo. Incorporamos agentes antitumorales, quimioterapéuticos e inmunoterapéuticos, para optimizar la terapia del cáncer de mama; que es una de las principales causas de muerte y afecta principalmente a mujeres, aunque hay casos en hombres”.
“Los tratamientos convencionales del cáncer, como cirugías, radioterapia, inmunoterapia o quimioterapia, a menudo tienen efectos adversos. La inmunoterapia ha sido revolucionaria, pero hay desafíos en superar los diálogos internos en condiciones patológicas. Por eso, buscamos estrategias que reduzcan los efectos adversos y dirijan las terapias al sitio tumoral, reduciendo daños en órganos y tejidos sanos”, destacó García.
De este modo, se trata de “una estrategia sinérgica que combine quimioterapia e inmunoterapia dentro de un nano transportador optimizaría las terapias y desarrollaría alternativas terapéuticas novedosas con alto impacto sanitario”. Y mientras, al tomar el ejemplo de Cassataro, indicó: “Me gustaría que alguno de los desarrollos que hacemos, con el ejemplo de Juliana, llegue a las personas que padecen patologías, lograr estudios clínicos y conseguir una aprobación. Incluso, tener algún producto en el mercado de lo que hemos trabajado, y más que un deseo, es un anhelo”.
El peso de ser mujer en la ciencia
“La ciencia cambia el mundo, ellas las reglas”, ese es el leitmotiv del Premio L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”, una frase que evidencia la importancia de las mujeres en este ámbito y un modo de enfrentar la brecha de género. “Esta situación, creo que nos debe mantener en acción y activas. Y esto es en lo que pienso cuando me imagino empezando en una ciudad pequeña y dándome cuenta de lo lejos que he llegado. A veces, el síndrome del impostor y el efecto Matilda nos hacen sentir más pequeñas, pero es importante empoderarnos y trabajar en nuestros sueños. A través de premios como este o medios de comunicación, podemos compartir lo que hacemos y convencernos aún más de que vamos por buen camino y que vale la pena seguir trabajando”, resaltó García.
En ese sentido, Cassataro agregó: “En este proyecto no sentí brechas, pero cuando fui mamá me di cuenta de que no éramos iguales. Pensé que no iba a poder seguir trabajando y estaba angustiada por no poder cumplir con todo lo que quería. En este proyecto, con mis hijas adolescentes, fue bastante bueno porque ya se manejaban solas y, además, estaban siempre en casa por la pandemia. Eso me tranquilizó, sabía que estaban ahí y yo en el laboratorio”.
“La maternidad es hermosa pero complicada para el trabajo, porque si no estás perdés oportunidades. Nadie te guarda el lugar, es complicado pero hay que tratar de hacer lo máximo posible, donde sea. Me acuerdo que era tratar de trabajar lo máximo, sabiendo que un día se podía enfermar algún hijo y si tenía que faltar y faltaba, pero estas ausencias eran lo que menos pasaba”, continuó la ganadora en la categoría Premio.
Y completó: “De todos modos, las chicas de mi laboratorio, incluso con hijos pequeños, trabajaron desde el primer día sin faltar. Nos habíamos formado toda la vida para esto, trabajando en vacunas desde el doctorado, si no hacíamos esto ahora, ¿cuándo? Eso nos motivó a todas. De todas maneras, he tenido experiencias de desigualdad de género en colaboraciones internacionales, mientras que en Argentina esto se dio en menor medida. A veces en reuniones tenía que insistir para que me escucharan o, cuando era más joven, en Argentina, me pasaba más, pero ahora ya demostré conocimiento y habilidad”.
El futuro: un horizonte de incertidumbre y pasión
Con un presente brillante, la pregunta obligada se enfoca en el futuro. En un horizonte que, según confiesan ambas, espera encontrarlas haciendo ciencia: “¿Qué voy a hacer de acá a diez años? No lo pienso, la verdad. Siempre estoy llevando a cabo proyectos que me interesan y soy muy consciente de que, cuando los empiezo, los quiero terminar hasta las últimas consecuencias. Por eso, me veo trabajando en algún proyecto que me interese, seguramente en vacunas, porque es algo que me gusta y tiene muchas posibilidades para seguir explorando: emprender proyectos que lleguen a la aplicación práctica”, afirmó Cassataro.
Incluso, quien lideró el proyecto de la primera vacuna argentina advierte que ya sabe “en qué proyectos me gustaría trabajar y qué temas llevar adelante, pero no en qué lugar específico dentro de eso”. “Me imagino trabajando en lo que me gusta y llevando los proyectos hasta el máximo de mis capacidades”, agregó. Un sentimiento que fue compartido por García: “Me veo haciendo ciencia, también me veo desarrollando proyectos que realmente me interesen y donde vea que pueda hacer un aporte a la sociedad, porque creo que eso es lo que hacemos. Ojalá sirva de inspiración para que más niñas y mujeres se involucren en este mundo fascinante”.
En tanto, en el corto plazo, para esta oriunda de Mendoza que actualmente se desempeña en Córdoba, el horizonte será liderar “un equipo de trabajo, consolidando un grupo propio y tener una filosofía de trabajo en equipo, no solo como una suma de personas. Me gustaría ver más camaradería, más sororidad, integrando más mujeres en este campo y ayudando a que estas personas crezcan. También me veo con un rol docente y esto de comunicar lo que hacemos para poder llegar a la sociedad y no solo estar detrás de bambalinas, porque la divulgación científica y las actividades de extensión nos permiten salir del ámbito del instituto de investigación o de la universidad para interactuar con la comunidad de una manera distinta, con lo cual podemos detectar problemáticas y pensar en proyectos de investigación”.
“Todavía falta mucho. Como mujeres que nos gusta mucho nuestro trabajo, o cualquier otra cosa que emprendamos, siempre digo que es importante transitarlo con la menor culpa posible. Todas las contradicciones entre los temas laborales y la maternidad nos hacen difícil, a veces, hacer lo que más queremos. Además, me gustaría seguir trabajando en cuestiones necesarias para nuestro país y la región, no solo en lo que me gusta, sino también en resolver algo que la sociedad identifique como necesario”, añadió Cassataro. Es que, para esta científica, “es muy gratificante concluir algo que sirve para la sociedad, pero nuestro trabajo en ciencia no cierra, sigue. Trabajamos en preguntas que continúan, por eso nuestro camino nunca termina. Respondemos preguntas, pero surgen nuevas que seguimos respondiendo”.
Una reflexión que fue compartida por García: “A menudo tenemos sueños y vamos descubriendo qué queremos. Pero no basta con desearlo; también necesitamos buscar oportunidades que nos faciliten alcanzar esos sueños. A veces, como mujeres, encontramos muchas dificultades y trabas, pero es importante esforzarse, no en un sacrificio de martirio, sino en invertir en lo que realmente deseamos y romper barreras, incluso las reglas, como sugiere el lema de L’Oréal”.
De este modo, según la investigadora, ”nos ayuda a encontrar lo que nos gusta, consolidar una línea de trabajo y descubrir nuevas áreas que nos motivan. Y ojalá esto sirva de estímulo para las nuevas generaciones, manteniendo activo el círculo de avance en proyectos, cuestionamientos y nuevas preguntas. En mi caso, todavía queda mucho camino por recorrer y a veces nos enfrentamos a dificultades para acceder a puestos de liderazgo, pero trabajando con empatía entre nosotras y fomentándola en los hombres, es posible lograr muchas cosas”.
“El deseo no termina nunca, porque el deseo de seguir es el motor de todo nuestro trabajo. Mucha gente me pregunta qué voy a hacer ahora, qué sigue, y yo sigo deseando más cosas y más proyectos. No es algo que uno dice ‘Ah, llegué y se acabó, ya terminé esto, me voy a mi casa’. Es un deseo constante de seguir trabajando en equipo, de participar, de resolver problemas. Es parte de estar vivo, especialmente para un científico. Porque subís la escalera, llegas hasta el último escalón y te encontrás con una escalera nueva. No importa si es un peldaño más, porque no se trata solo de llegar, sino de aprender para poder usarlo en otro proyecto”, concluyó Cassataro.