En todo el mundo, millones de personas están expuestas a impactos repetitivos en la cabeza (RHI) a través de la participación en deportes de contacto y colisión, el servicio militar, la violencia física y muchas otras actividades. Esta acción pueden provocar conmociones cerebrales sintomáticas y lesiones mucho más frecuentes, no conmocionales y asintomáticas.
La exposición sostenida a RHI puede producir síntomas cognitivos y neuropsiquiátricos persistentes, la igual que una enfermedad neurodegenerativa progresiva denominada como encefalopatía traumática crónica (CTE).
Un nuevo estudio del Centro de Encefalopatía Traumática Crónica (CTE) de la Universidad de Boston en Massachusetts (BU) ha encontrado que, entre una muestra de 152 atletas jóvenes expuestos a impactos repetitivos en la cabeza (RHI) que tenían menos de 30 años en el momento de la muerte, el 41,4% (63) tenía evidencia neuropatológica de CTE, una enfermedad cerebral degenerativa causada por RHI.
El estudio publicado en JAMA Neurology incluye a la primera atleta estadounidense diagnosticada con CTE, una jugadora de fútbol universitaria de 28 años cuya identidad se mantiene en privado.
“Este estudio muestra claramente que la patología de la CTE comienza temprano -afirmó la autora correspondiente Ann McKee, jefa de neuropatología del VA Boston Healthcare System y directora del BU CTE Center-. El hecho de que más del 40% de los atletas jóvenes de deportes de contacto y colisión en el banco de cerebros de UNITE tengan CTE es notable, considerando que los estudios de este tipo en la población en general muestran que menos del 1% de la población general tiene CTE”.
Casi todos los atletas jóvenes tenían CTE leve, etapas 1 y 2; 3 donantes tenían en etapa 3. Hay 4 etapas posibles, siendo la etapa 4 la más grave. En aquellos con la patología, a menudo había otras evidencias de lesión cerebral, incluida la presencia de un cavum septum pellucidum, agrandamiento de los ventrículos y más macrófagos perivasculares en la sustancia blanca.
Los síntomas clínicos fueron comunes entre los atletas, tuvieran o no CTE. Incluyeron depresión (70,0%), apatía (71,3%), dificultad para controlar conductas (56,8%) y problemas con la toma de decisiones (54,5%). El abuso de sustancias también fue frecuente, estando presente el alcohol en un 42,9% y las drogas en un 38,3%.
“El estudio sugiere que algunos de los síntomas que experimentan estos jóvenes atletas no son causados por la patología tau temprana del CTE -sigue McKee-. Es imperativo que los atletas jóvenes que experimentan síntomas neuropsiquiátricos busquen atención, ya que es probable que los síntomas puedan reducirse con un tratamiento y seguimiento eficaces”.
El impacto por deporte
Los atletas aficionados constituían el 71,4% de los diagnosticados con CTE e incluían jugadores de fútbol americano, hockey sobre hielo, fútbol, rugby y luchadores. Los diagnosticados con CTE eran mayores y tenían significativamente más años de exposición a deportes de contacto (11,6 frente a 8,8 años). Como todos los estudios de bancos de cerebros, los donantes son diferentes de la población general de atletas jóvenes, en parte porque es más probable que presenten síntomas. CTE aún no se puede diagnosticar en personas vivas y aún se desconoce la verdadera prevalencia en cualquier población.
“Este estudio destaca la importancia de evaluar los síntomas y la presentación clínica de CTE en atletas vivos que han sufrido lesiones en la cabeza repetitivas -dijo Nsini Umoh, PhD, directora del programa de investigación de lesiones cerebrales traumáticas (TBI) en el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Stroke (NINDS), que contribuyó con la financiación del estudio-. Si bien se necesita investigación adicional en esta área, estos hallazgos son una adición notable al conjunto de investigaciones sobre CTE”.
La investigación adicional necesaria incluye el análisis de donantes de cerebro jóvenes no expuestos a deportes de contacto y colisión, para comprender mejor el daño cerebral no relacionado con CTE causado por RHI y qué síntomas están vinculados con las conmociones cerebrales. McKee y sus colegas desarrollaron recientemente el primer Protocolo de prevención de CTE, una serie de recomendaciones basadas en evidencia para ayudar a las organizaciones deportivas a desarrollar políticas, junto con sus protocolos de conmoción cerebral existentes, para reducir el riesgo de CTE.