Innovación, pasión por el conocimiento, vocación de servicio, humildad y, sobre todo, ciencia. Estas palabras, que podrían ser consideradas como meras descripciones, son algunos de los rasgos característicos de los recientemente galardonados con el premio Konex de Brillante, Sandra Díaz y Gabriel Rabinovich. Sin embargo, centrarse solo en estos sería injusto.
Es que, cuando aún restaban horas para que, finalmente, levantaran su premio, Infobae mantuvo una entrevista exclusiva con estas dos mentes brillantes de la ciencia argentina en la cual, entre muchos otros aspectos, hablaron sobre su presente, pero también el camino que los llevó hasta este galardón y cuáles son sus próximos pasos.
Díaz y Rabinovich tiene especialidades distintas, pero también una profunda admiración mutua. Es que, mientras la primera es doctora en Ciencias Biológicas y fue pionera en el desarrollo del concepto de biodiversidad funcional vegetal, él es doctor en Ciencias Químicas y sus descubrimientos en inmunología que permitieron el desarrollo de terapias innovadoras contra el cáncer y enfermedades autoinmunes.
“La verdad es que esta vez hubo algo maravilloso y no nos podemos quejar”, dijo Díaz entre risas al tomar en consideración que ambos galardonados son cordobeses. Al tiempo que Rabinovich resaltó: “Yo estaba en Córdoba y ella ya era la gran Sandra Díaz. La verdad que yo lo admiraba profundamente, pero no nos conocíamos”.
¿Cómo es compartir, como comprovincianos, semejante reconocimiento?
SD: Voy a robar las expresiones de Gabriel, me explotaba el corazón. Porque, además, cuando uno ve la gente que lo ganó antes, como Luis Federico Leloir o Alberto Kornblihtt, y compartirlo con él (por Rabinovich), es realmente un orgullo enorme, pero también una responsabilidad grande. Fue una noticia fantástica, yo no estaba en Argentina y me enteré por Twitter, porque pese a que intentaban llamarme, como estaba en medio de la nada, no entraban las llamadas. Cuando pasamos por un nodo de conectividad, cayeron todos los mensajes juntos. Todo el mundo se enteró antes que yo.
GR: Cuando yo estaba en Córdoba, ya se hablaba muchísimo de Sandra y yo tenía una admiración profunda por ella. Cuando me enteré que el premio lo compartía con ella fue una emoción enorme. Aparte, uno ve los platinos y es gente maravillosa y a la cual admiro profundamente. Un premio, para mí, adquiere importancia por dos motivos: uno es el impacto social, porque nos debemos a la gente, ya sea para poder ampliar el conocimiento o para poder llevar y transformar la sociedad, porque la ciencia tiene que ser transformadora. Ver que, además, se valoró el conocimiento disruptivo también su aplicación, me llena de satisfacción. Incluso, el jurado que lo evalúa son científicos de primer nivel, gente que ha ganado el Konex como Mirtha Roses o Alberto Kornblihtt, a quienes uno respeta muchísimo
SD: Eso es parte de esta explosión del corazón, la gente que consideró que éramos merecedores es toda una responsabilidad. Y también me parece que el momento, si bien no estuvo, de ninguna manera, pensado para que fuera oportuno, creo que es extremadamente importante para visibilizar socialmente la ciencia en el país.
Uno de los puntos que ambos promueven es la formación de nuevas generaciones de científicos argentinos, ¿cómo se logra impulsar esta necesidad de conocimiento?
SD: En mi caso, creo que lo logro, es mostrándoles que realmente es muy divertido. Es una tarea que no se termina nunca, una pasión inagotable. Creo que decirles “porque lo tenes que hacer, es tu deber” no funciona muy bien con la gente joven. Quizás con nuestras generaciones sí, o algunos lo sienten así. Es mi responsabilidad, y la asumo como tal. Con las generaciones más jóvenes, se trata de mostrarles esta pasión que hace que, después de mucho tiempo, uno quiera seguir investigando, regresar al laboratorio, independientemente si las cosas salen bien o mal. Es una vida en la que cada día es diferente. Esa es mi estrategia.
GR: En mi caso, lo que me pasa es muy parecido a Sandra. Al llegar al laboratorio siento que es como una gran familia. La verdad es que la paso súper bien y trato de que ellos también la pasen bien. Intento inyectar un poco de lo lúdico en el día a día, porque a veces esta presión de que tenemos que publicar en una revista, o que tenemos que hacer esto o aquello, suena como un gran sacrificio. A mí me decían: “Si lo puedes soñar, lo puedes hacer”, que es una frase motivadora, pero también muy exigente, y hacer ciencia, un descubrimiento original, disruptivo, y poder aplicarlo, es una carga grande. Ese ida y vuelta del laboratorio a la cama del paciente y viceversa, nos impulsa preguntas y nos tenemos que hacer aquellas que le sirvan a la gente. A veces me gusta reflexionar sobre la palabra “sacrificio”, que significa hacer sagrado lo que uno hace, que es trabajar íntegramente y hacer las cosas bien. Si no salen, las vuelvo a repetir. Pero tratar de disfrutar un poco más, aunque a veces la coyuntura social, política, económica genera inquietudes en los jóvenes y eso me preocupa.
Ambos son reconocidos mundialmente, pero aún así eligen hacer ciencia en Argentina. ¿Cuáles son las razones por las que deciden permanecer?
GR: La verdad es que estar en Argentina me llena de satisfacción, tengo a mi familia y amigos. A mis 54 años, siento que cerrar el círculo en mi país me hace feliz. Fueron muchos años beneficiándome de la educación pública, desde lo que me brindó la Universidad Nacional de Córdoba hasta el apoyo del CONICET y todos los becarios. Es esencial devolverle al país todo lo que me brindó. Pero también pienso en la internacionalización de nuestro trabajo. No solo se trata de hacer ciencia para Argentina y la palabra “soberanía” es crucial, también tenemos el talento y el capital humano para ofrecer nuevos conocimientos al mundo.
SD: Hay varios componentes donde uno toma la decisión de quedarse en un lugar. La vida científica puede ocupar una posición importante, pero no es toda la vida de uno. También hay lugares donde uno puede hacer mucho más la diferencia que otros y también es devolver, como dice Gabriel. He tratado de tener un ancla acá, pero eso no quiere decir que uno se vaya a restringir solo a lo nacional, porque aún así se puede ser totalmente internacional. El secreto es que no hay excusa para achicarse en las preguntas. Siempre me las arreglé, estando anclada en Argentina, para hacer muchos proyectos internacionales. Por ejemplo, un artículo sobre el espectro global de forma y función de las plantas, que era una especie de catálogo general de los distintos modos generales de ser plantas en el mundo, lo hicimos a través de colaboraciones en todo el mundo y sin financiamiento oficial.
Pese a los avances de cada uno, los desarrollos y hasta los proyectos, ponen un punto y aparte cuando se trata de egos o necesidades personales...
SD: La idea del científico solitario ya no existe; es un trabajo colectivo. Eso modera el ego. Porque primero es reconocer que uno es una pequeña parte en un conjunto más grande. Tu contribución es solo un ladrillo en una construcción colectiva, incluso si ganaras un premio Nobel. Segundo, está el espíritu crítico. Lo que estás diciendo hoy podría no ser cierto mañana. Aunque todo indique que es correcto en el momento, no sabes si seguirá siendo cierto en el futuro. Esa constante revisión y autocrítica es una gimnasia mental muy sana para la sociedad.
GR: Creo que enfrentar obstáculos y tener resiliencia es esencial en la ciencia, y la cantidad de rechazos que he recibido a lo largo de mi vida... Hay muchos desafíos y constantemente estamos adaptando nuestras hipótesis. La ciencia nos evalúa constantemente, y eso, aunque es desafiante, es lo que la hace hermosa. Me llena de alegría levantarme cada día con esa curiosidad, esperando ver qué descubre un becario en un experimento o colaborar con aquellos que eligen mi laboratorio para trabaja. Una verdad científica hoy puede no serlo mañana, debemos estar seguros de que lo que observamos es lo que nuestros experimentos nos muestran en ese momento y es esencial transmitir a los jóvenes la importancia de la precisión.
La ciencia ante el cambio climático
Para poder analizar la realidad y el impacto del cambio climático en la biodiversidad, la palabra de Sandra Díaz no solo es autorizada, es imprescindible. Es que no solo se desempeña en un laboratorio, sino que además busca llevar a la práctica cada uno de sus descubrimientos.
Recibió el premio por su descubrimiento sobre el desarrollo del concepto de biodiversidad funcional vegetal, entre otros avances. En este contexto de cambio climático y fenómenos extremos, cuál puede ser el papel de este avance
SD: La biodiversidad funcional es una forma de ver el tejido vivo del planeta. No se trata simplemente de animales, plantas o personas, sino de una trama, un tapiz de vida. Una forma de abordarlo es no etiquetando y separando cada ser, sino entendiendo que todos tienen determinadas funciones que son identificables a través de la medición de rasgos físicos, químicos y anatómicos de esos seres y las plantas son mi objeto de estudio empírico. Este enfoque permite ver cómo las plantas reaccionan a distintos factores ambientales y también cómo contribuyen al funcionamiento de los ecosistemas, además de cómo afectan a los distintos tipos de seres humanos, porque la humanidad no es homogénea. Pero enfrentar desafíos, como el cambio climático, la contaminación y otros grandes retos ambientales globales, supera ampliamente una metodología ecológica. Y aunque esta perspectiva nos permite entender y actuar sobre la realidad biológica, lo que habría que hacer está relacionado con todas las áreas y, fundamentalmente, con lo político, económico y un cambio de valores y paradigmas.
Cuál es la posición de las nuevas generaciones, entre movilizaciones y distintos representantes, ante esta situación
SD: Da la impresión de que las nuevas generaciones están tomando conciencia de manera más efectiva. Parece que comprenden que es su futuro y se dan cuenta de que no podrían disfrutar de muchas cosas que nosotros damos por sentadas y consideramos naturales. Reconocen que si algo no va bien, es en parte por nuestra responsabilidad o la de algunos de nosotros, y han habido acciones. Vimos protestas y acciones legales impulsadas por jóvenes de todo el mundo, algunas con más éxito que otras, pero lo importante es que mantengan la visión y la disciplina para no desanimarse. Que mantengan la persistencia necesaria para seguir luchando y darse cuenta que no solo implica protestar o emprender acciones legales, sino también conlleva cambios en su estilo de vida. Hay determinadas cuestiones que, para ser coherente, uno probablemente tenga que renunciar un poquito. Es un cambio de valores, pero yo soy optimista. Ahora, si uno me pregunta si es suficiente, claramente no, y por lejos. Pero veo una actitud social, en relación a hace 5 años, que ha cambiado un montón y está mucho más presente en la conciencia colectiva.
Ante esta realidad de cambio climático, especies tanto vegetales como animales están en peligro de extinción, cuál es la situación actual y qué rol está desempeñando la ciencia
SD: Hay estudios muy sólidos que muestran que hay un porcentaje importante de plantas y animales que están en peligro de extinción. ¿Qué quiere decir? No es que inexorablemente se van a extinguir, sino que, si no se toman determinadas medidas y se siguen haciendo determinadas acciones, se van a extinguir. Y de eso tenemos bastante certeza, porque no están pudiendo sobrevivir en el régimen de selección que les estamos imponiendo. Se están haciendo bastantes cosas, y de dos tipos. Yo lo comparo con las ciencias médicas. Uno es llevarlo a terapia intensiva y tratar de arreglar y evitar que se muera. El otro son los cambios más sistémico para que, en un futuro, no vuelva a pasar lo que pasó. A nivel de terapia intensiva de animales y plantas, hay muchos programas en el mundo que están logrando salvar algunas especies o ecosistemas; pero está faltando enormemente lo otro. Es decir, no “curar” los ecosistemas, como puede ser frenar la extinción de una especie a través de un programa de cría protegida, sino de parar de hacer daño. Y ahí no se atacan las causas sistémicas del deterioro de la naturaleza y el clima que, si uno analiza los factores que atentan contra la estabilidad del clima, son los mismos que atentan contra la diversidad. Hay que insistir en las políticas públicas y también en la acción colectiva para: dejar de dañar, disminuir las prácticas socioeconómicas y políticas que hacen que, por cada pequeña reserva que creamos o por cada bichito que salvamos apenas de la extinción, estamos haciendo un daño terrible. Porque, entonces, el balance es siempre negativo.
Como científica sos parte del grupo de investigadores que ponen su conocimiento a disposición de los Gobiernos durante las Conferencia de las Partes (COP), que se realiza en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Cuál es la situación en estos ámbitos
SD: Además de mi trabajo de investigación primaria, pura y dura, en los últimos años participé en estos organismos que informan a las COP, en la COP de la diversidad. Hacemos estos informes, ponemos la mejor ciencia disponible, recopilamos y armamos estos informes. En un proyecto de un nuevo Plan Mundial de la Diversidad, que estaba buenísimo y que se lo había trabajado por años, donde la Convención de la Diversidad Biológica nos dio muchísima bolilla y se basó en la ciencia como nunca antes, los países empezaron a poner corchetes en las cosas con las que no estaban de acuerdo. Conté más de 900 en 10 mil palabras. Era una cosa terrible. El futuro de la diversidad se está ahogando en una selva de corchetes. De todos modos, después de la convención, quedó bastante bien, y ahora estamos en la implementación, donde volvieron estos corchetes, por eso creo que la sociedad civil debe plantarse y decir basta, porque la calidad de vida va a bajar drásticamente. Antes era un mundo escéptico, pero que todo el mundo mínimamente serio reconoce que existen, por eso ahora se habla de negacionismo climático, porque ahora, con la evidencia, quien lo niega, lo hace adrede. Me parece que estamos en el post-negacionismo, en el sentido de que todos dicen que existe y que hay que hacer algo, pero a la hora de implementarlo no hacen nada.
El cáncer y el rol del azúcar
Gabriel Rabinovich es reconocido por su rol en el estudio y, en unos años (como él mismo aclara), un tratamiento innovador contra el cáncer y las enfermedades autoinmunes. Desde su Córdoba natal hasta su realidad, este investigador dejó pocas veces el país, un punto geográfico desde el cual se pueden realizar grandes avances para todo el mundo.
En más de una oportunidad dijiste a los medios que, cuando estabas en tus inicios, pensaste que la ciencia podía no ser para vos. Hoy, con un premio Konex de Brillante y muchos otros reconocimientos internacionales, ¿cómo analizás tu recorrido?
GR: Nací en Córdoba, y crecí ayudando en la farmacia de mis padres en Villa Cabrera. Siempre sentí una fuerte conexión con la biología y la química, eso me llevó a estudiar Bioquímica. En tercer año la inmunología me salvó la vida, porque me di cuenta que es increíble tener un sistema de defensas que pueda reconocer absolutamente cualquier elemento extraño aunque no lo conozcamos, inclusive tumores que están creciendo. Por llegar tarde a la elección del laboratorio de inmunología, fue que comencé un proyecto en otro laboratorio sobre la retina del pollo. Ahí aprendí que lo esencial no es el tema de investigación, sino la pasión con la que se aborda.
En esa época, el término “Galectinas” no estaba acuñado. Carlos Landa y Hugo Mazzoni me propusieron hacer anticuerpos. Así, mientras me divertía, aprendía a hacer anticuerpos, adentrándome en la inmunología. De esta forma, generamos esa herramienta. Pero, cuando ingresé en el laboratorio de inmunología, finalmente, comencé con un tema que no me salía. Me sentía el patito feo porque no me salía ni un solo experimento. Sin embargo, una charla con Carlos y mi amiga Kiyomi Mizutamari, ahora en Galtec, me recordaron unos anticuerpos que había guardado en el congelador de mis padres. Con esos anticuerpos realicé ensayos y en un congreso en Mar del Plata, me inspiré para investigar la artritis reumatoide, una enfermedad autoinmune. Esta inspiración me llevó a Gran Bretaña con una beca, donde profundicé en terapia génica.
Durante mi investigación, me encontré con una proteína con un peso molecular muy pequeño: la Galectina1. Eso me salvó la vida porque ahí tuve la primera presentación. Esta proteína se destacó por su abundancia en tumores en comparación con las células normales. Al profundizar, descubrimos que, mientras los linfocitos T normalmente atacan y destruyen tumores, la Galectina1 les permite a estos tumores “contraatacar”, eliminando a los linfocitos T. Cuando, por ejemplo, ingresa un virus, inmediatamente nuestro sistema inmune actúa y lo elimina. Ahí los linfocitos están activados, pero llega un momento que tienen que desactivarse porque sino pueden dañar tejidos y causar enfermedades autoinmunes. Este hallazgo fue revolucionario; la idea de que un tumor pudiera defenderse de esta manera no era algo ampliamente aceptado en ese momento y esta investigación abrió un nuevo paradigma sobre cómo entendemos la interacción entre tumores y el sistema inmune.
Aquello que comenzó con unos anticuerpos guardados en el congelador de tus padres, hoy ya es una realidad. En qué modelos tumorales ya probaron la Galectina1
GR: Hoy en día trabajamos con muchos modelos tumorales y directamente con muestras de pacientes, haciendo lo que hoy llaman medicina traslacional. Antes, teníamos que pedir muestras con consentimiento informado para validar lo que veíamos en modelos experimentales. Incluso, un día, un becario mío vio que galectina uno, además de evadir la respuesta inmune, también formaba vasos sanguíneos. Al bloquear Galectina1, los vasos empezaban a desaparecer, y esos vasos son cruciales para que el tumor reciba oxígeno y nutrientes. Vimos que en terapias antiangiogénicas que fallan, Galectina1 ocupaba el mismo receptor que el factor de crecimiento endotelial. Entonces, compensaba y mantenía la vascularización. Y ahí empezamos a ver que los azúcares en la célula no eran solo un ornamento. ¿Y pensamos no será que también puede frenar la respuesta inmune?
Creo que es un paradigma que puede extrapolarse considerando la gran cantidad de galectinas existentes. Hasta ahora, se han descubierto 15 en diferentes especies, de las cuales diez son en humanos. Estas galectinas, conservadas a lo largo de la evolución, tienen la función de descifrar la configuración de azúcares en las células, que cambian según nuestra nutrición, microbiota, hipoxia o presencia de citoquinas. Aún siento que estamos solo en la punta del iceberg y que nos queda mucho por investigar para descifrar completamente esta información del Glicón.
Recientemente, con el anuncio del nacimiento de Galtec, se conoció en todos los proyectos que se encuentran trabajando. Cuáles son los últimos avances
La perspectiva de mi trabajo cambió cuando el cáncer afectó a seres queridos en mi familia y amigos. En ese momento, sentí la necesidad de darle más significado a lo que hacía y, a pesar de las dudas, comenzamos a trabajar en una estrategia para bloquear Galectina1. Gracias a la colaboración de investigadores y empresas, logramos desarrollar un anticuerpo que neutraliza Galectina1, bloquea la formación de vasos sanguíneos y potencia la respuesta inmune. Tras mucho esfuerzo, patentamos nuestra investigación con la ayuda del Conicet y la Fundación Sales. El proceso de crear una empresa de base tecnológica en Argentina fue largo y desafiante y ahora estamos en la fase inicial para convertir nuestra investigación en un medicamento, un proceso que tomará años. Es un salto al vacío, con la esperanza de que todo el trabajo pueda materializarse, pero quiero ser cauto porque hay pacientes esperando. Nuestro objetivo es abordar este desafío con la misma rigurosidad con la que hacemos ciencia. Mi esperanza es que, al final de mi carrera, pueda decir que hay un medicamento en el mercado basado en nuestro trabajo.
Hemos lanzado Galtec con una inversión privada, establecimos un convenio con CONICET que nos permitirá devolver parte de lo que nos brindaron a través de regalías de esta inversión y con el apoyo de un grupo inversor argentino estamos convirtiendo nuestras tecnologías en productos bajo buenas prácticas de manufactura, con el objetivo de iniciar una Fase I. Estamos enfocados en condiciones como el cáncer colorrectal y la esclerosis múltiple, y también considerando la arteriosclerosis, según nuestras últimas publicaciones. Aunque nos queda un camino de un par de años para concretar esto, el objetivo es diseñar una Fase 1 en al menos dos países.
Estamos en fase clínica y es crucial no generar falsas expectativas. Antes, era solo un paper, pero ahora las tecnologías están listas. Aunque aún estamos en el proceso de buenas prácticas de manufactura para las ampolletas, el anticuerpo y la variante de Galectina1 ya están listos, enfocados en cáncer colorrectal. Al probar en varios tumores, el resultado en cáncer colorrectal fue muy destacado. Los oncólogos clínicos nos sugirieron enfocarnos en este tipo de cáncer, que es la segunda causa de muerte y presenta características que Galectina1 aborda: es altamente vascularizado y es inmunosupresor. La inmunoterapia actual, como el anti-PD1, solo es efectiva en el 15% de los pacientes con metástasis de cáncer colorrectal, dejando un 75% de oportunidades.