Las alertas se han encendido para los astrobiólogos. Según el estudio, escrito por Tomonori Totani, profesor de astronomía de la Universidad de Tokio y del Centro de Investigación del Universo Temprano de la entidad, y publicado en International Journal of Astrobiology, medio editado por la Universidad de Cambridge, hasta 100.000 piezas de partículas de polvo portadoras de vida podrían llegar a la Tierra cada año. De este modo, los especialistas deberían examinar el polvo espacial y otros desechos exoplanetarios para buscar la existencia de vida más allá de la Tierra, según sugiere este especialista.
Cuando un gran asteroide choca contra un planeta, el impacto puede tener repercusiones cósmicas. De hecho los dinosaurios son un ejemplo que confirma esta condición: extintos por una roca espacial que golpeó la Tierra hace 66 millones de años. Estas colisiones cataclísmicas pueden crear cráteres del tamaño de un hemisferio y esparcir escombros por planetas enteros y hacia el espacio interestelar.
En este nuevo documento, Totani argumentó que los escombros expulsados al espacio por un impacto lo suficientemente grande en un planeta habitado por vida podrían llevar consigo evidencia de ella al espacio. Teóricamente, los microorganismos fosilizados u otros indicios de vida podrían conservarse en la eyección planetaria a medida que se alejan de su planeta de origen, en espera de su supervivencia a través del duro entorno del espacio exterior. Algunas de estas partículas de escombros podrían llegar a las superficies de otros planetas que albergan vida, como la Tierra, donde podrían establecer un punto de apoyo o, tal vez, estudiarse en busca de evidencia de vida extraterrestre.
Esta idea es similar en algunos aspectos a la hipótesis de la panspermia, que supone que la vida es omnipresente y prolifera por toda la galaxia de un cuerpo planetario a otro. Totani reflejó en su documento, junto con la observación de que se han encontrado meteoritos de Marte aquí en la Tierra: “Mi artículo explora esta idea utilizando los datos disponibles sobre los diferentes aspectos de este escenario”. No todos los desechos de un exoplaneta pueden expulsarse con suficiente velocidad como para escapar no solo de la gravedad, sino también de la estrella anfitriona de ese planeta; más bien, los desperdicios fugitivos deben ser pequeños.
Totani calculó que los fragmentos de alrededor de un micrómetro (una milésima de milímetro) de ancho serían lo suficientemente grandes para albergar algo así como un organismo unicelular, y lo suficientemente pequeños para alcanzar velocidades interestelares.
“Las distancias y los tiempos involucrados pueden ser enormes, y ambos reducen la posibilidad de que cualquier eyección que contenga signos de vida de otro mundo pueda llegar a nosotros. Si se agrega a eso la cantidad de fenómenos en el espacio que pueden destruir objetos pequeños debido al calor o la radiación, las posibilidades son aún más bajas” afirmó Totani.
Sin embargo, a pesar de las probabilidades, los cálculos de Totani muestran que hasta 100.000 piezas de este tipo de polvo espacial posiblemente podrían aterrizar en la Tierra cada año, y pueden estar presentes y bien conservadas dentro del hielo antártico o en el fondo marino. Esas muestras pueden ser relativamente fáciles de recuperar, en comparación con el polvo espacial con evidencia de vida microbiana que aún flota en el espacio. Pero ese último escenario tampoco es imposible.
“Distinguir el material extrasolar del que se origina en nuestro propio sistema sigue siendo un asunto complejo” afirmó el especialista, pero también señaló que las tecnologías de aerogel que capturan el polvo espacial existen en la actualidad y son útiles.
La identificación sería difícil para las partículas recolectadas en la Tierra. “Se espera que las firmas biológicas extraordinarias que son bastante diferentes de la vida terrestre conocida, así como las proporciones isotópicas anómalas y/o las composiciones mineralógicas, sean útiles para identificar las firmas biológicas de partículas extrasolares. Encontrar incluso una sola partícula de este tipo tendría un impacto inmenso en los estudios sobre el origen de la vida” afirmó. Totani culminó su análisis instando a los científicos en campos adyacentes a retomar esta investigación “y explorar las posibilidades que puede agregar a la búsqueda de vida fuera de nuestro sistema solar”, concluyó el investigador.
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