La mayoría de la población sabe que la hipertensión es uno de los principales factores de riesgo cardiovascular, que ocasiona cientos de muertes prematuras en todo el mundo.
Se estima que alrededor de un tercio de los adultos la padecen, aunque muchos de ellos lo desconocen. De hecho los especialistas de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) alertaron en más de una ocasión que “la hipertensión arterial suele cursar de manera silenciosa, muchas de las personas que tienen la enfermedad no lo saben, y se va produciendo un deterioro en el organismo que con el tiempo puede desencadenar en un ataque cerebrovascular o un infarto, entre otras consecuencias”.
En este contexto, se conoce que entre los factores que aumentan la probabilidad de que una persona sufra de presión arterial elevada figuran desde el tabaco, el exceso de sal, el alcohol, pasando por las dietas altas en ultraprocesados, la falta de actividad física y hasta la polución ambiental. Pero había una amenaza que hasta ahora no había sido tenido en cuenta: el ruido.
La asociación entre presión alta y ruido del tránsito
Aunque resulte molesto, la relación directa entre la presión arterial y el ruido no había sido tenida en cuenta en los estudios en la materia. Sin embargo, tanto el ruido excesivo como la polución fueron incluidos en 2021 por la Sociedad Europea de Cardiología entre los aspectos que se pueden modificar para reducir los riesgos de la hipertensión en la población.
Ahora, un equipo liderado por Jing Huang, profesor de la Universidad de Pekín (China), publicó un estudio en el que concluyeron que “la exposición a largo plazo al ruido del tráfico rodado se asoció con una mayor incidencia de hipertensión primaria, y las estimaciones del efecto fueron más fuertes en presencia de una mayor contaminación del aire”.
El artículo Ruido del tráfico rodado e incidencia de hipertensión primaria: un análisis prospectivo en el biobanco del Reino Unido fue publicado en la revista JACC: Advances y reforzó la relación entre el ruido del tráfico y la hipertensión.
Para el trabajo, los investigadores recogieron información del Biobanco del Reino Unido de más de 240.000 personas de entre 40 y 69 años que no tenían hipertensión, y las siguieron durante una media de ocho años, estimando el ruido al que se vieron expuestas a partir de la dirección en la que vivían. Y registraron cuántas desarrollaron la dolencia.
Los investigadores vieron que más de 21.000 experimentaron la patología y los datos muestran que el riesgo de una excesiva presión sanguínea está relacionado con la dosis de ruido a la que se vieron expuestas. Además, si bien fueron capaces de separar el efecto del ruido del de la contaminación, vieron que el daño se agrava cuando ambos se combinan.
Como se vio, la presión arterial elevada contribuye más a la enfermedad cardiovasculary a la muerte prematura que cualquier otro factor de riesgo conocido y modificable. Se estimó que más del 30% de los adultos (1.390 millones) en todo el mundo tenían hipertensión en 2010, y los especialistas remarcaron que a medida que la población envejece, se espera que aumente la prevalencia, lo que, si no se trata, causaría una enorme carga de morbilidad.
De allí que para mitigar la creciente carga de la hipertensión, la identificación de sus factores de riesgo modificables a nivel individual y poblacional sigue siendo una estrategia fundamental.
“Parece posible que una elevada exposición a aire contaminado deje al cuerpo más vulnerable a los efectos peligrosos del ruido del tráfico y viceversa”, escribieron los autores del trabajo en la publicación.
Los investigadores consiguieron así pruebas más fiables de algo que costaba demostrar y dieron argumentos a quienes defienden que regular el tráfico, reduciendo tanto el ruido como la contaminación del aire, es una medida útil para disminuir los problemas de salud cardiovascular y otras enfermedades en toda la población.
Julio Díaz es investigador del Instituto de Salud Carlos III, en España, y si bien no participó del presente estudio, en un análisis dado a conocer en 2015 había estimado que bajar el ruido del tráfico en la Comunidad de Madrid un decibelio supondría evitar 468 muertes prematuras al año.
Respecto al último trabajo, consideró que estos resultados “son importantes para incluir el ruido asociado al tráfico como causa de muchos problemas de salud”. “Nosotros publicamos un estudio en el que calculamos el número de coches circulando en una zona y los ingresos hospitalarios estaban relacionados. Según él, “en las zonas de bajas emisiones solo se piensa en el beneficio de reducir” el dióxido de nitrógeno, pero “no se mira el ruido” pese a la relevancia de sus efectos. Estudios como el publicado ahora sugieren que el daño del ruido sobre la salud crece de una forma lineal”.
En la misma línea, el cardiólogo del Hospital Universitario La Paz, en Madrid, Carlos Escobar, coincidió en que “no se vigila lo bastante el ruido al que las personas están expuestas”. “El ruido agudo es fácil de detectar, como cuando alguien da un grito o hay una máquina debajo de casa, pero el ruido crónico elevado puede ser más peligroso, porque te acabas acostumbrando -aseveró-. Con el tiempo, puede aumentar la presión arterial y ser una variable que después incremente el riesgo de ictus o infarto”.
Y tras enfatizar en la importancia de controlar el ruido de los coches, que en Madrid podría suponer el 80% del total, Escobar también señaló “a las condiciones del lugar de trabajo o a lo que se hace en casa, donde se puede poner durante mucho tiempo música alta o videojuegos”. “Si lo haces crónicamente, puede ser malo, no solo para la audición, sino para la salud cardiovascular”, aseguró.
Díaz coincidió en el peligro de esos sonidos considerados agradables a muchos decibelios: “Hay un componente subjetivo y, aunque no sea lo mismo el ruido que quieres oír, como una canción a mucho volumen, el impacto que tiene es el mismo”. “La gente puede pensar que se acostumbra a un ruido, y los que vivimos en grandes ciudades nos acostumbramos al ruido de los coches, pero nuestro cuerpo no se acostumbra”, advirtió el especialista, quien señaló que “estudios en los que se ha sacado sangre a gente antes y después de someterlos a ruido mostraron que hay mayores niveles de glucosa, de colesterol o de cortisol, que es la hormona del estrés”.
Para él, “la explicación simplificada sería que el cuerpo vive el ruido como una agresión, y cuando necesita repeler una agresión, lo primero que hace es aumentar la presión arterial y la frecuencia cardiaca, y verter al torrente sanguíneo sustancias como el cortisol”. “Altos niveles de sustancias como el cortisol debilitan el sistema inmune y facilitan las infecciones respiratorias, y una inflamación celular crónica produce muchos otros problemas de salud”, resumió.
Finalmente, los autores del estudio consideraron que sus hallazgos son una llamada de atención a las autoridades, para que alivien el impacto del ruido del tráfico como parte de un esfuerzo social, aplicando medidas de control más estrictas, mejorando las carreteras y el diseño urbano y fomentando la inversión en vehículos más silenciosos.
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