Este lunes 30 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el COVID-19 sigue constituyendo una “emergencia de salud pública de importancia internacional”, la máxima forma de alerta que contempla esta entidad. Según señaló en un comunicado, la pandemia se encuentra en un “punto de transición”, que sigue precisando de una gestión cuidadosa para “mitigar las posibles consecuencias negativas”.
Esta declaración del organismo tuvo lugar tras un encuentro encabezado por el director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus. “Al entrar en el cuarto año de esta pandemia, no hay duda de que estamos en una situación mucho mejor ahora que hace 365 días, cuando la ola de la variante Ómicron estaba en su apogeo”, detalló. No obstante, los expertos de la OMS aclararon que, desde principios del mes de diciembre, “las muertes reportadas semanalmente han ido en aumento y en las últimas ocho semanas más de 170.000 personas en el mundo han perdido la vida a causa del SARS-CoV-2″.
De acuerdo al comunicado, “la llegada de vacunas y tratamientos ha cambiado considerablemente la situación de la pandemia desde 2020, y el director general de la OMS ha detallado que espera ver el final de la emergencia en este 2023, sobre todo si se puede mejorar el acceso a las contramedidas a nivel mundial”.
Días atrás, los asesores del comité de expertos de la OMS le revelaron a la agencia Reuters que no es el momento de poner fin a la emergencia sanitaria, “dada la incertidumbre sobre la oleada de infecciones en China después de que levantara sus estrictas restricciones a finales de 2022″. De esta manera, la OMS advirtió que se necesitan “medidas de salud pública a largo plazo, ya que se espera que el virus siga siendo un patógeno establecido en un futuro inmediato”.
Según las cifras difundidas por el organismo, el COVID “ha provocado oficialmente 6.804.491 muertes hasta el 27 de enero, aunque la organización y los expertos están de acuerdo en decir que el número de decesos es en realidad mucho más alto”.
Bajo estos preceptos, desde la OMS dejaron las siguientes recomendaciones para sus países miembros.
-Centrarse en la vacunación y los refuerzos.
-Mejorar la notificación de datos a la OMS.
-Aumentar la utilización y la disponibilidad a largo plazo de vacunas, medios de diagnóstico y terapéuticos contra el COVID-19.
-Prepararse para futuros brotes.
-Trabajar con las comunidades.
-Ajustar las medidas de viaje a sectores de riesgo.
-Apoyar la investigación para mejorar las vacunas y la condición posterior al virus.
La situación en Argentina
De acuerdo al último reporte emitido por el Ministerio de Salud de la Nación, desde que comenzó la pandemia a principios de 2020 se registraron 10.037.135 casos y 130.421 muertes por COVID en el país. A su vez, según el boletín epidemiológico elaborado por la cartera que conduce Carla Vizzotti, “en Argentina, la situación actual de variantes de SARS-CoV-2 se caracteriza por una circulación exclusiva de la variante Ómicron”. En cuanto a los sublinajes, “se registra un mayor número de muestras positivas para ÓmicronBQ.1″, conocida como “perro del infierno”.
Este sublinaje es “hijo” de la subvariante BA.5, por lo cual las vacunas bivalentes (o bivariante) están diseñadas para “enfrentarlo”. De todos modos, los especialistas destacan la importancia de aplicar las dosis de refuerzo (ya sean estas nuevas formulaciones o las ya avaladas para el virus ancestral) para elevar la respuesta inmune y obtener una mejor protección ante la infección.
El nombre “perro del Infierno” o “sabueso del Infierno” (Hellhound, en inglés) se relaciona con el “Cancerbero” o “Cerbero”, el perro de tres cabezas cuyo “dueño” era Hades, el dios de los muertos y el inframundo en la mitología griega. Descripto como un feroz guardián, este can debía cuidar las puertas del Infierno para que los muertos no escaparan y, en paralelo, los vivos no ingresaran.
En ese marco, la razón de que esta subvariante fuera denominada de ese modo radica en que es, al menos, un 10% más transmisible que otras variantes, con lo cual se buscó establecer una analogía por lo difícil que es huir de ella, y su capacidad de evadir anticuerpos. “Esta variante deriva de la BA.5, también dentro de la BQ.1 está la BQ.1.1, que es una subvariante”, le había explicado anteriormente a Infobae el bioquímico, inmunólogo e investigador principal del CONICET, Guillermo Docena.
Según el experto, la aparición de estas variantes tiene lugar “por acumulación de mutaciones, que las hacen más transmisibles. Permanentemente están apareciendo variantes porque el virus, a medida que se transmite y se replica, va mutando; pero algunas variantes que se generan no desplazan a las anteriores”.
En ese tono, Docena había señalado: “Hay que resaltar que ya se detectó este virus en Argentina y, si está acá, va a estar circulando. Como la gente está vacunada, van a tener una enfermedad leve y probablemente ni se enteren que tuvieron COVID. Mucho menos aún que tienen esta variante; es por eso que la van a transmitir. O sea, el que está vacunado, aunque tenga todas las dosis de refuerzo, se va a contagiar igual, pero la diferencia con el no vacunado es que va a tener una enfermedad leve, como una gripe o directamente va a ser asintomático, pero puede transmitir virus a terceros”.
El pasado martes 24 de enero comenzó en todo el país la distribución de vacunas bivalentes o bivariantes contra el COVID-19. A cada una de las 24 jurisdicciones que conforman la Argentina les corresponde decidir cuándo y cómo aplicará estas dosis como parte del plan estratégico de inmunización, que ya incluyó vacunas desarrolladas en base a diferentes plataformas.
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