La infertilidad puede ser el resultado de un problema de uno de los integrantes o de una combinación de factores que impiden el embarazo. Afortunadamente, existen varias terapias efectivas que mejoran significativamente las probabilidades de lograr un embarazo.
A través de diferentes técnicas se pueden obtener embriones, que pueden ser implantados en el útero de la mujer o pueden ser congelados para su uso posterior. En las diferentes modalidades, los centros dedicados a la reproducción asistida deben verificar que tanto los óvulos, los espermatozoides y los embriones correspondan a la pareja que le pertenece.
Recientemente, en San Isidro, en la zona norte del conurbano bonaerense, en Argentina, una pareja tuvo a su tercer hijo. Cuando le dieron el alta a la mujer, el padre del bebé advirtió que el grupo sanguíneo no se correspondía con los de él y su esposa. Al practicarse un estudio de ADN, encontraron que el bebé no era genéticamente compatible con la pareja.
Se trataba de un embrión que pertenecía a otra pareja, que no lo había donado sino que lo tenía almacenado. Es el primer caso de este tipo que se conoce en la Argentina. Existía voluntad de tener un hijo en ambas parejas que habían recurrido a la misma clínica de fertilidad.
Cuando las personas consultan por asistencia en la reproducción, pueden acceder a diferentes técnicas, de menor a mayor complejidad. Una de las técnicas de reproducción asistida de alta complejidad es la fecundación in vitro, por la cual se logra la unión del óvulo y el espermatozoide en un laboratorio. Otra técnica es la de ICSI, que consiste en la inyección intracitoplasmática de espermatozoides.
“Hay diferentes momentos en el uso de las técnicas de reproducción asistida. En cada momento, los equipos de profesionales deben asegurar los datos sobre los óvulos, los espermatozoides o los embriones que hay dentro de un centro de fertilidad asistida”, explicó a Infobae el director de Halitus Instituto Médico, Sergio Pasqualini.
Uno de los primeros momentos es cuando se aspiran óvulos de la mujer. Esos óvulos son recibidos por los biólogos, quienes ya los rotulan con códigos para identificar a quién pertenecen, señaló Pasqualini. También reciben la muestra de espermatozoides de la pareja y se rotula.
Una vez que se obtienen los embriones por alguna de las técnicas disponibles, también se les debe poner un código. En el quirófano, antes de implantar los embriones se verifica en varios momentos si los embriones corresponden a la mujer que los quiere recibir.
“Puede existir la posibilidad de que las pacientes de un mismo día tengan nombres similares. Por lo cual, se debe hacer una verificación de datos de historia clínica y de los datos de los embriones para que no haya confusión”, precisó. Cada embrión se debe registrar con un código que se corresponde con los datos de la pareja.
“Cada equipo profesional debe asegurar todo el proceso que va desde la aspiración del óvulo hasta la implantación de los embriones sea verificado con la pareja que corresponda. Es un protocolo que hay que seguir al pie de la letra. Están surgiendo programas de inteligencia artificial que van a aportar aún más seguridad, pero hoy los pacientes pueden tener tranquilidad de que los protocolos se cumplen”, según Pasqualini.
“El error humano puede ocurrir en cualquiera de las etapas del procedimiento. En el caso de la pareja de San Isidro habría ocurrido un error en el momento en que se tomó el embrión y se transfirió. La pareja que llevó adelante el embarazo del embrión de otra pareja. Pero sus propios embriones no evolucionaron y tampoco se transfirieron”, comentó el especialista.
Después de aplicar alguna de las técnicas de fertilidad, el óvulo puede resultar ser fecundado. Luego se divide y se convierte en un embrión. El personal de laboratorio debe vigilar regularmente al embrión resultante para asegurarse de que esté creciendo de manera apropiada. En aproximadamente 5 días, el embrión tiene varias células que se están dividiendo activamente.
Cuando se decide la implantación, los embriones son colocados dentro del útero de la mujer de 3 a 5 días después del retiro y fecundación del óvulo. El procedimiento se hace en el consultorio del médico mientras la mujer está despierta. El médico introduce un catéter que contiene los embriones dentro de la vagina a través del cuello uterino hasta el interior del útero. Si un embrión se implanta en el revestimiento del útero y crece allí, se presenta el embarazo.
Consultada por Infobae, Stella Lancuba, del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva (CIMER), dijo que “cuando se atiende a las personas en la búsqueda de un hijo, se aplican rigurosas normas y protocolos de trazabilidad. Existe la posibilidad de identificar puntos de riesgo y prevenirlos. Los procesos pueden seguirse por trazabilidad y forman parte de la seguridad del paciente”.
Antes la pareja de los procedimientos, las personas firman un consentimiento informado para todo el proceso, incluso se especifica si acepta gametos propios o donados, especificó Lancuba.
“En caso de criopreservación en un tanque nitrógeno líquido —explicó Lancuba— el embrión se coloca dentro de un dispositivo específico. Este dispositivo tiene los datos de los pacientes, incluyendo datos de la historia clínica. Es un proceso que relaciona a los embriones con la pareja a la que le corresponde. Todo se codifica para asegurar la trazabilidad. Si se hace el descongelamiento y la persona entra al quirófano para recibir la implantación, se verifica la identidad y se hace la trazabilidad con el embrión que estaba guardado. El proceso también implica tener en cuenta si el embrión fue donado. Hay un proceso de ejecución, control y registro”.
Si bien el caso sucedido en San Isidro es el primero en Argentina, existen otros antecedentes de situaciones similares en el mundo. En julio de 2019, una pareja de California demandó a una clínica de fertilización por lo fue descrito como un terrible error de fecundación in vitro que llevó a otra mujer a dar a luz a su bebé. Anni y Ashot Manukyan, residentes de Glendale, suburbio de Los Ángeles, acusaron ante un tribunal a la clínica CHA Fertility Center por el mal manejo de sus embriones. El caos llevó a que una mujer de Nueva York diera a luz a su hijo en marzo, luego que dos embriones, el de los Manukyan y el de otra pareja no identificada- fueran implantados por error en su útero.
La mujer de Nueva York, que es de ascendencia coreana, estaba esperando tener gemelas, pero terminó con dos niños, el primer indicador de que algo errado estaba pasando. Posteriormente, dio a luz por cesárea a dos varones que no tenían rasgos asiáticos, a pesar de que los padres lo son. Los Manukyan dijeron a periodistas que no sabían que habían tenido un hijo hasta que la clínica los contactó para solicitarles una muestra de ADN que permitiera determinar si el niño nacido en Nueva York era suyo. Las pruebas confirmaron que ni el hombre ni la mujer “estaban genéticamente relacionados con los bebés” y que ni siquiera “los dos bebés estaban genéticamente relacionados entre ellos”, según especifica el escrito de 28 páginas.
En 2017, una mujer de 31 años y su pareja, de 41, se sometieron a un proceso de fecundización in vitro en el Instituto Canario de Infertilidad (ICI). Según la Audiencia Provincial de Las Palmas, cuya sentencia confirmó el Tribunal Supremo, el equipo médico utilizó una muestra equivocada y la mujer quedó embarazada de gemelos de otro donante.
En 2019, también en Estados Unidos una pareja se sometió a una fecundación in vitro (FIV) con el Doctor Melvin Thornton. De acuerdo a los padres, el menor no está relacionado genéticamente con ellos, por lo que iniciaron un proceso de demanda contra el médico. Lo anterior lo intuyeron, luego de que el bebé nacido no tuviera la misma pigmentación que el padre, la madre genética y su primer hijo, quienes al parecer tienen una tez mucho más clara.
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