Este 17 de noviembre es el Día Mundial del Aire Puro, una jornada que se celebra el tercer jueves de este mes por una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿El objetivo primordial? Que se tome dimensión de las consecuencias de la contaminación aérea, especialmente aquellas relacionadas a la salud de los seres humanos.
La ciencia, en este sentido, viene avanzando año a año a través de nuevas investigaciones que muestran el daño que genera esta problemática en el organismo. Según algunas estimaciones, casi el 20% de las muertes por enfermedades cardiovasculares están asociadas a la contaminación del aire.
En 2022, la OMS advirtió que el 99% de la población mundial respira aire de mala calidad, y asoció a estas cifras con muertes evitables y con enfermedades de la respiración y cardiovasculares. Para llegar a estas conclusiones, la organización recabó las últimas mediciones en tierra de las concentraciones anuales de dióxido de nitrógeno (NO 2), que es calificado como un contaminante urbano común y como precursor de material particulado y de ozono. En general, estas emisiones surgen por actividades humanas como la quema de combustibles fósiles.
“El material particulado es capaz de penetrar profundamente en los pulmones e ingresar al torrente sanguíneo, causando de este modo impactos cardiovasculares, cerebrovasculares -como por ejemplo el derrame cerebral- y respiratorios. Hay evidencia emergente de que las partículas impactan en otros órganos y también causan otras enfermedades”, profundizó la OMS en un comunicado.
Con estos preocupantes números sobre la mesa, respirar aire puro es casi una utopía. Anteriormente, el profesor de Química en la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET y de la Universitätsklinikum Freiburg (Alemania), Timoteo Marchini, le había explicado a Infobae: “Dentro de los contaminantes presentes en el aire, hay uno en especial que se llama material particulado o partículas finas de contaminación ambiental, cuya abreviatura es PM2.5″. Según el científico, esta sustancia puede ingresar en los pulmones y “provocar una reacción inflamatoria descontrolada, exacerbada y sostenida en el tiempo”.
De acuerdo a datos relevados por la Federación Argentina de Cardiología (FAC), en el mundo fallecen cerca de 7 millones de personas al año debido a la contaminación aérea; la mitad de ellas en el marco de problemas cardiovasculares. “Casi el 20% de las muertes por enfermedades cardiovasculares se atribuyeron a la contaminación del aire, siendo el cuarto factor de riesgo de mortalidad más alto, con más muertes atribuibles que el colesterol LDL alto, que el índice de masa corporal alto, que la inactividad física y que el consumo de alcohol”, informaron desde la entidad.
En segundo término, la FAC indicó que esta crisis medioambiental produce una pérdida promedio de 20 meses en la esperanza de vida de la población mundial.
El panorama en Argentina
Más allá de los números a nivel mundial, en nuestro país la situación también es preocupante. Según la OMS, hay 15 millones de muertes anuales por la mala calidad del aire.
Uno de los primeros y únicos trabajos científicos que puso el foco en el plano local -específicamente en la ciudad de Buenos Aires- fue realizado por investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA) junto a colaboradores del departamento de Inmunología de dicha casa de altos estudios; a miembros del Departamento de Patología de la Facultad de Medicina; a investigadores del CONICET; y a expertos de la Universitätsklinikum Freiburg.
Según este estudio, que fue publicado en la revista Environmental Pollution, respirar el aire de la capital de Argentina produce e incluso agrava las enfermedades cardiovasculares. “En nuestro estudio, los resultados son relevantes para poder explicar los efectos de los contaminantes ambientales sobre la salud humana, ya que fueron evaluados los sistemas respiratorio, circulatorio y el cardíaco en ratones, que son similares a los humanos”, le había señalado a Infobae la profesora e investigadora Natalia Magnani, una de las autoras.
A su vez, Magnani añadió: “Es importante evaluar los mecanismos orgánicos frente a la contaminación aérea en sistemas completos, por eso la elección de un modelo animal que nos permite analizar en una forma completa y cercana, y nos permite identificar los principales targets de los efectos tóxicos de los contaminantes ambientales”.
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