Monstruos, carreras sin llegar a ningún lado, caídas imprevistas o momentos de angustia. Todos estos conceptos, o alguno en particular, pueden ser el “plato principal” de las pesadillas. Es que éstas se caracterizan por la experiencia de fuertes emociones negativas que ocurren generalmente durante el sueño y, en particular, en el denominado REM, es decir cuando los movimientos oculares rápidos dominan nuestro descanso.
Las pesadillas implican imágenes y pensamientos de agresión, conflicto interpersonal y fracaso, y emociones como el miedo, la ira y la tristeza. Y pueden ser idiopáticas (sin signos clínicos de ninguna otra psicopatología) o asociadas con otras enfermedades, incluido el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Asimismo, las pesadillas postraumáticas suelen ser réplicas recurrentes del evento que impulsó un trauma. Mientras que las idiopáticas pueden tener una variedad de temas oníricos. Independientemente de su origen subyacente, cuando son frecuentes y causan una angustia significativa o un deterioro social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento, ya toman el cariz del llamado trastorno de la pesadilla.
En un estudio que se publicado en la revista Current Biology, científicos suizos señalaron que las pesadillas pueden prevenirse mediante terapia de sonido. Según los especialistas del Departamento de Neurociencias Básicas de la Facultad de Medicina en la Universidad de Ginebra, estos escenarios aterradores, que van desde ser perseguido, encontrarse con monstruos y demonios, hasta ver que algo trágico le sucede a un ser querido, pueden llegar a revertirse.
La falta de sueño, o su mala calidad, puede también estar relacionada con una serie de enfermedades graves, como la demencia, las enfermedades cardíacas y el cáncer. En terapia se entrena a los soñadores para que ensayen versiones positivas de sus vivencias imaginarias más frecuentes y aterradoras. Sin embargo las malas experiencias pueden convertirse en sucesos regulares, visitando a los soñadores muchas veces a la semana y afectando la calidad de vida.
Los científicos han ido un paso más allá al reproducir un sonido relacionado con una experiencia diurna gratificante. Según indicaron, emitieron este sonido a través de una diadema inalámbrica mientras los participantes dormían. El resultado, logaron reducir la frecuencia de las pesadillas.
“Existe una relación entre los tipos de emociones experimentadas en los sueños y nuestro bienestar emocional. Basándonos en esta observación, tuvimos la idea de que podíamos ayudar a las personas manipulando las emociones en sus sueños”, explicó el autor principal del trabajo, Lampros Perogamvros, psiquiatra del Laboratorio del Sueño de los Hospitales Universitarios de Ginebra.
Efecto a mediano plazo
Perogamvros y sus colegas reclutaron a 36 pacientes y los dividieron en dos grupos, la mitad de los cuales también recibieron la exposición al sonido. Tuvieron que crear una asociación entre una versión positiva de su pesadilla y un ruido durante un ejercicio de imaginación, que practicaban a diario.
El casquete que les colocaron en su cabeza envió los tonos durante el sueño REM durante 2 semanas, la etapa en la que ocurren la mayoría de las pesadillas. A diferencia de quienes experimentaron los sonidos, quienes solo recibieron la terapia de ensayo con imágenes enfrentaron peores momentos.
Todos los voluntarios, sin importar la técnica aplicada, experimentaron una disminución de las pesadillas cada semana. Sin embargo, los que recibieron la terapia de sonido tuvieron menos durante, al menos, 3 meses. En contraposición, vivenciaron más alegría durante sus sueños, según relataron los autores del estudio.
“Para nosotros, investigadores y médicos, estos hallazgos son muy prometedores tanto para el estudio del procesamiento emocional durante el sueño como para el desarrollo de nuevas terapias”, afirmó Perogamvros. Además, del experto, el equipo suizo estuvo integrado por Sophie Schwartz y Alicia Clérigo, quienes indicaron que los resultados respaldan que tales terapias combinadas deberían probarse a mayor escala. “Esto determinará el alcance y la generalización de su eficiencia”, concluyeron en su investigación.
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