Las alergias se encuentran entre las afecciones crónicas más comunes en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 30% y el 40% de la población mundial sufre algún tipo de alergia. Con la proximidad de la primavera, la aparición de síntomas recrudece y una de las acciones habituales es recurrir a la medicación. Sin embargo, especialistas de la división de endocrinología perteneciente al Centro Médico de la Universidad de Leiden en los Países Bajos acaban de anunciar que algunos tipos de esteroides comúnmente prescritos podrían provocar cambios en la estructura del cerebro.
Tomar glucocorticoides orales o inhalados, llamados glucocorticoides sistémicos, un tipo de esteroide que se usa para frenar la inflamación en el asma y otros trastornos autoinmunes, de modo prolongado se ha relacionado previamente con posibles efectos secundarios a largo plazo.
Los investigadores, en un documento que publicaron recientemente en BMJ Open, se propusieron examinar el impacto de los glucocorticoides en el cerebro mediante la evaluación de las diferencias en el volumen de la materia gris y la microestructura de la materia blanca en los usuarios en comparación con los no usuarios. El equipo examinó datos de 222 usuarios de glucocorticoides sistémicos, 557 usuarios de glucocorticoides inhalados y 24.106 personas emparejadas para comparar. Su análisis muestra que en la gran cohorte poblacional del Biobanco del Reino Unido, el uso no solo de glucocorticoides sistémicos sino también de glucocorticoides inhalados está asociado con cambios en varios parámetros de imágenes cerebrales.
Los expertos examinaron resonancias magnéticas del cerebro tanto de los que tomaban los medicamentos como de los que no. Descubrieron que tanto el uso de glucocorticoides sistémicos como los inhalados se asociaron con una “integridad reducida de la sustancia blanca” en comparación con aquellos que no fueron administrados con estos medicamentos. Los efectos fueron mayores en los usuarios sistémicos que en los usuarios de esteroides inhalados.
También encontraron cambios en la materia gris del cerebro entre los usuarios. El estudio sostuvo que el uso sistémico se asoció con un mayor volumen de materia gris en la estructura del caudado en el cerebro, mientras que los usuarios inhalados tenían un menor volumen de materia gris en la amígdala. Los usuarios sistémicos también tenían más probabilidades de autoinformar síntomas de depresión, desinterés, inquietud y cansancio en comparación con el grupo de control.
Si bien no está claro si los tamaños del efecto observados tienen consecuencias clínicas para la población de usuarios de glucocorticoides en general, estos hallazgos son notables debido a los efectos secundarios neuropsiquiátricos comunes de los glucocorticoides sintéticos, y los cambios observados pueden desempeñar un papel en aquellos pacientes que padecen estos efectos secundarios.
Los usuarios inhalados, por su parte, solo informaron más cansancio y letargo en comparación con los controles. “Este estudio muestra que en la gran cohorte poblacional del Biobanco del Reino Unido, el uso no solo de glucocorticoides sistémicos sino también de glucocorticoides inhalados está asociado con cambios en varios parámetros de imágenes cerebrales”, explicó el especialista Merel van der Meulen, primer autor del documento.
“Lo más notable es que los efectos de los glucocorticoides sobre la microestructura de la materia blanca informados anteriormente también se detectaron en esta población y, por lo tanto, es probable que se generalicen entre los usuarios de glucocorticoides”, agregó.
Si bien aún no está claro si los tamaños del efecto observados tienen consecuencias clínicas para la población de usuarios de glucocorticoides en general, “estos hallazgos son notables dados los efectos secundarios neuropsiquiátricos comunes de los glucocorticoides sintéticos, y los cambios observados pueden desempeñar un papel a considerar y tratar en esos pacientes que sufren estos efectos secundarios”, concluyó van der Meulen.
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