Su condición de neurólogo, psiquiatra, doctor en filosofía y medicina e investigador brillante del CONICET, al doctor Luis Ignacio Brusco, flamante decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), lo determina para tener una mirada holística, precisa y multidisciplinaria de las cosas.
Queda más claro cuando arranca la charla con Infobae que puntualiza con exactitud prusiana el actual clima de época que nos rodea: “No asistimos a un tiempo de pospandemia como se lo suele definir, sino a uno de peripandemia; porque la pandemia global por COVID aún nos rodea y tiene impacto directo en nuestras conductas psicosociales, en las decisiones de salud pública, en cómo se organiza el personal de la salud y por supuesto tiene (y tuvo) un impacto fuerte en la universidad”.
Como buen neurocientista, al doctor Brusco también le preocupan los sesgos de confirmación en este siglo XXI, esos conjuntos de creencias que de alguna manera encapsulan a las sociedades a través de un sistema de ideas que impiden promover las divergencias; y sobre todo empobrecen el debate público: en el tema salud fue muy evidente la desinformación que circuló en la pandemia por COVID respecto de qué hacer con las vacunas y los tratamientos disponibles contra el virus SARS-COV-2, entre muchas otras cuestiones.
“Los sistemas de creencias cerrados también llamados por las neurociencias sesgos de confirmación afectan la capacidad de discernimiento de las sociedades modernas. Frente a las noticias de ciencia y salud es muy importante saber y ahondar en ¿quién lo dijo? ¿en qué contexto? ¿qué instituciones médicas o expertos avalan o refutan esa información?”.
En su extensa carrera científica Brusco tiene otro don: el de saber comunicar, algo poco habitual entre los que llegan a puestos altos en los claustros académicos argentinos. Fue uno de los primeros neurólogos que habló en televisión sobre el poder del cerebro, centrando sus investigaciones alrededor de la enfermedad del Alzheimer y otros males neurodegenerativos. En agosto 2022, ocupó la silla caliente al frente del decanato de la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA -con la llegada de Ricardo Gelpi y Emiliano Yacobitti como rector y vicerrector de la UBA respectivamente-; y antes ya había pasado por el cargo de vicedecano, “conocía muy de cerca la gestión dentro de la universidad”.
Actualmente en la Facultad de Medicina cursan 140 mil alumnos entre grado y posgrado; por la dimensión de la universidad y la calidad de su enseñanza, la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA siempre está bajo la lupa. Brusco aporta datos y cifras sustanciales para dimensionar su movimiento: Medicina es la única facultad que incrementó de manera sostenida, en los últimos años, la matrícula.
Y fue contundente cuando se refirió a que “no hay ningún plan en marcha, ni proyecto alguno, para derogar el Ciclo Básico Común (CBC) por una simple y gran razón: funciona fantástico y es una herramienta de nivelación muy innovadora cuando se la compara con el mundo. En la UBA hoy nadie discute derogar el CBC”, aclaró. En diálogo con Infobae desde su imponente despacho en la facultad de Medicina - emplazado frente a Plaza Houssay- el nuevo decano de Medicina Luis Ignacio Brusco habló de todo.
—Doctor Brusco, ¿cómo evalúa la enseñanza actual de la medicina? Y hablando del sistema de creencias de la sociedad argentina, está instalado que muchos estudiantes de la región y de otros países vienen a estudiar gratis medicina a la Argentina. ¿Tenemos capacidad de recibirlos sin complicar a los locales ?
—Al contrario de lo que opinan muchos, para nosotros es un orgullo que vengan estudiantes de la región y del mundo a estudiar Medicina en la Argentina. ¡Claro que hay lugar, y tenemos capacidad para recibirlos! Nosotros somos pragmáticos en ese sentido, hoy podemos dar respuesta a los estudiantes de otras latitudes y estamos contentos de recibir a los miembros de la región y también a los de otros países lejanos. Eso nos dignifica. ¿A quién se le ocurriría decir a un recibido en Harvard que no venga a la Argentina? Para ser claro, no es un problema de la Facultad de Medicina, es más un problema que se plantean algunos sectores de la sociedad por su propio sistema de creencias.
Yo estudié en la época de la dictadura y luego en la democracia, así que tengo experiencia absoluta sobre cómo influyen los contextos políticos en el ejercicio de la libertad y el acceso a la educación: el primer punto para aclarar en cuanto a la cuestión médica es que no sobran médicos en la Argentina. Decir esto hoy es casi paradójico cuando vimos que en la pandemia por COVID claramente faltaron médicos en el país y en toda la región, incluso en las grandes ciudades.
En segundo lugar, no todo recibido de medicina hará atención clínica; puede hacer atención básica, educación, tomar decisiones, neuro derecho, neuro economía, atención primaria, políticas de salud, políticas administrativas... Es decir, ese concepto -tan medicalizador- de que un médico hace solamente una receta o toca una panza es un error.
Hoy en el mundo el grado es una instancia convencional. Por lo cual puedo afirmar, en primer lugar, que faltan médicos, no sobran; y en segundo lugar, que en la Universidad de Buenos Aires hay una instancia muy importante que es el Ciclo Básico Común (CBC) que es un hecho- te diría- casi revolucionario porque es un nivelador social y educativo. Y también de integración a una nueva comunidad que es la comunidad universitaria.
—Usted es consciente igualmente de que cada tanto se reaviva el debate sobre el ingreso restricto a la universidad, a través de un examen por ejemplo. Sobre medicina hubo muchas críticas sobre que los estudiantes “se formaban con baches…”¿Cómo analiza estas ideas?
—Muchas veces en la universidad parte del fracaso pasa justamente por la no nivelación. En cambio, con el CBC se propone un ingreso a un sistema donde se identifica a las personas y éstas se interrelacionan. De todos los sistemas que hubo, en nuestra experiencia, éste es el mejor. Dicho esto, claramente, el sistema educativo del CBC no está puesto en discusión.
La política educativa en la Universidad de Buenos Aires es una política transversal, no hay nadie en ninguna instancia que esté discutiendo el CBC. No es un debate y la verdad es que quienes hemos pasado por exámenes de ingreso en la época de la dictadura, sabemos claramente lo que es. Hoy los médicos de la Facultad de Medicina de la UBA son los que ganan la mayoría de los porcentajes de las residencias, es una facultad de mucho prestigio, y alto nivel en Iberoamérica.
El debate que sí hay que dar es que estudiar medicina hoy implica cambiar el punto de vista: hay que fusionar, debe ser traslacional. Antes la cosa estaba dividida entre los que hacían clínica y los que hacían investigación. Y este escenario ahora cambió…se necesita un trabajo mancomunado entre todas las disciplinas y especialidades. Y esto lo dejó muy claro la pandemia, y por eso se lograron buenos resultado en ciencia aplicada.
—De alguna manera la pandemia puso en relevancia algunas paradojas que impactaron en la enseñanza universitaria. Por un lado, la consolidación de la enseñanza virtual que amplió el acceso, y por el otro, la baja en la calidad…
—Hay cosas buenas y cosas malas de la virtualidad, nosotros creemos que las cosas buenas hay que mantenerlas. A su vez, la presencialidad es fundamental para la intersubjetividad, para reconocernos como seres gregarios que somos, y también para la educación práctica en la medicina. En las áreas de ciencias médicas son críticas las prácticas, y fueron un problema importante durante la pandemia, que por suerte pudimos resolver rápidamente. Veamos ahora las cosas malas del zoom y de la virtualidad, que tienen que ver fundamentalmente con la pérdida de lo tridimensional.
Cuando las personas no nos vemos personalmente, cómo nos estamos viendo ahora, la gente que verá esta nota por video no lo verá así, como nosotros. En el aquí y ahora se nos prenden neuronas -llamadas neuronas en espejo- que no se “nos prenden” de otra manera y esas neuronas hacen muchas cosas: entender lo que piensa y siente el otro; entender quiénes somos nosotros y quién es el otro. Esto en la virtualidad pura se pierde y para la educación es un tema complejo.
Otra cuestión más compleja son las dismorfias, personas que viéndose todo el tiempo en el zoom o se aburren, o directamente pueden disparar una cosa que no pasó, porque la cámara no nos refleja realmente cómo somos; por eso estar todo el tiempo viéndonos a nosotros mismos a través de un video también es bastante complejo.
—¿Cuál es la secuela o la transformación más directa que usted advierte que dejó la pandemia en una facultad como Medicina?
— En cuanto al impacto cultural social de lo que nosotros llamamos la peripandemia -porque está todavía está entre nosotros- hay muchas cuestiones, desde las secuelas concretas por la enfermedad COVID, hasta los fenómenos culturales que se generaron, por cuestiones que tienen que ver con la pérdida de la temporalidad, con la pérdida de la espacialidad, los cambios interpersonales, dificultades para entender que pasaron dos años; y a partir de eso, la conciencia del paso del tiempo.
La gente piensa que esos dos años no pasaron, sobre todo en etapas de la vida de alto impacto como son el primer año de vida, la adolescencia o cuando el adolescente pasó a ser mayor de edad. Y también es cierto que no todo el mundo accedió a lo virtual.
Ranking en alza
Los números abrazan con fuerza a la UBA. En el último y prestigioso ranking mundial QS que se conoció, la UBA pasó del puesto 209, en 2014; al 67 en la actualidad. Y desde hace ocho años es la mejor Universidad de Iberoamérica
—La UBA es reconocida como referente en América Latina, pero hace falta adaptar el formato actual, sumar tecnología en el proceso educativo. ¿Cuáles son los desafíos más urgentes que existen a futuro?
—Claramente en una sociedad como la argentina sabemos que las políticas educativas por diferentes motivos en la educación primaria, secundaria y mucho más post pandemia han tenido mucha dificultad de nivelación, y provocaron aún más inequidades. Por lo cual mal estaríamos hablando de cambiar el sistema en este momento donde hubo más inequidades que nunca en el sistema educativo.
—¿Bajo la idea que usted aportó al debate de que “no sobran médicos en la Argentina”, ¿podemos explorar las causas? ¿Por qué ocurre esto? ¿Hay deserción y no terminan la carrera? ¿Hay problemas con los ingresantes, no la eligen como opción?
— Es muy interesante la pregunta, estamos en esa etapa de investigar qué sucede, es todo muy cambiante, muy pragmático y más en la peripandemia. Pero no es un tema de la Argentina solamente, ocurre en países europeos desarrollados que incluso nos vienen a solicitar médicos a la Argentina.
La idea de que “no sobran médicos” es global, es un hueco fuerte tanto en los países desarrollados, como en los emergentes. Hay que fomentar políticas de postgrado y desarrollo en investigación. Nosotros estamos muy contentos de que los médicos hagan investigación básica, hagan doctorados, se dediquen a las políticas de salud y al estudio de las políticas de toma de decisiones.
Por suerte, la matrícula de la carrera se está incrementando; Medicina es la única facultad que incrementa sistemáticamente la matrícula, creemos que a partir de la distribución de cada vez más ramas de especialidades, ayudará a distribuir más la medicina.
Ya no se trata de las cuatro salidas tradicionales: pediatría, cardiología, psiquiatría y clínica; sino de las genéticas, las bioinformáticas, entre muchas otras; es increíble la cantidad de especialidades que se abren. Es necesario que los graduados comprendan y se distribuyan de acuerdo a estos nuevos escenarios y posibilidades.
—Uno de los objetivos que usted se planteó en su gestión es complementar la diplomatura con otras profesiones y herramientas tecnológicas, aplicadas a la salud, para abarcar temas más globales, más allá de la medicina. ¿Qué implica avanzar por este camino? Y le pregunto específicamente, por la incorporación de la Inteligencia Artificial (IA)
—Justamente yo vengo de las neurociencias cognitivas, así que neurociencia cognitiva e inteligencia artificial (IA) podemos discutir quién inventó a quién (risas): si la IA copia al cerebro o el cerebro copia a la IA. Por otro lado, la inteligencia artificial está trabajando un montón de cuestiones, por ejemplo, lo que implica el trabajo con información de datos que en salud pública es crítico.
Los datos pueden utilizarse para el bien o para el mal, entonces la toma de información para epidemiología trabajada desde la virtualidad y desde la ciencia de la información hay que conducirla de manera correcta: no para la infodemia -para el mal- para intoxicar a la gente con información que no es veraz.
Sino para el bien, como lo que hacen la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), con la sistematización de datos y el aporte a los distintos sistemas de salud; ellos están viendo adónde van los intereses de distintas comunidades en los buscadores sobre temas de salud, para ver y conocer cuál es el problema de salud que más está preocupando en una determinada zona. Esta metodología puede ayudar a advertir meses antes un problema de salud importante en una determinada comunidad.
Otro tema es la toma de decisión, que es el último proceso cognitivo que hacemos todos los animales, no solamente el ser humano, que puede ser inmediato, a mediano plazo y/o a largo plazo. Es el punto crítico de estudio, un juez toma decisiones, un médico toma decisiones, un cirujano toma decisiones, un aviador toma decisiones, un periodista toma decisiones, todos tomamos decisiones...
Estamos absolutamente compenetrados con este proyecto de incluir a la currícula de Medicina cuestiones como informática, inteligencia artificial, pero también políticas sociales, atención primaria y preventiva. Con la pandemia se ha perdido un punto importante que es la escucha, hoy vamos a más velocidad.
La gente tiene más trastornos de ansiedad, claramente, consecuencia de lo que nosotros llamamos el síndrome de la cabaña, que aparece porque hemos estado encerrados y ahora nos encontramos de repente con mucho más cuidados. Esto ha hecho que reaccionemos más rápido, con lo cual hace que se disminuya la capacidad de tolerancia y de comprender al otro.
En el proceso médico y en las ciencias médicas -en la Facultad de ciencias médicas también se enseña kinesiología, nutrición, enfermería, entre otros- nosotros no queremos ser endogámicos. Es importante entender que la escucha es el primer proceso del que parte cualquier conducta desde la investigación básica a la clínica o a la quirúrgica.
* Fotos y video : Diego Barbatto / Edición : Nicolás Spalek
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