En abril pasado, se identificó que un sublinaje de la variante Ómicron -llamado BA.2- del coronavirus empezaba a ser predominante en la Argentina, y así otra ola volvía a producirse con aumento de casos. Hace 10 días se pudo saber que los casos de personas diagnosticadas con COVID-19 se habían reducido un 3% durante las dos semanas anteriores, pero las hospitalizaciones habían aumentado un 4%. Había el doble de fallecidos en la primera semana de junio en comparación con la primera de mayo: pasaron de 3 a 6 fallecidos como promedio diario. Sin embargo, ese seguimiento minucioso de la circulación del coronavirus ya no es posible esta semana. ¿Argentina está “a ciegas” frente al COVID-19?
El 18 de abril el Consejo Federal de Salud, integrado por el Ministerio de Salud de la Nación y las 24 jurisdicciones consensuaron adoptar un cambio en la vigilancia de la enfermedad causada por el coronavirus que llevó a que los testeos solo quedaran autorizados para grupos priorizados como las personas mayores de 50 años, las que tienen condiciones de riesgo y las personas que trabajen en instituciones carcelarias, instituciones de salud, centros con personas institucionalizadas, personas que trabajen o presten cuidado a personas vulnerables. Se indicó que los contactos estrechos de las personas con la infección no tenían que aislarse. También se pasaron a hacer reportes semanales de la pandemia en lugar de los informes diarios.
Pero el último fin de semana hubo más cambios: ya no se puede saber el nivel de positividad, es decir, qué porcentaje de personas con síntomas confirman que tienen el coronavirus, ni el sexo de los casos diagnosticados. Solo se sabe que en la semana del 4 de junio la positividad fue del 26%. Tampoco hasta hoy por la tarde se había publicado el reporte de mayo de vigilancia genómica del coronavirus elaborado por investigadoras del Instituto ANLIS/Malbrán (se venía difundiendo desde mayo del año pasado).
De acuerdo con el doctor Jorge Aliaga, de la Universidad Nacional de Hurlingham -que venía realizando un análisis de los datos abiertos del Ministerio de Salud de la Nación desde 2020- “se dejó de actualizar la base de datos. Quedó congelada al 4 de junio pasado. Aparecen dos bases de datos nuevas, con mucha menos información que la anterior. En cada base hay una estructura distinta. Una es de casos ambulatorios, la otra de internados y/o fallecidos. Ya no hay información de sospechosos o descartados, no se puede saber la positividad”.
Desde la cartera de Salud se había argumentado en abril que se pasaba a implementar “un estrategia de transición” para integrar la vigilancia del COVID-19 a la de otras enfermedades respiratorias, como gripe, resfríos o bronquiolitis. En febrero pasado, también en España se inició el cambio hacia una estrategia similar. Aquí se hizo “en consonancia con una etapa distinta de la pandemia debido a las altas coberturas de vacunación alcanzadas en el país, a las características de las variantes circulantes y a que además de SARS-CoV-2 circulan otros virus respiratorios”, según justificó el comunicado del 13 de abril.
Sin embargo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) había dado una recomendación a las autoridades sanitarias que iba en otra dirección. A principios de abril, la directora Carissa Etienne instó a los países de América “a mantener la capacidad de realizar pruebas para que no entremos en esta próxima oleada a ciegas y tengamos el panorama completo de Ómicron BA.2 en la región”. “Esto significa hacer que las pruebas sean fácilmente accesibles para todos en todas partes, para prevenir nuevos brotes y para preparar nuestros sistemas de salud si los casos aumentan”, dijo Etienne, quien también advirtió que algunos países estaban reduciendo las medidas de salud pública antes de tiempo, y destacó que los datos “son nuestros ojos y oídos en esta pandemia”.
A contramarcha de lo que sostuvo la OPS, en la Argentina el número de testeos fue disminuyendo al hacer que las pruebas solo estén disponibles para personas con síntomas que pertenecen a los grupos priorizados. En las jurisdicciones, los testeos se concentraron en centros centinelas, una medida que se venía llevando a cabo con la vigilancia del virus de la gripe antes de la pandemia por el coronavirus. Expertos en infectología y bioinformática dieron hoy sus opiniones sobre ese cambio de estrategia al ser consultados por Infobae.
“Hubo un cambio en la notificación de los casos de COVID-19 que está ahora orientado hacia las personas de mayor riesgo de sufrir complicaciones si se contagian el coronavirus. Este cambio fue posible gracias a la enorme eficacia de las vacunas que redujeron las hospitalizaciones y las muertes”, explicó a Infobae Leda Guzzi, médica infectóloga e integrante de comisión de comunicación de la Sociedad Argentina de Infectología. “Se hizo un cambio de paradigma en la vigilancia de la pandemia y los indicadores que se usaban, como el número de casos confirmados o la positividad, fueron reemplazados por los datos de internaciones y fallecimientos que son más importantes ahora”, afirmó la experta.
“Si bien hoy se conoce solo la punta del iceberg del COVID-19 -reconoció Guzzi-, este nuevo sistema no abandona los indicadores más importantes que son los casos graves, las hospitalizaciones, y la mortalidad y hace un uso razonable de los recursos disponibles. No diría que Argentina queda a ciegas sino que hoy la pandemia hizo un cambio principalmente por la alta tasa de cobertura de vacunación”.
El Gobierno de la Argentina, a través de la cartera de Salud, puso en marcha el plan estratégico de vacunación el 29 de diciembre de 2020. Los primeros seis meses el ritmo de las aplicaciones semanales fue lento por la demora en la entrega de las dosis por parte de los laboratorios que las produjeron en el exterior. Se aplicaron en grupos priorizados y luego se avanzó con el resto de la población, incluyendo a los adolescentes y a las niñas y niños. Hoy la Argentina está entre los 25 países con más alta cobertura para COVID-19: más del 83% de su población accedió al esquema primario. El 58% tiene también dosis de refuerzo. Está por encima de países como Japón, Finlandia, Reino Unido y los Estados Unidos, según el sitio OurWorldInData.
Con respecto a la vigilancia epidemiológica actual, Alejandro Chirino, de la comisión de infecciones de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria, consideró que no se deberían reducir los testeos para COVID-19. “Si bien la tasa de vacunación es muy alta y los casos graves son menos, la vigilancia con los testeos permite conocer de una manera fehaciente la curva de casos del COVID-19 y tomar decisiones sanitarias”.
Para el presidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica, Roberto Debbag, “hoy el Ministerio de Salud de la Nación y las jurisdicciones deberían mostrar cuál es su plan epidemiológico de seguimiento de la circulación del coronavirus, incluyendo el monitoreo a través de las aguas cloacales y la vigilancia genómica. Todo se debería informar periódicamente”.
Desde el Ministerio de Salud porteño, el subsecretario de Atención Primaria, Ambulatoria y Comunitaria, Gabriel Battistella, contó que ya tienen activas las unidades centinelas para COVID-19 en su jurisdicción. Cuando se le preguntó si había riesgo de que el país se encuentre “a ciegas” por las limitaciones de testeos, el funcionario respondió: “El riesgo está, pero es muy bajo por el momento epidemiológico actual”.
“No considero que la Argentina haya entrado a ciegas frente a esta ola del COVID-19 por Ómicron BA.2. Pero sí es probable que se haya subestimado el número de pacientes internados y hospitalizados entre marzo y junio”, comentó a Infobae el científico Rodrigo Quiroga, investigador en bioinformática del Conicet y la Universidad Nacional de Córdoba. El doctor Quiroga está preocupado por el futuro.
“En países de Europa ya se está produciendo otra ola por las subvariantes de Ómicron BA.4 y BA.5, que pueden aumentar más las hospitalizaciones en comparación con BA.1 y BA.2 -señaló Quiroga-. En uno o dos meses, podría producirse otra ola en la Argentina. Entonces, sería importante que se ponga en marcha una campaña más intensa sobre la importancia sobre el uso del barbijo, la ventilación permanente y cruzada, y la aplicación de las dosis de refuerzo. Sería clave para que la población adopte medidas a tiempo para minimizar la posibilidad de contagiarse esas subvariantes”. El sublinaje BA.5 es mayoritario en Portugal, un país donde la incidencia está aumentando, aunque a niveles inferiores, por ahora, que durante la ola anterior. Además, BA.4 y BA.5 son cada vez más frecuentes en Francia.
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