El templo de la medicina en la Argentina bien puede ser el escenario de un cuento de Jorge Luis Borges, Chéjov o de una saga más contemporánea, como la de Harry Potter. Es que la sede de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, creada por Bernardino Rivadavia en 1822, dos años después de la Academia de Medicina de París, siendo así la más antigua de América, ocupa una de las manzanas porteñas más pintorescas -conformada por las calles Las Heras, Coronel Díaz, Pacheco de Melo y Billinghurst- e integra por su conjunto arquitectónico y patrimonio artístico uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
El médico y doctor Juan Antonio Mazzei tampoco es un presidente electo convencional de la Academia. Es un hombre empecinado y comprometido en que las instituciones de la ciencia y la salud funcionen a fuerza de coraje, datos y evidencia científica. Frente a su nuevo desafío en la Academia Nacional de Medicina, a Mazzei lo ampara su propia historia: además de prestigioso médico neumonólogo e integrar los equipos del doctor René Favaloro hasta sus últimos días, entre otros hitos de su trayectoria, Mazzei fue el primer y único director del Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, elegido por concurso público. Sabe gestionar lugares que pondrían incómodo a cualquiera.
El doctor Mazzei aporta datos a Infobae que sirven para poner en perspectiva la trascendencia de la salud en el país y la larga lista de desafíos pendientes, algunos de los cuales intentará resolver desde la Academia: “En la Argentina se destina entre el 8,5% y el 10% del PBI a la inversión en salud, es uno de los países de Latinoamérica que más dinero le dedica a la salud; y sin embargo, los resultados medidos según las variables de mortalidad infantil, mortalidad materna, tuberculosis, expectativa de vida debieran ser mejores. Es por eso que se necesitan primero consensos y luego debatir un camino hacia una cobertura universal de salud para que sea de calidad, accesible y equitativa para todos y romper el formato actual de tanta diversidad”.
—Doctor Mazzei, ¿usted tiene datos asombrosos y paradojales sobre la cantidad de médicos y enfermeras que hay en la Argentina ?
—Juan Antonio Mazzei: Sí, es cierto que las cifras de la cantidad de médicos en el país son asombrosas. Faltan enfermeras y sobran médicos per cápita en nuestro país. Tenemos más médicos que los que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere por habitante.
La OMS dice que se necesita 1 médico cada 500 habitantes y en Argentina existe 1 médico cada 200 habitantes. Ahí las preguntas que surgen son ¿Están bien formados? ¿Cómo están formados? Porque que uno esté certificado en el momento que se recibió de médico no significa que mantenga las capacidades médicas a lo largo del ejercicio de la profesión.
Para esto es importante re-certificar a los médicos luego de recibidos. Hoy la recertificación de los médicos no es obligatoria y la Academia tiene que empujar la recertificación como una medida obligatoria, no a través de exámenes que sean muy traumáticos sino a través de la demostración de una educación médica continuada. Aparece otro tema que es la mala distribución de los médicos en el país, la mayoría están concentrados en los grandes centros urbanos. Y ahí el Estado tiene un rol importante. En muchos países, el Estado de alguna manera promueve que los médicos vayan a residir a los lugares alejados dándoles facilidades para tener su vivienda y con buenos salarios para que estén en esos lugares alejados. Esto en la Argentina no ocurre.
—¿Y cómo que faltan enfermeras?
—Sí, hay problemas con las enfermeras, que son profesionales fundamentales en la atención médica. ¡No hay suficientes! De acuerdo a las cifras de la OMS debería haber 4 enfermeras por médico y en la Argentina hay 1.2 médicos por cada enfermera. Y a su vez hay distintos grados de formación de las enfermeras: auxiliar de enfermería, licenciada y doctorada en enfermería. Todavía la carrera de enfermería tiene que lograr mayor reconocimiento salarial y mayor reputación social. Y el Estado tiene que promover la formación de enfermeras a través de becas e incentivos. La crisis de la enfermería es una crisis mundial, incluso muchos países del primer mundo han venido a contratar enfermeras a la Argentina para trabajar en Australia o Italia. Hay que apuntalar a crear auxiliares médicos y personal técnico.
Entre lo que falta fortalecer está el hospital público como base de la salud pública. Para esto hay que introducir cambios, deben atender con horario prolongado, mejorar las remuneraciones del personal y desarrollar programas de medicina preventiva para evitar que el paciente llegue enfermo y con complicaciones. Sobre todo en tres enfermedades que en la actualidad funcionan casi como una pandemia global: hipertensión, diabetes y obesidad.
La Academia Nacional de Medicina es una entidad civil sin fines de lucro cuya autonomía -decretada por el ex presidente M. T. de Alvear- permite trabajar e investigar en un medio exclusivamente científico, ajeno a vaivenes políticos, influencias gubernamentales e intereses personales.
En el país existen 22 Academias Nacionales de distintas áreas y pertinencias y la Academia de Medicina de Buenos Aires es la que más presupuesto recibe entre las 22, no solo por su dimensión edilicia sino por su funcionamiento que incluye tres institutos científicos en su interior, algo que la distingue entre sus casas homólogas en el resto del mundo. “El mantenimiento de la Academia depende del Estado nacional. Los sueldos y partidas para investigación se pagan con el dinero que nos gira Nación’', precisó Mazzei a Infobae.
Tres Premios Nobel han prestigiado a la Academia Nacional de Medicina: los académicos titulares Bernardo A. Houssay (1887-1971), Luis F. Leloir (1906-1987) y el académico honorario César Milstein (1927-2002), han incorporado al acervo mundial el resultado de sus investigaciones.
Un diferencial que tiene la Academia es que de ella dependen tres institutos científicos: el de Hematología, el de Epidemiología y el de Medicina Experimental (IMEX), este último con una doble dependencia, del CONICET y de la Academia.
Inside la pandemia
De alguna manera la pandemia quedó en un terreno conocido para el doctor Mazzei: el de las enfermedades respiratorias. Mazzei es médico neumonólogo y por eso analiza de manera brillante “el genio inflamatorio” del virus SARS-COV-2.
—¿Cuál fue el rol de la Academia Nacional de Medicina en este contexto de pandemia global ?
— Lamentablemente no hubo una colaboración solicitada por las autoridades nacionales como sí la hubo en el caso de Uruguay. El gobierno uruguayo por ejemplo solicitó a distintas entidades, entre ellas a su Academia Nacional de Medicina, junto a otros académicos y especialistas y formaron lo que se llamó el GACH: el Grupo Asesor Científico Honorario, que fue dirigido por un eminente académico uruguayo, el doctor Henry Cohen. Desde allí se llevó adelante la estrategia para el manejo de la pandemia. Esto en la Argentina no ocurrió, la Academia no fue convocada por las autoridades nacionales de forma oficial.
La Academia de Medicina participó a través de su Instituto de Investigaciones Epidemiológicas del seguimiento de la pandemia y produjo documentos que fueron muy útiles. Articuló con otro de sus institutos, el IMEX, que cuenta con una división de virología para la realización de PCR para el diagnóstico de COVID y trabajos de investigación que fueron publicados en revistas internacionales, en especial sobre la mutación o los cambios de la proteína S o Spike, una de las características que tiene el virus SARS-COV-2, y que es la responsable de modificarlo y dar origen a las distintas variantes del virus.
— ¿Cómo analiza el abrumador aporte de la ciencia con las vacunas y tratamientos contra el COVID para contener al virus SARS-CoV- 2, luego de dos años de pandemia, y ante las distintas variantes que lo hacen perdurable en el tiempo?
— Hay cosas positivas que dejó la pandemia: la primera fue la rapidez con que se obtuvieron las vacunas contra el COVID. Por supuesto que existía la tecnología clásica de las vacunas de virus inactivado, como es la Sinopharm. Luego aparecieron las vacunas con un carrier, o sea con un portador por adenovirus. Estas han sido, las vacunas Sputnik, AstraZeneca y la CanSino.
Y después llegó un avance muy novedoso como han sido las vacunas genéticas de ARN mensajero; que han sido una revolución desde el punto de vista de las vacunas. Dentro de este grupo de las vacunas genéticas, el gobierno de Estados Unidos puso mucho dinero para que otro laboratorio (Moderna) además del binomio norteamericano-alemán de Pfizer-Biontech produjera una vacuna ARN. Es curioso porque la vacuna de ARNm de Moderna se estaba investigando en el momento que apareció el COVID para otras patologías. Todo este proceso ha sido muy interesante.
Hay críticas sobre las vacunas porque la Fase III evidentemente ha tenido una duración muy acotada. Pero no cabe ninguna duda, que los casos muy graves e inclusive mortales que vimos en terapia intensiva por COVID-19 fueron en aquellos pacientes que no estaban vacunados.
También aparecieron distintas alternativas terapéuticas que si bien existían no eran muy aplicadas. Una de las alternativas en el tratamiento de los pacientes graves con COVID, los que se internaban, fue la cánula de alto flujo que puede dar una cantidad mucho mayor de oxígeno, 60 y/o 70 litros. Y ha permitido evitar en muchos pacientes la necesidad de asistencia respiratoria mecánica. La otra fue la utilización de la posición pronada, el paciente colocado boca abajo mejora la oxigenación. Y la tercera -y menos masiva por su costo- fue la utilización de anticuerpos monoclonales.
— La Academia está actualmente investigando cuánto dura el período de inmunidad en las personas vacunadas contra el COVID, ¿Esto es así?
— Sí, estamos trabajando en la investigación de la persistencia de la protección inmunológica de las vacunas frente al virus SARS-CoV-2 y en la respuesta o inmunidad celular. Se han realizado trabajos sobre la respuesta inmunológica de los pacientes a las diferentes vacunas contra el COVID-19 que se han aplicado en la Argentina para publicar a nivel internacional; y sobre todo responder una cuestión importante: ¿cuánto dura o cuá es la persistencia de esa respuesta inmunológica? todavía un motivo de preocupación para la ciencia.
Se sabe que a partir de los cuatro meses muchos de los anticuerpos protectores comienzan a caer. Pero además las vacunas tienen otro tipo de respuestas, no es solamente la respuesta serológica a través de las inmunoglobulinas, sino que está la respuesta celular, y esto es lo que estamos estudiando en el IMEX en la Academia.
—Desde su especialidad de neumonólogo, ¿cómo avizora el próximo paso frente a un virus respiratorio tan escurridizo y persistente como el SARS-CoV-2?
— Tenemos en primer lugar una certeza: que el virus tiene una adhesión a receptores de las células de la mucosa respiratoria superior y ahí comienza una primera etapa de la enfermedad que es la infecciosa (el cuadro viral). Hay una segunda etapa que es la inflamatoria. Y esto es muy importante porque a través de los macrófagos se produce la liberación de citoquinas inflamatorias que son las responsables de establecer la gravedad del cuadro. Y justamente, en cuadros graves, uno de los tratamientos que ha dado resultados es la utilización de anticuerpos monoclonales (Tocilizumab) contra algunas de estas citoquinas inflamatorias. Se han logrado mejorías importantes y disminuir la mortalidad.
—Después del COVID-19 aparecieron varias secuelas en los pacientes que se contagiaron, ¿cómo analiza los efectos del llamado Long Covid?
— El virus ha tenido un impacto ya sea a través del virus en sí mismo o a través de estos procesos inflamatorios en distintos órganos y sistemas del cuerpo. El más común es la desaparición del olfato. Que no se debe estrictamente a una rinitis, sino que se debe a un trastorno a nivel de la conducción del olfato que va del bulbo olfatorio hacia los centros superiores del cerebro.
Otro impacto ha sido la patología cardiovascular. Hemos asistido a pacientes que tuvieron manifestaciones cardiovasculares graves, y algunos murieron porque hicieron miocarditis. Hemos visto también la posibilidad del trastorno neurológico, lo que se llama la nube o niebla mental, muchos pacientes refieren después de haber tenido COVID una alteración del estado de la conciencia. Varios papers publicados en revistas científicas internacionales demuestran la alteración de algunas de las células del sistema nervioso que serían las responsables de esa disminución del estado de conciencia o estado estuporoso, por llamarlo de alguna manera.
Algunos pacientes desarrollaron después del COVID una neumonía organizativa a nivel pulmonar, que tiene que tratarse como otras neumonías. Hemos visto varios casos de esos que requieren tratamientos inmunológicos para disminuir la patología respiratoria, porque quedan con insuficiencia respiratoria post COVID por esa manifestación organizativa a nivel del pulmón.
—¿Cómo analiza a los grupos antivacunas que claramente están más arraigados en países desarrollados como Estados Unidos y en varios europeos, como Italia, Francia y Alemania; pero menos en América Latina?
— La actitud anti vacunas, que en la Argentina por suerte no es muy grande, pero en algunos países es de hasta el 30% de la población, es una cosa irracional. Si uno piensa lo que fue la erradicación de la viruela, que en algún momento fue una enfermedad terrible que tenía una mortalidad de hasta 20% ó 30%, y pudo erradicarse gracias a la vacuna antivariólica. ¿Cómo ha sido la erradicación por ejemplo de la poliomielitis? Gracias a la vacuna. El sarampión si no se erradicó totalmente en el mundo es porque todavía hay algunos grupos antivacunas que no quieren vacunarse contra el sarampión o algunos países que no tienen acceso a la vacuna. Por eso es irracional la actitud de los antivacunas, es más bien una cuestión ideológica, y a veces la ideología no permite ver la realidad como ocurre en muchos casos.
—Una de las grandes batallas que usted impulsará desde la Academia será el debate para lograr una cobertura universal de salud como pasaporte a una salud de calidad y equitativa...
— Argentina no tiene un sistema de salud, tiene varios. Está el sistema público que son los hospitales, el sistema privado de salud que son las prepagas. Y el sistema de la seguridad social donde están las obras sociales y el Instituto de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (como el PAMI) donde está la mayoría de la población.
A pesar de esta diversidad de sistemas, durante la pandemia reaccionaron bien y no hubo, como en algunos países, pacientes muriéndose en los pasillos porque no tenían posibilidades de ser atendidos. La mayoría de los pacientes tuvieron acceso a una atención adecuada. A pesar de lo que fue el lógico burn out de los médicos, no hubo fallas graves en la atención de los pacientes. Todo esto fue una cosa positiva.
Seguramente una de las cosas que queda pendiente en la Argentina es la discusión sobre el sistema de salud. Es además uno de los objetivos para el 2030, lo que es la cobertura universal de salud. En nuestro país no hay grandes problemas en el acceso a la salud en general. Porque los pacientes pueden ir al hospital, tener la cobertura de la obra social, y los grupos más privilegiados pueden tener cobertura de las prepagas. Lo que es distinto en las distintas zonas del país es la calidad de la salud. Que será una de las cosas que habrá que discutir en los próximos años para tratar que no haya discriminación por la pobreza.
FOTOS : Adrián Escándar
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