Pasaron más de dos años desde que se detectó el COVID, unos 820 días aproximadamente. En todo el mundo, en distintos momentos, se dispusieron confinamientos o cuarentenas. Salvo para situaciones esenciales, no estaba permitido abandonar los hogares. En algunos países, esta medida fue transitoria y duró algunas semanas. En otros, meses.
Este cambio conductual de resumir la vida a cuatro paredes provocó secuelas en miles de personas. Según un informe científico publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) este año, “la prevalencia mundial de la ansiedad y la depresión aumentó un 25%” gracias a la pandemia. Pero también generó cambios en las relaciones laborales, sociales y familiares.
La ausencia de contacto físico con los adultos mayores, la falta de encuentros sociales, el trabajo remoto y la constante presencia de la familia (sin chance de momentos de soledad o privacidad), fueron algunas de la situaciones que provocó el COVID. Incluso, marcó a una generación que nació bajo su presencia: los pandemials. Pero, ¿cuáles de estos cambios que llegaron para quedarse?
Según los expertos consultados por Infobae, no es lo mismo un cambio cultural y que una modificación relacionada con la necesidad. Solo cuando ocurre el primero de estos eventos, existen probabilidades reales de una situación perdure en el tiempo.
La familia: del encierro a la resignificación de su rol en la sociedad
La familia es el primer ámbito en el que se desarrollan los humanos. Es ese núcleo donde los niños crecen hasta dar sus primeros pasos como miembros activos de la sociedad. La pandemia y el confinamiento puso a la familia como un único escenario.
“Es necesario separar dos temas: el impacto de la pandemia como fenómeno biológico, de enfermedad, y el impacto en los recursos que se pusieron en marcha, como el confinamiento”, señaló a Infobae Martín Wainstein, Doctor en Psicología y licenciado en Sociología. En ese sentido, aseguró que “las familias no estaban preparadas para el confinamiento porque su función es socializar a los niños, mantener un nivel de socialización entre los adultos y, en especial, crear condiciones para la relación con el mundo externo”.
En palabras del además Director de la Carrera de Especialización en Psicología Clínica con Orientación Sistémica de la Facultad Psicología de la UBA, esta estrategia “favoreció comportamientos endogámicos que desde ningún punto de vista son favorables”. “Si bien algunos padres pudieron estar más con sus hijos, esto funcionó como un factor correctivo. Pero la crianza no está dirigida a que padres e hijos convivan de forma confinada, sino a que los padres creen condiciones para que sus hijos puedan abrirse camino al mundo”.
“Una de las características del confinamiento -y quizás la más relevante- es que la rutina cotidiana de cada familia -sea de la clase social que sea- se vio alterada”, aseguró Graciela Paolicchi, profesora adjunta regular a cargo de la cátedra de Psicología Evolutiva y Niñez, de la Facultad de Psicología de la UBA, en diálogo con Infobae.
En ese tono, la además doctora en psicología señaló que la pandemia no solo afectó a los chicos en la dinámica escolar, al volcarse a una modalidad virtual, sino que también se vieron afectados por “el cambio de sus propias rutinas y las de los adultos cercanos”. Con lo cual, estos chicos evidenciaron sus “estados emocionales de formas que pueden resultan incómodas o conflictivas. Pudieron sentirse enojados, con angustia, incertidumbre y malestar, ya que, incluso, sumaron aprendizaje en sus hogares y tareas escolares, que en algunas situaciones pueden considerarse de gran exigencia”.
“El confinamiento tuvo un impacto importante en las relaciones familiares. Por ejemplo, hubo un aumento de consultas de terapia de pareja y en algunos lugares se incrementó hasta en casi el 400%”, dijo Wainstein. Al tiempo que destacó el efecto que provocó la ausencia de los adultos mayores en las dinámicas familiares.
“Los abuelos quedaron separados de sus nietos, que se convirtieron en un riesgo para ellos. Con lo cual se interrumpió esta relación natural y de una gran importancia”, afirmó el sociólogo. Incluso, advirtió que, desde la perspectiva de los adultos mayores “todo se les convirtió en un factor de riesgo”. “Si bien son personas que, en el ciclo vital, está más acostumbradas a permanecer solas, son los que más problemas han tenido para establecer relaciones a través de la tecnología. Para muchos significó un aprendizaje; pero las relaciones de contacto y las relaciones virtuales no son lo mismo”, señaló.
Los pandemials: la generación que nació durante el COVID
Los primeros niños “de la pandemia”, para ser estrictos, hoy rondan los dos años. El virus marcó sus primeras sensaciones, más aún cuando poco se conocía del COVID y el contacto y la cercanía eran acciones prohibidas. Sus rostros fueron reconocidos, por primera vez, mediante un vidrio o una fría pantalla. Ellos, que pertenecen a una generación signada por el SARS-CoV-2, son conocidos como: “pandemials”.
“Los pandemials, o también llamados cuarentenials, son las niñas y niños que nacieron en la segunda parte de 2019 y que atravesaron su primer año de vida en medio del encierro a raíz del COVID-19″, describió Paolicchi. En ese sentido, destacó que es en ese momento cuando “la vida emocional del bebé se desarrolla en la continuidad de la presencia, disponibilidad, empatía y seguridad que proveen sus adultos cuidadores, pero éstos vieron alteradas sus rutinas laborales y cotidianas, lo cual tuvo repercusiones en el ejercicio de la parentalidad”.
En cientos de videos que se viralizaron en más de dos años, estos pequeños imitan con precisión las medidas de cuidado, hablan del virus y hasta retan a su mayores por no respetar las indicaciones sanitarias. Rasgos que permanecen vigentes pese al relajamiento momentáneo que vive la sociedad cuando el COVID lo permite.
“Los que nacieron en pandemia y no convivían con los abuelos, no tienen la misma relación con sus abuelos que tuvieron sus hermanos mayores cuando tenían la misma edad. Este niño, que actualmente se puede ir adaptando gracias a su gran capacidad de recuperación, tiene su socialización afectada. Es por eso que, por ejemplo, ir al jardín puede ser una bisagra para ellos”, indicó Wainstein. Aunque destacó que este vínculo puede generarse.
En tanto, la doctora en psicología señaló que la pandemia rediseñó varios aspectos de los vínculos y comportamientos. “Se han modificado las prácticas humanas, como la educación, la crianza, el juego infantil; y se han resignificado espacios, jugar al aire libre, escuela virtual, inclusión de la tecnología, cambios en la parentalidad y ausencia de interacción con pares”.
Mientras que el sociólogo advirtió que, pese a conocer el mundo prepandémico, hubo otros chicos que fueron afectados por el COVID. “Algunos de los niños en periodos bisagra, como aquellos que tenían que iniciar el primer grado o el secundario, o los que tenían que ingresar o terminar la universidad para comenzar con la vida adulta es posible que hayan quedado ‘atrapados’ en la vida familiar, ya que se provocó una interrupción en el proceso de socialización natural de la vida humana”, afirmó.
De teletrabajo a regresiones: la pandemia tuvo efectos en la salud mental de toda la sociedad
Sin importar la edad, la pandemia generó un gran número de cambios en el comportamiento humano. Desde festejar cumpleaños por videollamada, asistir a clases virtuales o trabajar en forma remota, el COVID marcó (y aún lo hace) un antes y un después. Es por eso que los expertos señalan que esta situación puede ser una gran oportunidad para realizar cambios necesarios.
“Es necesario reflexionar sobre cuán educativas son las situaciones de enseñanza. Creemos que el debate no debe centrarse en cantidades de tareas, lo excesivo resulta innecesario y puede estar ligado a cumplir objetivos de planificación escolar. Si no que es central mantener el contacto con la escuela, el docente y sus pares, con quienes comparte a la distancia una tarea en común. Es decir, se privilegia el lazo social porque se va estableciendo una lógica diferente a la imperante en el ámbito familiar”, afirmó Paolicchi.
En palabras de la experta, la escuela transmite conocimientos, pero a su vez, interviene en la producción de subjetividad, que es una función esencial. “La tarea no es importante solo por la continuidad escolar, si no que supone a un grupo conectado por un adulto significativo que no es la madre o el padre. El docente es una figura exogámica que conecta con el ambiente que espera y recibe a las niñas y niños”, señaló.
“Sin esos aportes, los chicos manifiestan crisis de angustia, ansiedades, caprichos o regresiones, que pueden llegar a complicar la continuidad de su desarrollo. La ausencia de escolaridad tiene efectos que pueden ser nocivos en el aspecto emocional de cada niño y eso, como profesionales de la salud mental, nos pone en alerta”, advirtió Paolicchi.
Incluso señaló que “el COVID-19 dio lugar a la existencia de malestares en la infancia: manifestaciones psíquicas y somáticas, que se expresaron a través de vivencias de angustia, trastornos del sueño, inhibiciones, conductas regresivas, temores específicos como miedo a la hora de irse a dormir o salir a la calle, asociados al miedo a contagiarse, enfermarse y morir, entre otros”.
Mientras que en el ámbito laboral, Wainstein señaló que aquello que fue tomado como un cambio repentino, en realidad, fue una modificación paulatina que se profundizó y hasta estandarizó por la pandemia. “Ya estaba impactado por la virtualidad. Por dar una ejemplo, existen trabajos con compra y venta virtual. Ese sistema llegó hace años”.
Además, destacó que estos cambios tienen la capacidad de captar la mayor parte de las necesidades laborales humanas. “Creo, personalmente, que la virtualidad y el trabajo remoto llegaron para quedarse por varios motivos. La tecnología permite el manejo de la complejidad que supone la interacción de esas pequeñas empresas individuales, ya hay personas que trabajan en compañías extranjeras desde Buenos Aires o viceversa”, indicó.
Adaptativos o culturales: ¿los cambios llegaron para quedarse?
Ambos expertos señalaron que la tecnología permitió que distintos aspectos de las relaciones humanas se mantengan activos, pero aclararon que muchos otros dependen de la socialización diaria. “Nos encontramos ante una resignificación de las tecnologías y la multiplicidad de los dispositivos que posibilitan su uso dado que, durante la cuarentena por la pandemia, hemos buscado rápidamente una nueva forma de comunicarnos y vincularnos, en donde predomina aquel deseo de poder vernos y no sólo escucharnos”, señaló Paolicchi
“En ese tipo de comunicaciones lo que buscamos es la experiencia de lo vivido en el encuentro con un otro real, que es imposible rescatar mediada por una pantalla pero que, sin embargo, permite atenuar la distancia física”, agregó. Y continuó: “La tecnología ha demostrado su potencialidad en relación a mantener los vínculos, permitió que los niños puedan enviar videos, audios, dibujos dedicados a los abuelos, quienes son -entre otros- población vulnerable”.
En ese sentido, el sociólogo marcó un detalle esencial para saber cuáles permanecerán vigentes. “Las conductas para adaptarnos a una situación difícil, al terminar, nos permite volver a lo anterior; pero los cambios culturales llegaron para quedarse. El pasaje del trabajo presencial al remoto es un cambio cultural. Pero hacer el asado o la ‘raviolada’ del domingo en familia es muy difícil que se modifique”, reflexionó.
“Hay cosas que tienen que ver con la cultura humana y que trascienden completamente el impacto de estímulos desagradables. Hay un mundo emocional que a través de la tecnología, por el momento, se pierde totalmente. En nuestra cultura de mamíferos emocionales, necesitamos mucho el contacto interpersonal”, concluyó Wainstein.
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