Un estudio reciente de la Facultad de Medicina David Geffen de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) manifestó que no sólo la cantidad de anticuerpos suele aumentar con el tiempo sino que la calidad de los mismos también puede mejorar.
El inmunólogo y médico Otto Yang, que se especializa en enfermedades clínicas infecciosas y en inmunología de células T en la infección por VIH, y otras infecciones virales, dirigió el trabajo de investigación que refuta la teoría de que aquellos que se recuperaron del COVID-19 al principio de la pandemia o que recibieron una vacuna actual, no pueden defenderse de las variantes nuevas y emergentes.
El objetivo del estudio tuvo como meta comprobar que alguien que ha tenido COVID-19, y luego se vacunó, desarrolla una calidad más elevada de anticuerpos para enfrentar nuevas variantes, incluida Delta y la más reciente, Ómicron. Si bien la investigación se realizó antes de la aparición de estas cepas, Yang estima que los resultados podrían aplicarse a esas y otras variantes futuras.
Según los datos revelados por la investigación, las personas que tuvieron una infección y luego recibieron una vacuna, son portadores de anticuerpos de alta calidad que actúan contra las variantes de picos, y de manera más efectiva que cualquier grupo solo. Para Yang, lograr la combinación óptima de anticuerpos podría ayudar a orientar los esfuerzos preventivos futuros.
Los investigadores de la UCLA compararon los anticuerpos sanguíneos de 15 personas vacunadas que no habían sido previamente infectadas con el SARS-CoV-2, con los anticuerpos inducidos por la infección en 10 personas que se infectaron recientemente con el SARS-CoV-2 pero aún no estaban vacunados.
En ese momento se descubrió que las mutaciones del dominio de unión al receptor reducían la potencia de los anticuerpos adquiridos tanto por infección natural como por vacunación sola, aproximadamente en el mismo grado en ambos grupos de personas.
Sin embargo, luego de un año de haber contraído coronavirus, aquellos contagiados se inocularon con las vacunas de ARNm (Pfizer-BioNTech o Moderna). Allí la potencia de sus anticuerpos se maximizó e incluso reconocieron todas las variantes de COVID-19 que los científicos probaron.
El estudio mostró cómo las personas que habían sido infectadas antes de mayo de 2020 y, un año después, fueron vacunadas contaban con anticuerpos, cuya eficacia no sólo no cambió contra la secuencia original, sino que eran igual de potentes contra las nuevas variantes. Yang afirmó que el estudio prueba la existencia de anticuerpos de alta calidad en personas que han sido infectadas y vacunadas.
“Podríamos haber predicho que los anticuerpos continuarían evolucionando y mejorando con exposiciones múltiples, pero no esperábamos que sucediera tan rápido”, aseguró el director del estudio.
Aún queda por determinar si esto se puede lograr mediante la vacunación solamente, pero los resultados sugieren que las vacunas de refuerzo son eficaces contra las variantes de picos mejorando la cantidad y la calidad de anticuerpos.
Si los anticuerpos no sólo aumentan, sino que mejoran su calidad, podría tratarse de una alivio para los científicos en la implementación de vacunas y refuerzos.
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