El mundo está despertando. Tras muchos años de no tomar conciencia de las irreversibles consecuencias que desencadenaron las políticas, acciones y sobreexplotación frenética de recursos naturales, surgen con fuerza nuevas mentalidades que tienen en cuenta al medio ambiente, emergen enfoques para repensar procesos, metodologías, nuevas formas de hacer las cosas. No hay tiempo que perder, ante la visible destrucción -cada vez más acelerada- de los ecosistemas en los que vivimos.
Seguramente por este motivo, el Premio Nobel de Química 2021 fue concedido recientemente al científico escocés David Macmillan y al alemán Benjamin List. Ganaron el prestigioso galardón por crear una herramienta que sirve para construir moléculas, barata y amigable con el ambiente. Se trata de una técnica que permite fabricar más fácilmente productos, como los medicamentos. La herramienta se conoce como organocatálisis asimétrica.
Los catalizadores son sustancias que controlan y aceleran las reacciones químicas, sin llegar a formar parte del producto final. Por ejemplo, los catalizadores de los coches transforman las sustancias tóxicas de los gases de escape en moléculas inocuas. El cuerpo humano también contiene miles de estos compuestos en forma de enzimas, que están involucrados con las moléculas necesarias para la vida.
Codo a codo con el investigador alemán Benjamin List, trabaja Gabriela Gerosa, rosarina licenciada en Química Industrial en la Universidad Católica Argentina (UCA). Con 34 años, vive en Mülheim an der Ruhr, en Alemania, cerca de Holanda y Bélgica. Desde allí dialogó con Infobae y fue tajante, modesta. “No gané ningún premio, fue la trayectoria de mi jefe (List) y la de MacMillan”, dice, y agrega: “No esperábamos este reconocimiento ya que en los últimos años los premios se los estaban otorgando a temas más vinculados a biología. Fue todo muy inesperado”.
“Lo que más extraño de Argentina es mi familia, mis amigos y los buenos asados, pero trato de volver al menos una vez al año”, reflexiona con una marcada sonrisa descontracturada la científica, al final de su jornada de trabajo.
A pesar de lo cansada y exhausta que se siente en los días “post Nobel”, la emoción, el redoblar las apuestas trabajando más que nunca y las cuatro horas de diferencia que hay entre la ciudad en la que vive y Buenos Aires, compartió su sentir con Infobae.
Siempre se sintió atraída por la química, que para ella “lo es todo, está presente en el aire que respiramos, en el agua que bebemos, la comida que comemos y los medicamentos que tomamos”. Y tiene razón. Y en un mundo que cada vez se ve forzado por varios factores a pensar verde, la iniciativa de Macmillan, List, Gerosa y un grupo de 42 investigadores de todas las áreas busca marcar la diferencia.
Gabriela deja un mensaje para los miles de jóvenes que a lo largo y ancho de la Argentina, la región y el mundo sueñan con incursionar en el apasionante mundo de las ciencias: “Con curiosidad, constancia y entusiasmo se puede llegar a donde uno se proponga”.
—¿Qué significa la química en tu vida?
—Todo es química, el aire que respiramos, el agua que bebemos, la comida que comemos, los medicamentos que tomamos. Las sustancias químicas son indispensables para la vida cotidiana. Algunas son de origen natural y otras fueron diseñadas para cubrir ciertas necesidades.
—¿Desde chica te atraían las ciencias naturales en general? ¿Cómo fue tu niñez en Rosario?
—Desde muy chica me atraen las ciencias naturales, química precisamente. Solía encerrarme en el baño y mezclar todas las cremas de mi mamá creyendo que iba a lograr una crema “poderosa”.
—¿Qué recordás de tus días en la universidad? ¿Por qué elegiste la UCA y qué recuerdos te llevás de esta etapa de tu vida?
—Recuerdo excelentes momentos de mis días en la Universidad, rodeada de muchos amigos los cuales siguen presentes a pesar de la distancia. Elegí la UCA porque en ese entonces dictaban la carrera de Licenciatura en Química Industrial, una buena combinación entre licenciatura en química e Ingeniería Química.
Solía encerrarme en el baño y mezclar todas las cremas de mi mamá creyendo que iba a lograr una crema “poderosa”
—¿Cómo llegaste a trabajar en el Instituto Max Planck de Alemania? ¿Fue difícil tomar la decisión de ir a vivir allí? ¿Hace cuánto tiempo estás y por cuánto te quedarías?
—Cuando estaba realizando mi doctorado, como becaria de CONICET, en la Universidad Nacional de Rosario (UNR)- Instituto de Química Rosario (IQUIR) en el grupo del profesor Ariel Sarotti, fui galardonada con una beca de la Fundación Bunge y Born para realizar una estadía de 6 meses en el grupo del profesor Benjamín List. Debido a esta increíble experiencia, volví para realizar mi postdoctorado. Hace casi tres años que estoy viviendo en Alemania, y aún no sé por cuánto tiempo más estaré acá.
—¿Extrañás la Argentina? De ser sí la respuesta, ¿Qué es lo que más añorás? ¿Crees que se puede hacer carrera científica en el país? ¿Qué le faltaría a nuestra nación para impulsar a que sus físicos, químicos, investigadores y científicos en general puedan estar mejor, desde tu perspectiva?
—Lo que más extraño de Argentina es mi familia, mis amigos y los buenos asados, pero trato de volver al menos una vez al año.
Se puede hacer ciencia en Argentina, aunque actualmente es un poco complicado comprar insumos e instrumentos por la devaluación del dólar y, además, por lo que tengo entendido, los sueldos han quedado un poco relegados.
—Si tuvieras que explicarle a una persona que no entiende nada de ciencias, qué es la química verde y por qué es tan apasionante e importante para el futuro, ¿cómo lo harías?
—La química verde es un nuevo enfoque para sintetizar sustancias químicas, que tiene como objetivo hacer una química más amigable con la salud y el medio ambiente.
—¿Cómo le explicarías al gran público de qué se trata la organocatálisis asimétrica? ¿Qué fue lo que descubrieron junto a tu equipo?
—La catálisis asimétrica consiste en la aceleración de las reacciones químicas mediante el uso de pequeñas cantidades de un catalizador que promueve la formación de un producto de forma selectiva. Estos podían ser clasificados en: catalizadores biológicos (enzimas) y en catalizadores metálicos, siendo los últimos los más empleados. Sin embargo, uno de los inconvenientes del uso de metales es su posible toxicidad, corriendo riesgo de que queden trazas de estos en el producto sintetizado, como en un medicamento. Es por ello que, en el año 2000 los profesores List y MacMillan demostraron que pequeñas moléculas orgánicas -que no contienen átomos metálicos- pueden catalizar eficientemente y selectivamente reacciones químicas, cambiando de este modo la visión de lo que es la catálisis. A partir de allí la disciplina creció de forma exponencial.
—¿Qué sentiste en el momento en que te enteraste que ganaron el Premio Nobel de Química 2021? ¿Recibiste mensajes de todo el mundo?
—No esperamos este reconocimiento ya que en los últimos años los premios se los estaban otorgando a temas más vinculados a biología. Fue todo muy inesperado pero a la vez bien merecido por el gran aporte en el desarrollo de la organocatálisis.
—¿Se lo dedicas a tu familia? ¿Amigos? ¿A quién te gustaría dejarle un mensaje en relación al gran reconocimiento que recibiste, el mayor que un químico puede aspirar para ser más precisos?
—Yo no gané ningún premio, fue la trayectoria de mi jefe (List) y la de MacMillan.
—¿Qué mensaje te gustaría dejarle a los jóvenes, niños y niñas que sueñan con el día de mañana elegir la carrera de las ciencias? ¿Y a los que les gusta en particular la química o física?
—Con curiosidad, constancia y entusiasmo se puede llegar a donde uno se proponga.
—¿Cuál es tu próximo desafío profesional? ¿Cómo te imaginás en unos años y al desarrollo que crearon junto a tus colegas del Instituto Planck?
—Mi próximo desafío profesional es implementar mis conocimientos en una empresa farmacéutica o biotecnológica, igualmente estoy abierta a nuevas oportunidades.
Fotos: gentileza Gabriela Gerosa
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