El síndrome de hipersensibilidad química es, junto con la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica y el síndrome de colon irritable una de las manifestaciones del síndrome de sensibilidad central, un estado fisiopatológico de curso crónico que engloba diferentes procesos, que presentan características comunes. El Dr. Muhammad Yunus fue quien, en 1984, lo definió en un solo concepto y le dio el nombre con el que hoy lo conocemos.
El síndrome de sensibilidad central afecta varios órganos o sistemas y se manifiesta con distintos trastornos, pero los mecanismos de producción son los mismos. Por este motivo, se dice que la persona no padece diferentes patologías, sino que un desencadenante común causa síntomas en distintas zonas del organismo.
El cuadro es muy complejo y puede llegar a ser discapacitante, afectando la calidad de vida de quien la padece en todos los aspectos. Lo más importante para tener en cuenta es que a estas personas no se las suele escuchar, se le resta importancia a su padecimiento, lo que las coloca en una posición muy vulnerable.
Sabemos que la regulación y el correcto funcionamiento del organismo depende de una buena homeostasis (equilibrio), comunicación y plasticidad entre los sistemas. En estos pacientes, las neuronas del sistema nervioso se hiperexcitan y desarrollan una hipersensibilidad que, a su vez, causa una desregulación entre otros sistemas, provocando alteraciones que desembocan en patologías.
En el caso de la hipersensibilidad química se ven afectados el sistema nervioso, endocrino e inmunológico: la comunicación entre ellos presta múltiples alteraciones.
Por razones aun no conocidas, en presencia de distintas sustancias, se inicia en estas personas un proceso de hipersensibilidad y de mala tolerancia, que finaliza con una reacción sobreexagerada del sistema inmunitario. En esta respuesta pueden participar las inmunoglobulinas A, E y G o las citocinas, que son mediadores inflamatorios que provocarían los síntomas y signos multisistémicos.
Es una enfermedad emergente que se relaciona con el cambio climático y los estilos de vida. Más allá de que se viene hablando sobre la enfermedad y explicando su fisiopatología, aun no tiene el reconocimiento necesario para tratar a quienes la padecen. El paciente experimenta síntomas de los más variados y recurrentes; en Europa se conoce como “gente burbuja” a quienes la padecen.
Los estudios revelan que es más frecuente en el sexo femenino (9 de cada 10 personas que la padecen son mujeres). Su edad de aparición esta entre los 35 y 55 años.
Los enfermos concurren a diferentes especialistas, acuden a las guardias frente a los síntomas y, si bien reciben atención, la baja frecuencia de estas enfermedades y su desconocimiento hacen que muchas veces no sean diagnosticadas o, incluso, sean subtratadas.
En particular, el síndrome de hipersensiblidad química aún no está incluido en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Algunos países sí lo han clasificado como una patología: Alemania (en el 2000), Austria (2001), Japón (2009), Suiza (2010), Dinamarca (2012) y España (2014). En la Argentina, este síndrome no está incluido en el Programa Médico Obligatorio (PMO).
Es importante tener en cuenta que el síndrome de hipersensibilidad química:
- No se trata de una fantasía psicológica.
- No es una enfermedad psiquiátrica.
- No es una enfermedad rara.
- No es una intoxicación.
Toda esta alta complejidad hace que se sea necesario divulgar información sobre el síndrome de hipersensibilidad química y las otras enfermedades que mencionamos al comienzo.
La podemos definir como una enfermedad del sistema nervioso central: el organismo manifiesta hipersensibilización frente a los estímulos, que pueden ingresar por diferentes vías: la olfatoria, la digestiva y la cutánea.
Vía olfatoria
Los trabajos de investigación apuntan hacia los olores que provienen de determinadas sustancias y que provocarían un estrés oxidativo, aumentando los niveles del óxido nítrico. Esto, a su vez, causaría una suba de la permeabilidad de las células que componen el sentido del olfato, sobre todo de la célula olfatoria o primera neurona que, a través del receptor que se encuentra en las cilias de las dendritas, permite la entrada de esa sustancia odorífera. Esa sustancia se transforma luego en un estímulo eléctrico que viaja por el nervio olfatorio (par craneal I) y llega al lóbulo anterior del cerebro (sistema nervioso central). Por este motivo, se puede hablar de un trastorno de sensibilización central.
En resumen, se alteran ciertas áreas del sistema nervioso central, cambiando su modo de funcionar.
El paciente suele expresar que, luego de haber estado expuesto a sustancias diferentes o alguna en especial, a muy baja concentración no dañina para la población en general, comienza a sentir afectación cognitiva, problemas de memoria, falta de concentración, alteraciones visuales, falta de aire, tos seca e intolerancia a cualquier olor por más mínimo. Esa hipersensibilidad le produce esa intensa cefalea, taquicardia, acufenos, mareos o vértigo, y trastornos del sueño, entre otros síntomas.
Las sustancias que pueden desencadenar estos síntomas son algunos cosméticos, artículos de limpieza u olores presentes en el ambiente (el paciente suele recordar el momento en que comenzó a sentir que algo no estaba bien).
Vía cutánea
La piel y las mucosas reaccionan ante un contacto que muchas veces cuesta recordar, pero el paciente observa que, con el transcurso del tiempo, las sustancias más frecuentes le causan reacciones como picor con ronchas, que muchas veces pueden llegar a ser intolerables.
Vía digestiva
En algunos casos, los pacientes refieren que, luego de ingerir un determinado alimento, comienzan con problemas digestivos. Esto sucede cada vez con más alimentos y, con el tiempo, se nota la pérdida de peso porque dejan de comer.
Diagnóstico
Como suele suceder en casi todas las enfermedades, la anamnesis (el interrogatorio clínico hecho por un especialista) es fundamental. Si se pregunta con paciencia, el paciente, en general, logra recordar si estuvo en algún ambiente en el que sintiera un olor (como, por ejemplo, el de un desodorante de ambientes) que le resultó fuerte e irritante, o ciertos olores como combustibles, pinturas e insecticidas.
Según testimonios de pacientes, en ocasiones el olor provino del palier del edificio (humo de cigarrillo), luego de la visita al odontólogo (el olor del eugenol es característico), emanaciones de los motores diésel, disolventes, conservantes y aditivos de alimentos, entre otros ejemplos. También pueden asociar ese olor con el comienzo inmediato de los síntomas.
En general, aparecen mareos, inestabilidad, contracción de músculos faciales, neuralgias, relajación de esfínteres, estornudos, alteraciones hormonales como la menopausia precoz, cuadros de alergias pero que se producen por un mecanismo distinto, palpitaciones, irritación, dificultad respiratoria, sed de aire, sensación de muerte, alteraciones transitorias de la audición, intolerancia a los ruidos, dolor de espalda rigidez matutina, ojos secos, angustia ansiedad, síndrome temporo-mandibular (cuando se “traba” la mandíbula al bostezar o abrir bien grande la boca), neblina mental, hipersensibilidad al tacto y cansancio crónico.
En las personas cuya vía de entrada es la cutánea, los síntomas se manifiestan por contacto con la sustancia en cuestión.
Estas personas pueden ser, además, muy sensibles a:
· El sol.
· La luz.
· Los teléfonos móviles y los dispositivos electrónicos.
· Las antenas de wi-fi.
Se las conoce como “personas electro-hipersensibles”. No existe ningún examen complementario específico para su diagnóstico, sino que con la anamnesis y un examen físico detallados es posible aproximarse a esta patología, con impacto físico psicológico y social de las personas que la padecen, limitando su vida cotidiana, la inseguridad en la casa, el alejamiento de los contactos y afectos.
Estos pacientes necesitan comprensión y contención de su entorno familiar, ya que las actividades de la vida diaria se convierten en una complicación, a veces incluso con actividades que no demandan casi esfuerzo.
Tratamiento
Una vez que la enfermedad se sospecha, lo ideal es trabajar en conjunto con especialistas en inmunología, neurología, psicología y nutrición, ya que el abordaje debe ser multidisciplinario.
Lograr entender lo que les está sucediendo y brindar la información que ellos desean encontrar muchas veces se torna muy difícil.
Mientras se estudia al paciente y se llega al diagnóstico de certeza, se les recomienda practicar de yoga, realizar caminatas en lugares libres de contaminación como cerca del mar, adaptar la vivienda e incorporar nuevos hábitos alimenticios, siempre con el auxilio y el acompañamiento de su entorno afectivo y laboral.
Se debe comprender que la sensibilización central permite realizar un correcto diagnóstico, y que agrupa muchos cuadros que ya existen en un solo proceso, pero que son enfermedades difíciles de ver.
* Dra. Stella Maris Cuevas (MN: 81701) es médica otorrinolaringóloga - Experta en olfato – Alergista. Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
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