El “punto G”, un área erógena putativa en la pared vaginal anterior, es un concepto ampliamente aceptado en la sociedad, pero controvertido en la literatura médica. Pese a la aceptación generalizada, todavía está envuelto en controversias, y los estudios destinados a probar su existencia o inexistencia a menudo están potencialmente sesgados por el trasfondo sociocultural.
La mayoría de los estudios publicados hasta ahora sobre el punto G favorecen su existencia, pero existe un desacuerdo sustancial incluso entre ellos. Este desacuerdo comienza con su ubicación: la mayoría de los autores la describen como una estructura suburetral, pero algunos ubican su ubicación en la vulva. Ahora, médicos de cinco hospitales de Portugal y uno de Italia examinaron 32 estudios realizados desde la década de 1980 sobre la región, que se dice que da a las mujeres poderosos orgasmos cuando se estimulan, y no lograron precisar su ubicación, tamaño o naturaleza.
En su investigación publicada en la revista Sexual Medicine, los especialistas describieron el punto G como “otra Atlántida”, una ciudad mítica sobre la que escribió el filósofo griego Platón. Además, citan los resultados de otro estudio que describe la evidencia anatómica de un punto G como “escasa, insuficiente y débil”. “La sexualidad femenina, incluido el orgasmo, es mucho más compleja que una mera fórmula que incluye hormonas, aspectos psicológicos, cultura, religión, anatomía y experiencias previas”, remarcaron.
“Lamentablemente, es una de las muchas cosas que se inventaron para tratar de que la mujer siempre se sienta en inferioridad de condiciones en el goce y en la complicación de la búsqueda de su placer, cuando en realidad en este camino alcanza con sumergirse en sus propias sensaciones y disfrutar de sus cuerpos”, sostuvo en exclusiva con Infobae, Florencia Salort, médica ginecóloga, sexóloga y coordinadora de la Extensión Universitaria del Servicio de Ginecología del Instituto Universitario del Hospital Italiano
La mayoría de las mujeres que participaron en seis estudios de cuestionario (62,9%) afirmaron tener un punto G. Y casi tres cuartas partes (72,6%) creían que estaba asociado con tener un orgasmo. Los investigadores dijeron que los hallazgos “muestran claramente” que la mayoría de las mujeres creen que el punto G existe, pero “esta creencia puede estar sesgada por la suposición actual de que existe”.
El punto G se identificó entre la mayoría (55,4%) de las 1.842 mujeres que participaron en siete estudios clínicos, que involucraron a investigadores que estimulaban manualmente a los participantes o usaban un vibrador. Pero entre estos siete artículos, hubo resultados mixtos. Se identificó entre todas las mujeres en dos de los estudios y ninguna de las mujeres en otros dos proyectos similares. E incluso entre nueve estudios de imágenes médicas, que toman imágenes detalladas del interior del cuerpo a través de ecografías o resonancias magnéticas, tuvieron resultados contradictorios.
En nueve estudios anatómicos separados, un autor afirmó poder identificar sistemáticamente el punto G, mientras que otro grupo no lo encontró en absoluto. Y un estudio neurofisiológico evaluó la actividad eléctrica de la vagina a través de herramientas especializadas y descubrió que aumentaba en respuesta a la presión, lo que sugiere que la región misteriosa existía de alguna forma.
Los estudios consideraron que existía el punto G, pero no hubo acuerdo sobre su ubicación y tamaño. Así que su existencia “sigue sin demostrarse”, concluyó el equipo. Aun así, el doctor Pedro Vieira Baptista, ginecólogo del Hospital Lusíadas en Oporto, y sus colegas notaron que había sesgos entre los estudios, como la inclusión mínima de mujeres que luchaban por tener un orgasmo, lo que hizo menos probable que alcanzaran una respuesta sexual.
“Todavía quedan preguntas sin respuesta: ¿existe? Si es así, ¿dónde está ubicado, qué tamaño tiene, cuál es su naturaleza histológica, cuál es su papel en la sexualidad femenina, está asociado con la eyaculación femenina?”, concluyeron y aseguraron que se necesitan más estudios, incluidos sobre las opiniones de las mujeres y los “estudios de estimulación” de mujeres de diferentes edades y grupos étnicos.
Los hallazgos se producen después de que un equipo de médicos en Estambul examinara el año pasado a 17 mujeres de mediana edad y no encontraron evidencia de tal punto, sino una “distribución bastante uniforme” de los nervios. Y un estudio de 1.800 gemelas realizado por King’s College London en 2010 había concluido previamente que no había evidencia de que exista el punto G.
El profesor Tim Spector, un epidemiólogo que fue coautor de la investigación, dijo en ese momento: “Las mujeres pueden argumentar que tener un punto G es debido a la dieta o al ejercicio, pero de hecho es prácticamente imposible encontrar rasgos reales. Este es, con mucho, el estudio más grande jamás realizado y muestra de manera bastante concluyente que la idea de un punto G es subjetiva”.
Pero los hallazgos provocaron una reacción violenta de los expertos en Francia, quienes afirmaron que los hallazgos mostraban “una falta de respeto por lo que dicen las mujeres” y lo etiquetaron como “totalitario”.
“Lo más probable es que algunas mujeres tengan más sensibilidad en la pared anterior de la vagina, ya que está muy cerca del clítoris. Deberíamos enfocarnos más en entender el clítoris, antes de especular sobre el punto G. Algunas personas asumieron la existencia del punto G como un dogma, y cuando eso sucede, no es fácil contradecirlo”, manifestó el doctor Vieira Baptista en diálogo con el MailOnline.
“Nuestro mayor órgano de placer es el clítoris que está demostrado que tiene 8 mil terminaciones nerviosas. Por eso el 80% de las mujeres llegan al orgasmo con la estimulación directa de la parte externa de él y solo el 20% lo hace a través de la estimulación de la vagina o la penetración. En vez de disfrutar de una sexualidad placentera y de explorar el propio mapa erótico, el punto G hizo que fuera una gran preocupación que una persona no pudiera alcanzar el orgasmo a través de esta vía”, finalizó Salort.
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