Existen 5.000 virus en el planeta, y dos de ellos le descompaginaron la vida a Matías Salemme en tan solo un año. Sufrió el dengue el año pasado y sintió que se le quebraban los huesos. Perdió en octubre a sus padres, una pareja de médicos menores de 70 años y sin enfermedades previas diagnosticadas. Recientemente, Salemme empezó con fiebre alta, y se detectó que el coronavirus también había logrado entrar en sus células y afectar a sus pulmones. Después de 21 días con neumonía, recibió el alta pero le quedaron secuelas.
Además de los padres, Salemme perdió a su abuela paterna, que estaba durmiendo y se murió repentinamente, y a una gran amiga durante el año pasado. Fueron 365 días en los que los virus avanzaron y como en un dominó que se cae se fueron llevando las vidas de sus seres queridos. Solo le dejaron una voz ronca y un coágulo en una pierna -es decir, una trombosis- que está tratando con medicación y caminata.
Pero Salemme, de 38 años y empresario gastronómico, no se enredó en el lamento, en la queja o en el enojo. “Desde el día uno, estoy agradecido por todo lo que pude vivir con ellos. Elegí pararme en ese lugar. Tuve una relación fantástica con mis viejos, con mi abuela, y con mi amiga. Voy a estar contento por lo vivido que fue mucho y muy bueno”, cuenta a Infobae.
Nació y vive en la capital de la provincia de Córdoba, Argentina, y llevaba una vida saludable. Iba a correr frecuentemente. No fumaba tabaco. En abril de 2020, se contagió el virus del dengue, que se transmite por la picadura de mosquitos. “Fueron 20 días con dengue y comprobé que realmente te rompe los huesos, como dicen”, recuerda.
Después de que se produjo la muerte de la abuela y de la amiga, en octubre pasado, sus padres se enfermaron por COVID-19. La madre tenía 62 años y el padre, 67. Se habían conocido durante la adolescencia y habían estudiado juntos medicina. “Mis viejos no tenían enfermedad previa. Pero los devoró el bicho”, dice. “Vivieron juntos y se fueron juntos. Eran mis padres, pero también mis amigos. Sus muertes fueron un golpe duro”.
Como si fuera poco, en mayo pasado, empezó con fiebre alta y dolor en el cuerpo. “Primero me hice un hisopado y dio negativo. Después, me hice otro y dio negativo. Fueron dos falsos negativos. El tercer hisopado fue positivo”, remarca. El coronavirus estaba en su cuerpo pero parecía esconderse ante el test por PCR, e iba dañando a sus células. Le produjo una neumonía bilateral, que es un trastorno por el cual los pequeños sacos de los pulmones se llenan de pus y líquido, y hacen que las personas tengan dificultad para respirar.
Salemme estuvo en cama en su casa por 21 días, pero fue al Sanatorio Allende de Córdoba a hacerse controles diariamente. Le hicieron muchos análisis de sangre y radiografías, entre otros estudios, y tomó diferentes medicamentos. “Conté con el apoyo constante de la médica Jimena Sánchez, que me ayudó para seguir y recuperarme. Creo que gracias a los controles desde el principio, no necesité estar internado”, dice.
Pero le dieron el alta médica, y le empezó a doler la pantorrilla derecha. “Fue como un desgarro. Me hicieron un estudio y tenía un coágulo. Es una trombosis provocada por la misma infección del coronavirus. Ya estoy medicado y hago caminatas diarias. Pero me doy cuenta que aún no tengo mi ritmo anterior para caminar”, aclara Salemme. Hay evidencia de que el 1% de los pacientes con COVID-19 sin internación desarrollan trombosis. Con internación y en terapia intensiva, el riesgo es aún mayor (hasta el 25%). Y Salemme está dentro de ese 1% de pacientes con trombosis sin internación. Hasta eso le tenía que pasar.
“Quisiera que no hubiera pasado por supuesto. Pero intento pensar en positivo. Me tocó vivir esto, y habrá que pasarla”, comenta Salemme. Estudió licenciatura en recursos humanos, y es empresario gastronómico y productor de espectáculos, que son sectores de la economía que también han sido muy golpeados por la pandemia.
Cuenta que la experiencia del virus del dengue fue muy diferente a la del coronavirus. “El dengue es doloroso, y hay pocos medicamentos, pero se transita más fácil. En cambio, con el COVID, no sabés cómo ni cuándo termina. Te afecta los pulmones y uno sabe que se puede complicar. Además, en mi caso, hay que sumarle la carga emocional de tener la infección que llevó a la muerte a mis padres hace poco y lo que vas viendo en la televisión que le pasa a otras personas. Iba viendo si saturaba bien o no, y eso te juega en contra mentalmente”.
A pesar de todo, de los virus y las pérdidas, Salemme sigue en pie. ¿Cómo hace?, le preguntó Infobae. “Voy a estar contento por lo vivido con mis seres queridos que fue mucho y muy bueno. He tenido la dicha de tener padres que me enseñaron los valores del respeto por el otro, el valor de la familia, y la solidaridad. Por momentos, siento que saco fortalezas que ya ni sé de dónde las saco, pero creo que he sido muy afortunado por los padres que tuve”.
Además, Salemme se apoya en otras claves para transitar los duelos. “Me ayuda el amor de la gente que me rodea. Antonella, mi pareja, es un pilar fundamental. Mis hermanos y mis amigos de toda la vida también me ayudan. Uno tiene que dejarse amar en estos momentos porque la buena vibra de otras personas me ayuda. Incluso la gente que no me conoce pero me dice que mis padres, como médicos, salvaron las vidas de sus familiares”. En los años noventa, los padres habían viajado al Norte argentino a atender enfermos por la epidemia de cólera.
Otra actitud impulsa a Salemme: “Tengo siempre la cabeza enfocada en el futuro, con proyectos. Estoy escribiendo un libro sobre bodegones en Córdoba. Quiero que pasemos juntos esta pandemia como sociedad para acercarnos y volver a los abrazos, los eventos, disfrutar de la vida. De a poquito, como sociedad, vamos a salir adelante”.
El 30 de abril y 5 de mayo fue los días de los aniversarios de nacimiento de sus padres. Ellos ya no están. Salemme se tomó una copita de vino como le gustaba a su papá, y se sentó a tomar un café y a mirar pasar a la gente como hacía su mamá. “Me ayudó recordarlos de esa forma. Sabían disfrutar de la vida y la simpleza. Yo sé que siempre los voy a extrañar, pero el día de sus cumpleaños hacer lo que ellos sabían me generó una sonrisa”.
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