Ante la escasez de inoculantes, las autoridades sanitarias del Reino Unido y de Canadá decidieron postergar la aplicación de la segunda dosis de la vacuna contra el COVID-19 para alcanzar a más población en mayor riesgo de complicaciones con la primera dosis. Ese cambio en el esquema se evalúa en el Ministerio de Salud de la Nación y la Comisión Nacional de Inmunizaciones. Pero un nuevo estudio científico realizado por investigadores de Canadá advirtió ahora que si bien la postergación de la segunda dosis puede tener beneficios, también puede implicar riesgos de mayor aumento de brotes de COVID-19 en el futuro.
Lo alertan en función de los resultado de un trabajo en base a un modelo de computación que les permitió estimar el impacto de la postergación de las dosis como una medida sanitaria ante la escasez de vacunas que hay en el mundo. El estudio se publicó en la revista Science y fue realizado por investigadores de las universidades de Princeton, Harvard y Columbia y los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, las universidades de Montreal y Mc Gill de Canadá, la Universidad de Oxford y el Wellcome Trust del Reino Unido, y la Universidad de Sydney de Australia.
Aunque el trabajo se centró principalmente en las vacunas de Pfizer/BioNTech, Moderna y Oxford/AstraZeneca, los investigadores aclararon que los resultados “son generalizables en todas las plataformas”. “Varios países, entre ellos el Reino Unido y Canadá, han declarado que retrasarán las segundas dosis de las vacunas contra el COVID-19 en respuesta a la escasez de suministros, pero también en un intento de aumentar rápidamente el número de personas inmunizadas”, explicó Chadi Saad-Roy, que trabaja en los departamentos de Ecología y Biología Evolutiva (EEB) y Biología Cuantitativa y Computacional del Instituto Lewis-Sigler de Princeton y fue el autor principal del estudio.
“Los ensayos clínicos originales de las vacunas, más la epidemiología posterior, son bastante optimistas respecto a la eficacia de la primera dosis. Sin embargo, seguimos sin saber cómo persistirá a largo plazo la protección y la duración de la inmunidad de una sola dosis (o del curso completo de dos dosis o de la infección natural, en realidad)”, agregó Saad-Roy.
Los investigadores utilizaron un modelo simple para proyectar hacia adelante la incidencia de casos de COVID-19, así como el grado de inmunidad de la población, bajo una serie de esquemas de dosis de la vacuna e asunciones relacionadas con las respuestas inmunitarias. “Dadas las incertidumbres inmunológicas y epidemiológicas que impulsan estos resultados, los modelos sencillos son una herramienta esencial para explorar las posibilidades futuras”, afirmó Caroline Wagner, profesora adjunta del Departamento de Bioingeniería de McGill y coautora.
El estudio encontró que una dosis puede no ser suficiente. Identificó que las estrategias de dar una sola dosis puede, como se esperaba, reducir el número de casos a corto plazo al inmunizar más rápidamente a un mayor número de individuos. Sin embargo, si las respuestas inmunitarias de las personas después de una dosis son menos robustas, los brotes epidémicos posteriores podrían ser mayores.
Otro resultado importante asociado a las respuestas inmunitarias imperfectas es el potencial de escape inmunitario viral, avisaron los investigadores. Para empezar a abordar esta compleja cuestión, los autores adaptaron un modelo anterior para el escape inmunitario viral, desarrollado por los coautores Bryan Grenfell, Oliver G. Pybus y Edward C. Holmes, junto con otros colegas que no participaron en el trabajo actual. Esta teoría predice que en los individuos con inmunidad parcial, una presión de selección moderada combinada con una transmisión viral suficiente podría impulsar la evolución. Aquí, los autores exploran esta posibilidad junto con una serie de otros escenarios, incluido el caso más optimista de un potencial mínimo de adaptación en huéspedes con inmunidad disminuida tras una o dos dosis de vacuna.
“Ya ha surgido al menos una variante que puede adaptarse para escapar parcialmente de la inmunidad”, señaló el doctor Holmes. “La teoría simple subraya que la evolución y transmisión de variantes por parte de huéspedes infectados con niveles intermedios de inmunidad puede ser importante. Por lo tanto, el poder y la duración de la inmunidad, y en particular el efecto de éstas en la retransmisión, son parámetros clave a determinar”, agregó Grenfell.
Un hallazgo intuitivo que destaca el documento es que las tasas muy bajas de administración de la vacuna pueden estar asociadas a un mayor número de casos y, posiblemente, a un potencial más elevado de adaptación del virus. “Esto subraya fuertemente la importancia de una distribución equitativa de la vacuna a nivel mundial, ya que el escape inmunológico en un lugar se extenderá rápidamente”, explica Jessica Metcalf, coautora del trabajo, que investiga en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de Princeton.
En el estudio publicado en Science, los científicos escribieron: “En los lugares en los que la distribución de la vacuna se retrasa y las tasas de vacunación son bajas, nuestros resultados subrayan las consiguientes consecuencias epidemiológicas y evolutivas negativas que pueden surgir. En particular, dado que estas consecuencias (por ejemplo, la evolución de nuevas variantes) podrían surgir como problemas globales, esto subraya la necesidad urgente de una equidad global en la distribución y el administración de la vacuna”.
En las conclusiones, los científicos enfatizaron en que hay que vacunar a la población cuanto antes. “No obstante, el elevado número de casos de COVID-19 que se está produciendo en la actualidad subraya la rápida necesidad de una distribución efectiva y masiva de la vacuna. En general, nuestro trabajo subraya que el impacto de los esquemas de dosis de la vacuna depende en gran medida de la solidez relativa de la inmunidad conferida por una sola dosis. Por lo tanto, es imperativo determinar el poder y la duración de la protección clínica y la inmunidad de bloqueo de la transmisión a través de evaluaciones clínicas cuidadosas (incluyendo, por ejemplo, ensayos de control aleatorios de los intervalos de dosis y pruebas regulares de las cargas virales en los individuos vacunados, sus contactos y los que se han recuperado de las infecciones naturales) con el fin de aplicar políticas públicas sólidas”.
En la Argentina, la decisión de diferir la dosis fue evaluada el viernes pasado en el Consejo Federal de Salud, que lideró la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, con las autoridades sanitarias de cada jurisdicción. “Nuestro objetivo como país es minimizar el impacto de la mortalidad, eso se logra vacunando a quienes tienen más riesgo de enfermarse y morir. Es muy importante este trabajo y todo lo que significa el plan de vacunación. Transmitir a la comunidad que el interdosis es el intervalo mínimo, y si se prolonga no hay problema, sino que aumenta la eficacia”, comentó Vizzotti, acompañada por Daniel Gollán, ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires; y Fernán Quirós, ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires.
“El Reino Unido ha diferido la segunda dosis a septiembre, Canadá ha extendido el período a cuatro meses y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) están analizando esta situación también. Si bien nosotros no tenemos la misma situación epidemiológica que llevó a tomar estas decisiones al hemisferio norte, sí tomamos lo que ocurrió allí y pensamos que si priorizamos la mayor cantidad de personas que reciben una dosis (con el impacto positivo y la eficacia que eso significa) difiriéndolas -no pensando en una sola dosis- podremos llegar más rápido a proteger a las personas con mayor riesgo”, comentó Vizzotti.
La funcionaria subrayó que en países como Israel bajó la mortalidad en el grupo de mayor riesgo de complicaciones y muertes, al llevarse a cabo la vacunación. “En el Reino Unido vacunaron a los mayores de 60 años con una dosis -solamente el 3% completo el esquema- y vieron una reducción del 90% de la mortalidad e internaciones. Lo mismo se vio en Israel en lo que es las internaciones en las personas vacunadas”, agregó la funcionaria.
En tanto, la médica infectóloga y presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunación (SAVE), Florencia Cahn, quien asesoró al presidente Alberto Fernández en temas sanitarios, defendió la implementación de diferir la segunda dosis. “Hay vacunas que se aplican en una dosis y tienen una eficacia entre el 50% y el 70%. Las que aplicamos nosotros tienen mayor eficacia protectora. La estrategia de posponer la segunda dosis es algo que se analiza en todo el mundo, no es algo propio de la Argentina”, dijo durante una entrevista con radio Continental.
SEGUIR LEYENDO: