Argentina presentó en los últimos días un nuevo proyecto de vacuna contra el SARS-CoV-2, virus responsable de causar la enfermedad por COVID-19, hace exactamente un año declarada pandemia mundial.
Gracias al notable y destacado trabajo que vienen llevando adelante hace tres años dos equipos de investigación del Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP, CONICET-UNLP) y el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA, CONICET-UNLP), nació ARGENVAC 221, el potencial y posible nombre con el que se bautizaría al inoculante pensado y desarrollado por la ciencia local, particularmente por un grupo de científicos multidisciplinario de La Plata, integrado por químicos, bioquímicos e inmunólogos entre otros.
El desarrollo se encuentra en Fase Preclínica, actualmente obteniendo los primeros resultados, si esta vacuna que es a base de proteínas (RBD), que es una porción de la proteína S del virus y nanopartículas, genera anticuerpos.
El grupo de trabajo es liderado por Guillermo Docena y Omar Azzaroni, ambos investigadores del CONICET, del IIFP y del INIFTA. El objetivo que se plantean es constatar si pueden encapsular las fracciones de la proteína S del virus SARS-CoV-2 en nanopartículas e inocularlas para generar los anticuerpos necesarios que permitan bloquear la entrada del virus, y provoquen la respuesta de memoria que garantice inmunidad protectora en el tiempo.
“Creo que nos va a llevar todo el año esta Fase Preclínica. Lo que estamos ahora viendo es primero ver si funciona, si genera anticuerpos. Después buscar el mejor plan de vacunación en el sentido de definir cuántas dosis, qué cantidad, qué frecuencia. Y eso también se hace en ratones, para tratar de minimizar las reacciones adversas y tener una buena respuesta de anticuerpos. Finalmente lo que vamos a hacer son lo que se llama ensayos de desafío. Es decir vacunar a los ratones, desafiarlos con el virus vivo de SARS-CoV-2 y ver si el animal se infecta o no. Si tenemos una vacuna que logra evitar la infección, recién ahí estamos en condiciones de hablar de una Fase Clínica, es decir pensar en vacunar individuos”, adelantó en diálogo con Infobae, el doctor Guillermo Docena, Bioquímico e Inmunólogo que lidera el equipo que avanza con el proyecto para desarrollar una vacuna argentina contra el COVID-19 junto al químico e investigador del CONICET Omar Azzaroni. En una enriquecedora entrevista, se refirió a los puntos más salientes de la promisoria potencial vacuna:
—¿De qué se trata el desarrollo de vacuna?
—Los dos grupos venimos con dos experiencias distintas. El grupo del doctor Omar Azzaroni son todos químicos. Nosotros somos bioquímicos. Yo soy inmunólogo. Venimos trabajando en estos sistemas desde hace varios años, desarrollando vacunas obviamente en otros sistemas. En estos años lo que hemos hecho es caracterizar la vacuna, es decir determinar qué mecanismos del sistema inmune activa. A finales del año pasado, en 2020, lo que empecé a observar en los trabajos publicados de las vacunas para COVID-19, que los mecanismos que activan estas vacunas son los mismos que los que nosotros veíamos con nuestra vacuna.
Es decir que generan la misma activación del sistema inmune. A partir de ahí la idea fue probar nuestra vacuna con el sistema de SARS-CoV-2 y a ver si podemos observar lo mismo que observábamos antes. Ahora estamos en esa etapa, en ratones, en lo que se llama Fase Preclínica, y estamos estudiando, recién obteniendo los primeros resultados, si esta vacuna que es a base de proteínas (RBD), que es una porción de la proteína S del virus, genera anticuerpos. Ese es básicamente nuestro principal objetivo.
—¿A qué vacuna de las aprobadas para su uso de emergencia se parece por el tipo de tecnología con la que se piensa?
—Esta es parecida a la Sinovac, que es la china que produce Brasil o a la Novavax que está en Estados Unidos. Incluso es más parecida a esta última, porque la vacuna nuestra tiene dos componentes: la proteína RBD del virus y una nanopartícula. Esta vacuna, la Novavax, no se sabe bien porque es un secreto del fabricante, pero utilizan lo que ellos llaman una micropartícula. Probablemente sea algo parecido a lo que estamos usando nosotros o una estrategia similar. El grupo del doctor Azzaroni se encarga de producir esta nanopartícula. Ellos tienen mucha experiencia en esto de nanopartículas.
Estamos estudiando, recién obteniendo los primeros resultados, si esta vacuna que es a base de proteínas (RBD), una porción de la proteína S del virus, genera anticuerpos
—¿Cómo son estas nanopartículas?
—Funciona básicamente así: es una esfera bien redonda. Tenemos fotos que muestran que es una esfera perfecta, con un cierto tamaño y funciona como una esponja. Es decir, es un compuesto poroso donde las proteínas vos las podés introducir y esta estructura lo que hace es proteger a las proteínas de la degradación. Pero además, lo que vimos en estos años que es lo que nos llamó la atención, es que esa nanopartícula además es un adyuvante, que es una parte que tiene la vacuna que activa el sistema inmune. La idea original nuestra era usar la nanopartícula como un vehículo de la proteína, agregar un adyuvante, que eso sea la vacuna. Pero lo tenemos todo resuelto en la nanopartícula: transportador o vehículo más adyuvante. Esa es la propiedad distintiva con las otras proteínas.
—¿Pensaron en algún nombre para la vacuna?
—No le dedicamos mucho tiempo, pero un nombre que me gusta es ARGENVAC 221, (con la característica o código telefónico de La Plata). También UNIVAC me gusta, de universidad, pero el CONICET también está involucrado. Por ello ARGENVAC 221 viene bien. Quiero recalcar que tenemos un apoyo absoluto por parte de CONICET, Universidad de La Plata y SIC. Hace una semana se hizo el lanzamiento, estábamos todos sentados en la misma mesa y todos destacaron lo mismo: la importancia de contar con vacunas en Argentina. Hay 3 o 4 proyectos nada más de desarrollo, es muy poquito. Es importante que haya no solo una, sino varias vacunas aquí.
Es importante considerar que en nuestro país se están llevando adelante distintos proyectos para el desarrollo de vacunas contra el COVID-19. Sabemos que estos procesos dependen ampliamente de las capacidades de los grupos de trabajo, pero fundamentalmente de la financiación. Todos los proyectos en Argentina se encuentran en la fase pre clínica, es decir en modelos animales, y con amplias posibilidades de poder comenzar en el 2021 los ensayos clínicos en individuos sanos voluntarios.
—Comenzaron el desarrollo tres años atrás, antes de la irrupción de la pandemia al escenario global. ¿Originalmente pensaron la vacuna para otra enfermedad? ¿Cómo fueron los comienzos del desarrollo?
—Yo trabajo ya hace 30 años, bastante, en inflamación intestinal, una patología que no tiene nada que ver, alergia alimentaria, Enfermedad de Crohn. Hemos desarrollado distintas vacunas para modular la inflamación en el intestino. Y en particular, la aplicamos cuando empezamos a estudiarla, a procesos infecciosos. Es decir a patologías generadas por un microorganismo y teníamos todo listo en febrero y marzo de 2020 para probarlo en una patología pulmonar, que no es viral sino bacteriana. Empezamos a hacer los trabajos, vimos que podíamos dar la vacuna por vía nasal pero tuvimos que suspender todo por el COVID, ya que se cerraron los laboratorios, etc. La vacuna fue pensada para usar en otra patología, con otra finalidad. Por eso queremos ser muy cautos, no sabemos si va a funcionar en COVID-19. Los resultados que estamos viendo son promisorios, pero no fue pensada para una infección viral pulmonar.
—¿Cómo afectan las diferentes cepas y o variantes del virus SARS-CoV-2 que van surgiendo al desarrollo de una vacuna?
—Creo que en este momento tenemos varios aspectos a destacar. Uno es que sabemos que las vacunas funcionan. Estamos viendo en el mundo donde se vacuna que en los lugares que se vacunan, en donde hay buenos planes de vacunación, en el sentido de cantidad versus tiempos, los casos están disminuyendo. Eso hace dos meses no lo sabíamos, lo cual es un resultado sumamente alentador. Pero por otro lado también estamos viendo que donde aparecen nuevas cepas virales como en Sudáfrica, algunas de las vacunas no funcionan o bajan los resultados de eficacia a valores que no justifican seguir vacunando. Este es el caso de AstraZeneca en Sudáfrica que dejó de vacunar. La aparición de estas nuevas variantes yo creo que es la principal amenaza a estas vacunas. Por eso hago referencia cada vez que tengo la posibilidad de salir en un medio que la forma de evitar la aparición de estas nuevas variantes es evitando la transmisión. Por más que estemos vacunando o por más de que haya alguien vacunado, hay que seguir con las medidas de protección para evitar los contagios, porque ahí es donde muta el virus.
Y en particular, para nuestra vacuna, nosotros estamos asociados con un grupo de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que es la que produce RBD, y ellos tienen capacidad de producir RBD de estas cepas mutantes. Este grupo es el del doctor Javier Santos, de la UBA del grupo Anti-COVID. Ellos ya están produciendo RBD, que tiene por ejemplo la mutación de la cepa de Manaos, Brasil. Entonces una de las ventajas es que nosotros podemos adaptar esta vacuna a la cepa que por ejemplo esté circulando en nuestro país, como sucede con la de Manaos, que ya está en la Argentina.
—¿Cómo siguen ahora con el desarrollo?
—Creo que nos va a llevar todo el año esta Fase Preclínica. Lo que estamos ahora viendo es primero ver si funciona, si genera anticuerpos. Después buscar el mejor plan de vacunación en el sentido de definir cuántas dosis, qué cantidad, qué frecuencia. Y eso también se hace en ratones, para tratar de minimizar las reacciones adversas y tener una buena respuesta de anticuerpos. Finalmente lo que vamos a hacer son lo que se llama ensayos de desafío. Es decir vacunar a los ratones, desafiarlos con el virus vivo de SARS-CoV-2 y ver si el animal se infecta o no. Si tenemos una vacuna que logra evitar la infección, recién ahí estamos en condiciones de hablar de una Fase Clínica, es decir pensar en vacunar individuos. Creo que eso antes de fin de año es imposible. Va a ser el año que viene en adelante. Y hace falta otra financiación, obviamente.
—¿Cuentan con apoyo de alguna entidad gubernamental para el financiamiento y/o apoyo en el desarrollo?
—Hasta ahora tenemos apoyo institucional del CONICET, de la Universidad Nacional de La Plata y también de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (SIC) ya que uno de los becarios que está trabajando tiene beca de SIC. La próxima etapa no sabemos si se va a poder financiar con recursos de organismos del Estado, ya que el salto de financiación es tremendo, pasás a cientos de miles de dólares. Pero ya tenemos contactos con empresas privadas biotecnológicas de Argentina que son las que están produciendo vacunas aquí, se han interesado y llegado el momento veremos si esto se financia con una empresa de estas privadas o se arma un consorcio público privado como ocurre en otro países, tenemos el claro ejemplo de AstraZeneca con la Universidad de Oxford.
—¿Cómo visualiza el escenario global como inmunólogo a un año de la declaración de pandemia por parte de la OMS? ¿Qué hace falta para que la humanidad empiece a vencer al virus?
—El panorama es muy promisorio porque sabemos que hoy hay diez vacunas que se están usando en más de cien países y funcionan. ¿Qué quiere decir? Que podríamos tener en nuestras manos la herramienta para frenar la transmisión del virus, o por lo menos evitar las reacciones severas y la muerte por COVID-19. Ya está bajando el número de muertos. El aspecto no tan positivo es que la provisión de vacunas y la velocidad de vacunación están medios lentos. ¿Y eso por qué? Cada vez hay más demanda debido a que sabemos que funciona. Si uno va siguiendo semana a semana cuántos países vacunan, hace 10 días decía que sólo 35 países están vacunando. Y hoy, te puedo decir porque lo busqué para una charla, hay 108 países de los 193 que están vacunando contra el COVID-19. ¿Y eso que implica? Demanda de vacunas. Entonces los productores no dan abasto. Es necesario que haya más vacunas en el mercado, que produzcan más, que después lleguen a los distintos países, y que se vacune a la población lo antes posible. Es la única forma de frenar al virus.
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