En un contexto en donde los casos diarios de COVID-19 reportados por el Ministerio de Salud no paran de crecer y la segunda ola ya está entre nosotros, la forma en la que se propaga el virus SARS-CoV-2 cobra más que nunca un rol protagónico. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), el nuevo coronavirus se puede propagar “a través de micropartículas, gotitas respiratorias pequeñas, denominadas aerosoles”, que se producen cuando una persona respira.
La medición del dióxido de carbono (CO2) como indicador de la ventilación del aire en ambientes cerrados es una de las medidas más recomendadas para evitar el contagio de coronavirus por inhalación de aerosoles acumulados, es decir estas pequeñas gotas que emitimos al exhalar, que en la actualidad es una de las principales vía de transmisión, advirtieron especialistas.
“El dióxido de carbono (CO2) es un gas que se emite en la exhalación al respirar. En el exterior, su concentración es cercana a los 400 ppm (parte por millón) y es aproximadamente constante, lo que sirve como referencia”, señaló Andrea Pineda Rojas, investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) y del CONICET.
Y continuó: “Cuando uno tiene todo cerrado, el CO2 se va acumulando y aumenta su concentración, con lo cual niveles de CO2 bastante mayores a 400 ppm dan una medida de la acumulación de aerosoles en un ambiente, y sugieren que es necesario ventilar, lo que significa renovar el aire”.
Pineda Rojas sostuvo que “cuando una persona que está infectada habla o respira está constantemente emitiendo aerosoles que contienen virus potencialmente infectivo; la mayor concentración de esos aerosoles está justo frente a la persona y disminuye a medida que aumenta la distancia, por eso es tan importante mantener la distancia física. En lugares cerrados sin ventilación, los aerosoles se acumulan pudiendo causar contagio a distancias mayores a dos metros de la persona infectada”.
La especialista enfatizó que “la importancia de ventilar tiene que ver con disminuir el riesgo de contagio a través de la inhalación de esos aerosoles que se van acumulando en el ambiente cuando la renovación del aire no es la adecuada”.
“Al principio supimos que si las gotas grandes que emite una persona con coronavirus que tose o estornuda llegan a los ojos o a la boca de otra persona o caen en una superficie y alguien toca con la mano y se la lleva a su boca u ojos, se contagia”, describió por su parte el docente e investigador de CONICET y asesor del gobernador bonaerense Axel Kicillof, Jorge Aliaga.
“Pero con el tiempo fuimos aprendiendo que, además, cuando uno habla emite gotas muy pequeñas, que se llaman aerosoles, donde el virus también puede estar y que esas microgotas tienen dos particularidades: son mucho más en cantidad que las gotas grandes y quedan suspendidas en el aire por horas”, añadió.
Según un relevamiento realizado por el científico español José Luis Jiménez, junto a su grupo de investigación de la Universidad de Colorado -Estados Unidos-, “sobre toda la bibliografía científica que existe, la transmisión a través de aerosoles es la que reúne más evidencia”.
Una prueba de esto son los “casos de superpropagación” o “supercontagio”: El más famoso fue el coro de Estados Unidos, Skagit, que se reunió respetando la distancia por dos horas y media a cantar; una persona estaba infectada y de los 60 participantes se infectaron 52, incluyendo quienes estaban 13 metros por detrás de la persona con COVID-19.
En referencia a cuál es la máxima concentración de CO2 para evaluar que un ambiente está ventilado, Aliaga señaló que “lo que se está tomando como recomendación es que no supere las 800 ppm, hay que recordar que al aire libre la concentración es aproximadamente 400 ppm”.
Y añadió que “esta medición sería clave en todo espacio interior donde confluyan personas no convivientes (escuelas, oficinas, salas de espera de consultorios, comercios, etc.) y se realiza con equipos que si bien tienen diferentes precios en el mercado, son accesibles para instituciones o empresas y permitirían disminuir los contagios y salvar muchas vidas”.
En diálogo con Infobae, el experto en química ambiental José Luis Jiménez explicaba en septiembre: “Se puede medir el CO2, el dióxido de carbono. Por ejemplo, a través de un aparato que mide el dióxido de carbono, que cuesta 150 dólares, y pues ahora yo tengo 881 partes por millón de CO2. Si lo pusiera afuera tendríamos 400. Esto quiere decir que yo estoy aquí respirando y cómo estoy exhalando CO2, y la habitación no está muy abierta pues tengo 881 partes por millón. Esto te permite ver en un espacio interior que estás compartiendo con otras personas cuánto del aire que estás respirando es aire que han exhalado otras personas, que pueden tener el virus”.
“Esto es muy útil, porque en una escuela, en una oficina -lo de la ventilación es un tema muy técnico y es difícil de medir para la gente en su casa, en sus oficinas- y lo del CO2 es una manera muy útil, porque uno lo puede llevar a la oficina, a la clase y ver muy rápidamente si es un sitio peligroso o no. Aunque sea por 150 dólares aún es caro, pero una escuela puede decidir comprar uno y con ello mide todas las clases y a lo mejor puede ver que hay 4 o 5 clases que por la razón que sea -por ejemplo por no tener ventanas- están mucho peor y ahí es donde hay que poner los filtros primero”, añadió.
El prestigioso químico ambiental narró a este medio: “Estamos con varios proyectos de investigación y también para dar al público: una de ellas es un modelo matemático, uno puede entrar los parámetros de la situación, qué tan grande es la habitación, cuánta gente hay, qué están haciendo y a partir de ahí y de cuántos enfermos llevamos en tu región, en Buenos Aires, o en Colorado, estima cuál es la probabilidad de infección en una situación determinada. Esto está disponible en Internet, cualquiera lo puede usar”.
Según Aliaga, “los equipos comerciales que son para poner en una mesa como si fuera un reloj, se consiguen en internet a partir de 18 mil pesos, en tanto que los equipos más complejos, que son para uso más técnico, pueden llegar hasta los 50 mil pesos”.
El especialista, que desde hace meses viene trabajando sobre este aspecto de la pandemia además de analizar los datos, diseñó un dispositivo casero de medición en el que gastó menos de 7 mil pesos, y subió las instrucciones a internet “para que si un particular o las instituciones educativas quieren adquirir las partes y armarlo sepan cómo hacerlo”.
“Por ejemplo, las escuelas técnicas podrían fabricarlos y las partes se podrían comprar a través del Estado, lo que abarataría, seguro, más el costo”, sostuvo.
Con este dispositivo el investigador realizó diferentes pruebas: “Si bien faltaría validar los valores absolutos de medición con los medidores comerciales, sí se pueden obtener algunas conclusiones en base a cómo subía o bajaba la concentración”, describió.
Y detalló que “si se coloca cerca de una ventana el indicador da similar al aire libre, si se lo aleja comienza a aumentar; si se cierra todo y se empieza a hablar sube a 800 ó 900 en 15 minutos”.
“Esto significa que en esta habitación, donde podría haber tres personas separadas por dos metros sin problemas, con todo cerrado en pocos minutos cualquiera de ellas podría estar inhalando la exhalación de las otras y si una estuviera infectada podría ser peligroso”, sostuvo.
Finalmente, Pineda Rojas alertó que “estar al aire libre o en un ambiente con buena ventilación disminuye considerablemente el riesgo de contagiarse por inhalar los aerosoles acumulados (contagio a más de dos metros), pero la ventilación no afecta el riesgo de contagio en proximidad con lo cual el uso de barbijo y mantener distancia sigue siendo fundamental”.
Con información de Télam
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