A pesar de que la evidencia científica es abrumadora sobre el improbable impacto del SARS-CoV-2 sobre la fauna silvestre, algunas pocas voces en Argentina han propuesto prohibir la realización de tareas de investigación y conservación que impliquen la manipulación de fauna en todo el territorio argentino. Esta propuesta contradice las conclusiones basadas en el análisis riguroso de la información disponible, realizado por la Asociación de Veterinarios de Vida Silvestre y Zoológicos Europeos, la Organización Colegial Veterinaria Española (2020) y la Wildlife Conservation Society. Estas organizaciones consideran al COVID-19 como de bajo riesgo para la fauna silvestre y no contemplan prohibiciones en la continuidad de trabajos de conservación e investigación.
En el mismo sentido, el Grupo de Translocaciones para Fines de Conservación perteneciente a la Comisión para la Supervivencia de las Especies de la UICN, en una nota dirigida al ministro de Ambiente de Argentina, Juan Cabandié, llama a redoblar “los recursos y esfuerzos que permitan recuperar la integridad y la salud de nuestros ecosistemas naturales” durante la actual pandemia. También, la Administración de Parques Nacionales ha generado lineamientos para el desarrollo de actividades de investigación científica en su jurisdicción habilitando los trabajos que involucran la manipulación de fauna silvestre.
El SARS-CoV-2 es un virus humano y se encuentra ampliamente probado que su transmisión entre personas es el mecanismo causante de la actual pandemia de COVID-19. El origen del SARS-CoV-2 es actualmente sujeto de discusión. Si bien la información científica disponible apunta a un ancestro de origen animal del virus, se desconoce la especie en la cual este ancestro se originó. Asimismo, se ignora la especie animal que pudo haber actuado como huésped intermediario, permitiendo el salto a los seres humanos.
“Aunque el origen puntual de la actual pandemia es desconocido, el aumento en el número de estos eventos en las últimas décadas está vinculado al incremento de los impactos humanos sobre los sistemas naturales. Entre estos impactos se encuentran la degradación del hábitat y la sobreexplotación de la fauna silvestre, los cuales son, en parte, responsables de la emergencia de muchas plagas modernas incluyendo HIV, Ebola, SARS y H5N1, entre otras”, sostiene Emiliano Donadio, director científico de la Fundación Rewilding Argentina y ex-investigador del CONICET.
No existe al momento evidencia científica que avale a los murciélagos como reservorio original ni a los pangolines, civetas y serpientes como huéspedes intermediarios. Tampoco existe evidencia científica que acredite el contagio de personas a partir de animales. Por el contrario, existen reportes de contagios de personas hacia animales. Estos registros son sumamente raros según la Organización Mundial de Sanidad Animal y los casos involucran principalmente animales de compañía.
“Lo que se sabe es que el genoma del SARS-CoV-2 es muy parecido al genoma que existe en un coronavirus que infecta a los murciélagos en Asia. El problema con ese coronavirus es que la porción del virus que le sirve para unirse a nuestras células es muy diferente. Si ese fuera el origen del COVID-19 lo que este necesita es mutar o cambiar esta porción. La hipótesis fue que quizás esto había ocurrido en el pangolín que tiene una porción complementaria al receptor que tenemos los humanos en nuestras células y que este salto de especie a especie fue el resultado de la capacidad del virus para unirse a las células huésped a través de alteraciones en su material genético. Pero por ahora todas son hipótesis. Culpar a los murciélagos o pangolines es un error, como lo es el hecho de que se intente utilizar el principio precautorio para suspender actividades directamente relacionadas con la conservación de los sistemas naturales”, aseguró Donadio en diálogo con Infobae.
Algunos perros, gatos y turones contrajeron la enfermedad a partir de sus dueños. Con excepción de algunos turones, los animales se recuperaron y generaron anticuerpos y las cargas virales disminuyeron a cero en días o semanas. Miles de perros y gatos fueron evaluados en áreas con fuerte incidencia de SARS-CoV-2 en Sur Corea y Estados Unidos; ningún animal resultó positivo (Asociación de Veterinarios de Vida Silvestre y Zoológicos Europeos).
El bajísimo número de casos reportados (a pesar de los números masivos de mascotas en el mundo) y los miles de animales evaluados, con una mínima mortalidad observada, sugieren que los animales domésticos no tienen un rol en la pandemia y, de infectarse, no corren mayores riesgos. Los reportes de contagios de personas hacia animales silvestres son incluso más escasos y limitados a individuos mantenidos en cautiverio.
Visones americanos en varias granjas de países europeos resultaron infectados con SARS-CoV-2. Si bien un incremento de la mortalidad fue observado en algunas granjas, en general los visones presentaron síntomas clínicos leves y cursaron la enfermedad en un período breve. Cinco tigres y tres leones dieron positivo o mostraron síntomas de COVID-19 en el Zoológico de Nueva York: todos los animales se recuperaron (Wildlife Conservation Society). Un puma fue recientemente diagnosticado con la enfermedad en un zoológico de Johannesburgo, Sudáfrica, pero su condición al 23 de agosto no ha sido reportada.
Si bien los primates no humanos, especialmente los del viejo mundo, aparecen como susceptibles al SARS-CoV-2, la información disponible muestra que, excepto en condiciones experimentales, no hay todavía reportes de contagios en esas espacies en estado silvestre ni de cautiverio, salvo por un cercopiteco verde africano. De hecho, varios primates en zoológicos europeos han sido analizados con resultados negativos.
“Cabe señalar que a pesar de la existencia de unos 2.500 zoológicos en los Estados Unidos, y alrededor de 10.000 en todo el mundo, no existen otros registros de animales silvestres en cautiverio positivos o con síntomas de COVID-19. La evidencia viene sugiriendo que la transmisión de coronavirus de humanos a animales es anecdótica. En el caso de animales silvestres, este contagio solo ocurre de manera infrecuente en condiciones de gran hacinamiento (granjas de visones) o de contactos frecuentes con humanos enfermos (zoológicos)”, advirtió el especialista.
Y añadió: “Tanto los animales domésticos como silvestres tienen una bajísima probabilidad de contagiarse. Cuando lo hacen no presentan síntomas y, de presentarlos, los mismos son leves. En general, se recuperan y desarrollan anticuerpos. Esto es especialmente cierto para los felinos. Tal es así que la Wildlife Conservation Society, responsable de los tigres y leones del Zoológico de Nueva York, afirma que los felinos no son fácilmente infectados por el SARS-CoV-2 y son pobres hospedadores para este virus; y que es baja la probabilidad de que el virus se establezca en poblaciones silvestres de felinos. Por lo tanto, es improbable que el COVID-19 represente una potencial amenaza para la conservación de los felinos silvestres en general y los grandes felinos en particular”.
La destrucción y degradación de ambientes naturales representan dos de las principales causas que fomentan la aparición y dispersión de estas pandemias. “En general, los grandes impactos negativos que las actividades humanas tienen sobre los ecosistemas resultan en la aparición de nuevas y peligrosas enfermedades. La información científica apunta a la intensa degradación de los sistemas naturales como parcialmente responsable de la aparición de enfermedades emergentes altamente peligrosas para el ser humano. Por lo tanto, la restauración de especies para recomponer las interacciones ecológicas propias de ecosistemas completos y funcionales es una actividad esencial para evitar futuras pandemias”, manifestó Donadio.
Desde la fundación en la que trabaja, el experto y su equipo continúan con sus tareas bajo dos premisas: que sus actividades no pongan en riesgo la salud de las personas, y tomando todos los recaudos para evitar una improbable trasmisión del virus desde el personal hacia los animales silvestres. Por último, instan a evitar prohibiciones inconducentes y, en su lugar, generar soluciones proactivas, “concentrando todos nuestros esfuerzos y atención en las verdaderas amenazas que afectan los sistemas naturales y su vida silvestre; entre ellas la degradación de ecosistemas debido a la proliferación descontrolada de actividades extractivistas y la continua disminución y pérdida de poblaciones de especies amenazadas”.
“Es difícil para nosotros entender como una actividad directamente relacionada con la conservación de los sistemas naturales no haya sido considerada como esencial. La gran minería de oro, por ejemplo, dos semanas después de ser decretado el estado de emergencia fue habilitada. Yo puedo entender que las operaciones petroleras no se puedan suspender por la dependencia que tenemos de los combustibles fósiles, pero la minería de oro no es esencial y se pudo haber suspendido. Eso lo contrasto con el hecho de que mis colegas del CONICET que trabajan en la conservación de especies no pudieron continuar con sus tareas”, finalizó.
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