Las cianobacterias son un grupo de bacterias muy primitivas. Algunas especies de estas bacterias se caracterizan por teñir grandes espejos y estancamientos de agua dulce de un color verde brillante. Esto es lo que sucede actualmente debido a la bajante del río Paraná, consecuencia de la falta de lluvia y las sequías que causa el fenómeno de La Niña.
Si bien es un espectáculo que atrae por su rareza, no todo lo que brilla es bueno. La presencia de cianobacterias no solo tiñe las aguas, sino que emanan un olor muy particular y desagradable, producto de su acción sobre los excrementos que quedan asentados en el lecho por la falta de agua. Además, producen un exceso de nutrientes que se disuelven en el agua y que, sumado a las temperaturas elevadas, favorecen su multiplicación. Esto puede causar problemas para la salud.
Las cianobacterias son capaces de desarrollar sustancias tóxicas (cianotoxinas) que producen inconvenientes en seres humanos y en animales una vez liberadas en el agua. Es por esto que se recomienda ante esta situación no estar en contacto directo con los bordes húmedos y con el agua propiamente dicha de lagos, lagunas y ríos que estén en bajante.
Pero, ¿qué pueden hacerle a nuestra salud? Los problemas pueden aparecer en la piel con prurito (picazón), eritema (enrojecimiento) y algunos tipos de dermatitis alérgicas. El contacto con la conjuntiva ocular, los conductos auditivos, la boca o la nariz, y la ingesta (sobre todo, con prácticas deportivas) y la ingesta durante el baño puede llevar a cuadros con cefaleas, conjuntivitis, congestión nasal y gastroenterocolitis. Pueden causar daño también en el hígado y, por otra parte, daño neurológico. La gravedad del cuadro depende de la cantidad de bacterias y de la cepa a la que pertenecen.
Los niños suelen ser los más afectados, porque se sumergen mientras juegan y tragan agua y arena. Es necesario tener esto en cuenta, porque el nivel bajo del agua invita a pensar que pueden jugar sin correr peligro alguno.
Si bien la presencia de cianobacterias viene en aumento desde los años 60, cuando las aguas comenzaron a contaminarse con fertilizantes, agroquímicos y por la actividad agropecuaria, su aparición se relaciona con las condiciones climáticas y su variabilidad.
Se debe tener en cuenta que las temperaturas frías no alcanzan para su eliminación y que la situación ideal para su desarrollo es la presencia de luz y el estancamiento del agua.
(*) Stella Maris Cuevas, médica otorrinolaringóloga (MN 81701), experta en olfato. Alergista. Ex- presidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
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