El mayor iceberg del mundo, del tamaño de Puerto Rico y apenas 4 mil kilómetros cuadrados más chico que las Islas Malvinas podría encallar frente a las islas Georgias del Sur, en el Océano Atlántico, refugio de miles de pingüinos y focas que, según advirtieron científicos, ya no podrán alimentarse correctamente.
El calentamiento climático aceleró el desprendimiento de icebergs en la Antártida, desencadenando consecuencias que podrían ser devastadoras para la abundante fauna presente en este territorio del Sur.
La inminente amenaza sucede tan solo pocas semanas después de que se registraran importantes sismos en la Península que alertaron a los integrantes de la Base Científica Argentina Carlini. Inclusive un grupo de científicas advirtió recientemente sobre la inminente necesidad de proteger este territorio antes de que sea demasiado tarde y propusieron declarar la zona Área Marina Protegida.
En febrero, el avance del cambio climático se vio nuevamente ilustrado cuando la Antártida registró un nuevo récord de temperatura: superó por primera vez en la historia la barrera de los 20 grados centígrados, registró 20,75°C, según informó a AFP el científico brasileño Carlos Schaefer.
Ahora el iceberg -bautizado “A-68” por el Centro Nacional del HIelo de los Estados Unidos- un gigante de 160 kilómetros de largo y 48 de ancho que se desprendió en julio de 2017 de la plataforma glaciar Larsen C, pegada a la Península Antártica, mantiene a la comunidad científica en vilo. No es casual, ya que su superficie supera los 5.800 km 2, y algunos investigadores vaticinan que sus proporciones son similares a Córcega, isla francesa mediterránea y montañosa, que cuenta con 8.722 km 2.
A la velocidad que deriva en la actualidad, se requerirán de 20 a 30 días para que alcance las aguas poco profundas alrededor de las islas. “La probabilidad de una colisión es de 50/50”, explicó Andrew Fleming del British Antarctic Survey.
Varios miles de pingüinos reales viven en la isla, al lado de pingüinos dorados, pingüinos barbijos o pingüinos papúa. También están presentes focas, albatroces errantes y aulladores en Georgia del Sur.
Si el iceberg llega cerca de la isla, podría afectar la capacidad de los animales para alimentar sus crías, amenazando su supervivencia, pero también la de los bebés foca.
“El número de pingüinos podría reducirse fuertemente”, indicó Geraint Tarling, del British Antarctic Survey.
El iceberg podría también cambiar el ecosistema de los fondos marinos, que podría tardar décadas o siglos en restablecerse.
El carbono retenido en estos organismos podría ser vertido al océano y la atmósfera, agregándose así a las emisiones de CO2 causadas por las actividades humanas, explicaron los investigadores.
Por otro lado, “este iceberg acumuló durante centenares de años muchos nutrientes y polvos, que son liberados poco a poco y fertilizan los océanos”, añadió Geraint Tarling.
La advertencia de revista Nature
9 científicas expertas en el ecosistema antártico se juntaron para advertir en un documento publicado en la revista científica Nature sobre la urgente necesidad de proteger la Península Antártica antes de que sea demasiado tarde. Entre las autoras se encuentra la científica argentina y doctora en Ciencias Naturales María Mercedes Santos, investigadora del Departamento de Biología de Predadores Tope de la Coordinación de Ciencias de la Vida del Instituto Antártico Argentino, dependiente de Cancillería.
Las autoras, Carolyn J. Hogg, Mary-Anne Lea, Marga Gual Soler, Váleri N. Vasquez, Ana Payo-Payo, Marissa L. Parrott, Justine Shaw, Cassandra M. Brooks y la argentina María Mercedes Santos, afirman que la clave es asegurar una mayor protección del área. ¿Cómo? Las investigadoras señalan que a través de la generación de Áreas Marinas Protegidas.
Según afirman, un Área Marina Protegida (AMP) alrededor de la Península Antártica es esencial para preservar esta naturaleza salvaje en el mar propuesto por Chile y Argentina en 2018 (María Mercedes Santos es una de los investigadores argentinos que lidera la propuesta), sería la tercera AMP antártica. Una se implementó en las Islas Orcadas del Sur al norte en 2009, y otra en el Mar de Ross, una bahía profunda entre la Antártida Occidental y Oriental, en 2016.
“Hay dos propuestas más de AMP sobre la mesa: otra en la Antártida Oriental y otra en el Mar de Weddell. Aunque proteger la península es lo más urgente debido a las crecientes amenazas humanas, la CCRVMA debería adoptar las tres propuestas. Esto cumpliría con el compromiso que asumió en 2002 de establecer una red de AMP que abarque un conjunto representativo de ecosistemas”, advirtieron las investigadoras.
Con información de AFP
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