Hoy hace 90 años, el astrónomo Clyde Tombaugh reunió los datos que probaban la existencia de lo que eventualmente sería llamado Plutón - pero no habría sido posible, como los astrónomos se han dado cuenta desde entonces, sin los cálculos de una científica que la historia ha olvidado.
Esa matemática fue Elizabeth Williams, quien trabajó para el astrónomo Percival Lowell, quien teorizó por primera vez la existencia de un noveno planeta. Lowell murió antes de que su sucesor, Tombaugh, finalmente viera al escurridizo Plutón, pero ambos hombres confiaron en los cálculos que Williams hizo.
“No hay muchos datos sobre ella, lo cual es muy desafortunado. Hay tanto sobre Percival Lowell y Clyde Tombaugh, y no tanto sobre los ordenadores que hacían los cálculos diarios”, dijo Catherine Clark, una estudiante de doctorado en astronomía en lo que ahora se conoce como Observatorio Lowell.
Esos cálculos fueron vitales para la búsqueda que finalmente resultó en que Tombaugh identificara a Plutón. La lógica que motivaba la búsqueda se basaba en las observaciones de Neptuno y Urano. “Percival Lowell notó por primera vez que las órbitas de Neptuno y Urano no eran exactamente lo que deberían haber sido”, precisó Clark. Cuando Lowell vio esas diferencias, supo que el mapa astronómico del sistema solar estaba incompleto.
Pero encontrar el mundo que faltaba requería matemáticas. Pero matemáticas muy complejas, y ahí es donde Williams y otros matemáticos entraron en escena. Antes de la invención de las calculadoras, los llamados ordenadores humanos - a menudo mujeres, ya que era un trabajo poco glamuroso - hacían todas las matemáticas complejas que los astrónomos requerían, a mano. Para la investigación de Lowell, Williams calculó dónde debía buscar el tamaño de un objeto perdido, todo basado en las discrepancias en las órbitas de Neptuno y Urano.
Lowell nunca vio a Plutón, y la búsqueda languideció durante unos años antes de que Tombaugh retomara el trabajo. Y entonces, ahí estaba: en 1930, esos cálculos dieron sus frutos cuando Tombaugh vio un objeto moviéndose a través del sistema solar.
Pero Williams no estaba allí para verlo. En 1922, Williams se había casado y la viuda de Lowell la habían despedido porque consideraba inapropiado emplear a una mujer casada. La pareja aceptó trabajos en un observatorio de Harvard en Jamaica. En 1935, Williams enviudó y se mudó a New Hampshire, donde murió en la pobreza.
Clark hizo una presentación sobre Williams y su trabajo en la reunión 235 de la Sociedad Astronómica Americana en Honolulu el mes pasado, basada en su colaboración con el historiador del Observatorio Lowell, Kevin Schindler. “Me llamó la atención de la historia de Williams el comprender dónde llegaron las mujeres a este campo y qué es lo que se les permitió hacer en un principio. Y también estos cálculos locos que no creo que pudiera hacer a mano”, dijo.
La propia Williams era particularmente talentosa en su trabajo. “Además de estos increíbles cálculos, matemáticas realmente avanzadas que hacía, también era ambidiestra y escribía simultáneamente con ambas manos. Ella escribía en cursiva con su mano derecha mientras escribía con la izquierda”, aseguró.
Décadas después del trabajo de Williams, por supuesto, los astrónomos no necesitan a los humanos para calcular los misterios orbitales. “Hoy en día dependemos tanto de las modernas máquinas computarizadas para hacer nuestro trabajo y somos capaces de hacer una ciencia realmente loca e impresionante con eso”, dijo Clark. Pero aprender cómo trabajaban los astrónomos en el pasado, dijo, “realmente te lleva de vuelta a la historia y te hace estar agradecido por estas personas, particularmente estas mujeres, que estaban haciendo estos cálculos en primer lugar”.
El borrado del trabajo de Williams es también un recordatorio de las formas en que las mujeres han sido extirpadas de la historia de la ciencia. "A pesar de que estaban en las sombras, estaban contribuyendo a este campo", concluyó Clark.
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