La revista Nature eligió a las 10 personalidades más destacadas de la ciencia durante 2019. Y entre los científicos elegidos se encuentra la bióloga argentina Sandra Díaz, que ocupó un lugar relevante por su contribución en el área de ecología. Este año, Díaz ya había recibido el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Bunge y Born, además de ser invitada a ingresar a la Royal Society de Londres.
En su reseña, la revista Nature la catalogó como “guardiana de la biodiversidad”. El listado de personalidades destacadas de la ciencia se completa con nombres como Greta Thunberg, la joven ecologista sueca que ocupa un rol importante alertando sobre las consecuencias del cambio climático la necesidad de limitar los gases contaminantes que vertemos a nuestra atmósfera.
Según consigna la revista, la lista anual de Nature elige científicos que “podrían haber logrado descubrimientos asombrosos, haber llamado la atención sobre temas cruciales o incluso haber ganado notoriedad por acciones controvertidas. Aunque no es un premio o una clasificación, los 10 de Nature destacan a las personas que tuvieron un papel en algunos de los momentos más importantes del año en ciencias”.
El artículo publicado por la revista norteamericana afirma: "El 4 de mayo, Sandra Díaz y otros 144 investigadores tuvieron un mensaje claro para el mundo. Acababan de terminar el estudio más exhaustivo de la biodiversidad global, y la noticia fue peor de lo que la mayoría de los investigadores habían imaginado: un millón de especies se dirigen a la extinción debido a las actividades humanas.
La doctora en Ciencias Biológicas se destacó con su trabajo sobre la contribución de la naturaleza para la vida humana, el que fue altamente valorado a nivel mundial. Sandra hoy integra una especie de Meca de la ciencia: ella está en la lista del 1% de los científicos más citados y referidos del mundo dentro de su especialidad, los estudios sobre la biodiversidad del planeta.
Díaz además es doctora Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires, e investigadora superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). En el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET-UNC) trabaja en un marco interdisciplinario, que incluye a sociólogos y a distintos actores sociales, desde hace más de 10 años.
“La velocidad a la que las especies se extinguen es al menos decenas a cientos de veces más rápida que en promedio en los últimos diez millones de años. Nuestra red de seguridad se estira casi hasta el punto de ruptura”, apunta la reconocida bióloga.
Esos hallazgos alarmantes provienen de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia-Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES). Díaz, ecologista de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina, es uno de los tres copresidentes del panel.
Durante la mayor parte de los tres años anteriores, ella y sus colegas, el antropólogo Eduardo Brondízio de la Universidad de Indiana Bloomington y el ecologista Josef Settele del Centro Helmholtz de Investigación Ambiental en Halle, Alemania, coordinaron el trabajo de expertos de 51 países, se reunieron en talleres físicos y en grupos de trabajo virtuales, estudiando más de 15.000 fuentes de información.
Su informe final, que abarca 1500 páginas, indica que las naciones no cumplirán con la mayoría de los objetivos globales en biodiversidad y desarrollo sostenible a menos que hagan cambios masivos, como abandonar la idea de que las economías deben crecer constantemente.
“No podemos vivir una vida plena, una vida como la conocemos, sin la naturaleza. Y si las economías continúan funcionando de una manera tan destructiva, se necesita un nuevo modelo económico para la naturaleza y las personas”, destaca.
Es un mensaje contundente y, de alguna manera, radical. Pero Díaz no rehuye hablar sobre temas importantes en ciencia y política. Ella desafió, por ejemplo, lo que alguna vez fue uno de los principios centrales de la ecología del siglo XX: la idea de que los ecosistemas y sus beneficios para los humanos, como la alimentación o la regulación climática, dependen en gran medida de tener un gran número de especies.
En una entrevista fechada en agosto, Díaz compartió sus reflexiones con Infobae, y sobre la pregunta original “¿qué hacer para salvar el planeta?”, Díaz repreguntó con precisión y formuló una nueva inquietud. “Creo que la pregunta podría ser ¿qué hacer para salvar nuestra vida en el planeta, tal como la conocemos y como nos gusta? Ya que no se trata de algo altruista, sino concretamente de mantener el tejido de la vida con el cual hemos evolucionado por millones de años, y sin el cual no podemos tener una existencia tal como la conocemos”.
"Tiene que ver con cambiar las narrativas sociales, o sea las historias que colectivamente nos contamos y nos creemos, hacia modelos menos orientados al beneficio inmediato de unos pocos y más orientados hacia el bien común, ahora y en el largo plazo".
Shahid Naeem, investigador de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York que estudia los impactos de la pérdida de biodiversidad, dice que Díaz ha liderado la tarea de resaltar el valor de lo que las plantas realmente hacen, conocidas como sus rasgos funcionales.
Esta visión y otras llegaron a Díaz a través de los años que pasó caminando por los campos de África, Asia, Europa y América Latina, recolectando hojas, midiendo su dureza y evaluando las propiedades del suelo. Es un hábito que desarrolló mientras crecía en el centro de Argentina, cuando exploraba las praderas pampeanas mientras otros tomaban sus descansos por la tarde. “Me escaparía de la siesta para ver plantas y animales”, dice ella. “Desde que era estudiante universitaria, sabía que quería ser investigadora”.
Díaz tiene una segunda carrera ahora, más allá de la ciencia de la conservación, influyendo en las políticas a través de su trabajo con IPBES. Ella se congratula de cómo el informe del panel está siendo adoptado por muchos movimientos sociales y ambientales, incluida la Extinción Rebelión, que están presionando para una acción más fuerte y más urgente sobre el medio ambiente.
“Nos ha sorprendido su alcance”, dice ella. “El informe llegó en el momento adecuado”. Y a pesar de su pronóstico sombrío, Díaz se niega a ser pesimista sobre la capacidad de la humanidad para cambiar las cosas. “Tengo que ser optimista”, dice ella, “porque no hay un Plan B”.
En el listado también figuran: el físico brasileño Ricardo Galvão, quien se enfrentó a Jair Bolsonaro con un informe que alertaba de la gran tasa de deforestación de la Amazonía, lo que le valió su puesto como jefe del Instituto Nacional de Investigación Espacial; el neurocientífico Nenad Sestan, de la Escuela de Medicina de Yale (EE UU), por desafiar la frontera entre la vida y la muerte al ‘revivir’ cerebros de cerdos que habían muerto unas horas antes; el microbiólogo Jean Jacques Muyembe Tamfum, director general del Instituto Nacional para la Investigación Biomédica (INRB) de la República Democrática del Congo, por su lucha contra el virus del ébola; y el biólogo chino Hongkui Deng, quien fue el primero en publicar los resultados de un ensayo clínico que utiliza la tecnología de edición genética CRISPR para modificar células en un ser humano adulto.
SEGUÍ LEYENDO: