La División Operaciones Especiales de la Policía de la Ciudad junto a un equipo de la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires recuperaron el caparazón de un gliptodonte en un colegio abandonado en la localidad de Ernestina, próxima a Lobos, Provincia de Buenos Aires.
Este rescate fue realizado a raíz del pedido de la Unidad Fiscal Especializada en Medio Ambiente (UFEMA) que dirige el doctor Blas Matías Michienzi. Esto permitió que se dirigieran a la ex institución educativa acompañados por Ricardo Orsini y Horacio Padula, de la Dirección General de Patrimonio.
Este gliptodonte, según pudo reconstruir Infobae, apareció en una zona en la que hubo una sequía muy importante, a partir de una bajante grande del Río Salado, hace poco menos de diez años. Quienes lo encontraron decidieron depositarlo en la escuela abandonada. Y así fue hasta el último viernes.
“Nosotros acudimos al lugar porque una persona que hace fotografías de lugares abandonados nos alertó sobre el posible hallazgo de un resto patrimonial, y allí intervenimos desde la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico”, relató Padula, que pertenece a este organismo.
El paleontólogo adelantó que “lo que se va a hacer con el caparazón es restaurarlo, ya que está casi completo pero le faltan fragmentos”. Desde la Dirección de Patrimonio aclararon que estas partes que están rotas se van a restaurar a través del equipo del laboratorio de anatomía comparada y evolución de vertebrados del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, junto a restauradores de la Dirección.
Horacio Padula expresó en diálogo con Infobae: “La idea es que este fragmento de caparazón quede expuesto en las oficinas de este organismo que preserva fósiles históricos, para que los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires lo puedan conocer y también es importante hacer énfasis en que a pesar de no tener en su territorio restos de dinosaurios -fósiles más conocidos- si hubo en esta ciudad una fauna muy importante que se extinguió hace 10 mil años en la región pampeana, que acompañó a los primeros pobladores de esta región”.
Enormes acorazados
Según el documento publicado por el Senado Argentino “Argentina Prehistórica, un paseo desde sus orígenes a la megafauna”, los gliptodontes eran megamamíferos -que pesan más de una tonelada- que comprendían esta fauna tan particular de la región pampeana que nos hace pensar en la sabana africana actual, con similares características. Era a su vez un “perezoso gigante”, como el megaterio, el toxodonte, la macrauquenia, el mastodonte (pariente de los elefantes actuales). El gliptodonte tenía como depredador más importante al tigre de dientes de sable.
Contaban con un caparazón muy fuerte formado por la unión de un gran número de placas óseas, con un espesor de 1 a 5 centímetros. Su columna vertebral estaba soldada al caparazón y tenía la gran mayoría de las vértebras fusionadas entre sí. Sus patas eran muy cortas y robustas, una serie de características que le permitían soportar el peso del caparazón.
Estos animales, los gliptodontes, aparecieron en el Plioceno llegando a ser abundantes durante el Pleistoceno -2,5 millones de años a 10000 años antes del presente- mientras que algunas especies alcanzaron los comienzos del Holoceno -10000 años antes del presente hasta la actualidad-, eran mamíferos herbívoros que formaron parte del grupo conocido como Xenarthra.
La cabeza y cola de estos “mulitas o armadillos gigantes” también estaban protegidas por un caparazón óseo y en muchos casos la cola terminaba en un tubo caudal formado por placas soldadas de manera compacta que podía estar rematada con púas que utilizaría como defensa.
Este orden de mamíferos placentarios incluía también a osos hormigueros, perezosos y armadillos actuales, así como también varias especies extintas. Todos los gliptodontes poseían un caparazón fuerte formado por la unión de un gran número de placas óseas, tetra, penta o hexagonales con un espesor comprendido entre 1 y 5 centímetros. La ornamentación de estas placas es muy variable resultando útil para la clasificación de los distintos géneros y especies.
“También en esta megafauna un componente muy importante fue el Oso de las Pampas, que superaba los dos metros de alto, pesaba dos toneladas, se cree que era omnívoro aunque se estima que podía llegar a comer carne cuando le robaba las presas a los carnívoros como el tigre dientes de sable, como sucede con los osos actuales, que son cleptopredadores”, explicó el paleontólogo Padula.
El toxodonte era un animal similar a un rinoceronte o hipopótamo actual, con hábitos acuáticos; la macrauquenia era similar a un camello actual, pero mucho más grande y con una trompa similar a la de un tapir. Padula agregó: “Esta megafauna extinta hace 10 mil años era única ya que en toda Sudamérica no podemos encontrar actualmente ningún mega mamífero que pese más de mil kilos y lo que más se acerca es el tapir, que algunos ejemplares llegan a pesar 700 kilos”.
Curiosidades sobre el gliptodonte
El primer ejemplar del que se tiene registro fue documentado por el jesuita Thomas Falkner explorador inglés que lo avistó hacia el año 1760 a orillas del río Carcarañá en Santa Fe, Argentina. Luego se encontraron restos en varias excavaciones de la región pampeana y en la Ciudad de Buenos Aires en particular. Por ejemplo, aparecieron restos de gliptodontes cuando se construía el edificio Kavanagh, el Comega, en las obras de construcción del subte B en la esquina de Pueyrredon y Corrientes, en la estación Tronador, y en la estación Juramento de la línea D. Tanto en Tronador como en Juramento están expuestas a los porteños que toman este medio de transporte las corazas.
En la calle Cobo y José María Moreno también aparecieron restos de este animal, y como así también en excavaciones realizadas en la estación Saavedra de O Higgins y General Paz. Cuando se construía la actual Biblioteca Nacional, flamante Monumento Histórico Nacional, también apareció un gliptodonte.
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