Arvind Gupta estudió ingeniería genética y diseño, dos áreas que parecen ser muy diferentes. Él las unió y le sumó la posibilidad generar ganancias, productos y servicios para problemas de salud humana y animal, alimentación y otras cuestiones ambientales del planeta. Fundó en 2015 la aceleradora e inversora IndieBio, en San Francisco, California, Estados Unidos, y ya apoyó el desarrollo de 112 bioempresas. Incluso ya invirtió en cuatro bioempresas de la Argentina. “Los científicos pueden emprender para crear algo con valor para la humanidad”, dijo al ser entrevistado por Infobae.
Gupta nació en Los Ángeles, Estados Unidos. Está casado y tiene dos hijas. Practica el arte marcial Jiu-jitsu brasileño. Escaló el muro más famoso del Parque Nacional Yosemite, El Capitán, y tiene como lema esta frase: “La velocidad gana los combates. La paciencia gana guerras”. Visitó la Argentina días atrás para ser expositor en el primer encuentro Bioeconomía organizado por la Cámara Argentina de Biotecnología, en la ciudad de Mendoza, y para encontrarse con bioemprendedores locales.
Con su aceleradora IndieBio, ofrece un programa de cuatro meses para científicos que quieran dedicarse a desarrollar servicios o productos a partir de descubrimientos o a encontrarle aplicaciones a sus hallazgos. Les brindan mentorías, acceso a laboratorios de bioseguridad, contacto con potenciales inversores y con otros emprendedores, y les dan 250.000 dólares como financiamiento como capital semilla. Además, en IndieBio tienen un espacio de coworking para que se junten científicos, inversores, emprendedores y lleguen a buenas ideas de negocios que, además de generar ganancias, sean útiles para encontrar soluciones a problemas de la humanidad y del planeta, como la crisis climática o la limitación en el acceso a la alimentación.
¿Cuál sería un ejemplo de una combinación entre diseño y ciencias, sus dos carreras? “El diseño se puede aplicar a los procesos de todo lo que quiera producir -contestó Gupta a Infobae-. Y se lo puede combinar - por ejemplo- con el desarrollo de las terapias Car T, un tipo de tratamiento en el que se toman células del sistema inmune del paciente con cáncer y se las lleva al laboratorio. Se le pueden hacer cambios para que las células vuelvan al organismo y ataquen a los tumores. De alguna manera, se está diseñando un nuevo sistema inmune”. También ese tipo de procesos que están en desarrollo podría ser útiles para el diagnóstico de enfermedades.
En el inicio, cada bioemprendimiento tiene un riesgo. Porque se trata de usar conocimiento científico para resolver un problema, y el resultado buscado puede no llegar nunca. Pero Gupta no se asusta: “Me gusta el riesgo. La parte más dura de mi trabajo es encontrar empresas que están tomando un riesgo suficiente. Hemos perdido muchas veces, pero las bioempresas consiguen capitales. El financiamiento para bioempresas no es caro. Se pueden poner en marcha ideas muy radicales, como producir carnes sin animales”, afirmó. “El fracaso es parte del capital de inversión. Cuando algo resulta exitoso, la ganancia es enorme”.
Para Gupta, la producción de insulina recombinante para las personas con diabetes es uno de los grandes logros de la ciencia y los negocios que admira. Bob Swanson había estudiado química y luego la maestría en negocios del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Fue quien invirtió en la tecnología de ADN recombinante, creó la empresa Genentech en 1977, y contribuyó al desarrollo del campo de la biotecnología con la hormona de crecimiento y la insulina recombinante.
“La gente está motivada para crear grandes productos a través de la biología. No es sólo para terapias. Hay grandes ideas en diferentes rubros. Por ejemplo, estamos reinventando la industria de la alimentación”, subrayó. “Sólo la biología podrá curar el cáncer. Sólo la biología podrá ayudar a alimentar a un mundo cada vez más poblado. La biología podrá hacer una revolución mayor que la industria del software”, anticipó.
Para llevar adelante las bioempresas, Gupta contó que hay científicos que hacen descubrimientos fundamentales, publican papers, y buscan luego cuál es el problema más global que podrían ayudar a resolver. Otros, en cambio, desarrollan hipótesis directamente para atacar un problema. “Ambos caminos pueden ser exitosos para las bioempresas. Lo importante es que siempre una bioempresa debe crearse para resolver un problema. Si no hay un problema, no hay empresas”, señaló. Sugirió que hay que concentrarse en un solo problema por vez para ir rápido. Lo aprendió al practicar Jiu-jitsu brasileño. También dijo que desde IndieBio alienta la participación del público con actividades en los que se hacen debates sobre cuestiones de biología y las aplicaciones.
Con respecto a la Argentina, “el país tiene un gran potencial en la creación de más bioempresas”, pronosticó. “El número de investigadores es alto. Podría ser un gran cluster biotecnológico como hay en California”, comentó Gupta. De hecho, él mismo ya arriesgó: es inversor en cuatro bioempresas creadas por argentinos. Una de las empresas es Beeflow, una startup biotecnológica que brinda servicios de polinización para que los rindes aumenten más del 20% para cada agricultor en la Argentina y en los Estados Unidos. Beeflow nació con el impulso de Matías Viel, licenciado en Administración de Empresas, y dos científicos del Conicet: Pedro Negri y Agustín Saez, que empezaron en 2016 cuando se conocieron a través de la aceleradora local GridX, liderada por Matías Peire.
Otra de sus elegidas es CASPR Biotech, una empresa que emplea la técnica de edición genética CRISPR para hacer diagnósticos más rápidos de las enfermedades. Por ejemplo, se podría identificar si un paciente padece una infección con una bacteria resistente a determinados antibióticos y así se ganaría tiempo para indicar un tratamiento más eficiente. También trabajan en el desarrollo de un test portátil para detectar dengue de manera rápida, y ya iniciaron un ensayo piloto en Misiones, una de las provincias que suele ser más afectada por los brote de esa enfermedad viral transmitida por mosquitos.
En tanto, la empresa Stämm Biotech, fundada por los primos Juan Francisco Llamazares Vegh y Federico Veigh, desarrolla instrumentos para otras empresas de bioprocesos (usan células para producir moléculas) con la idea de aumentar la eficiencia. Son argentinos, pero tienen sede en San Francisco. La startup Michroma, en Rosario, produce colorantes naturales para alimentos en base a hongos a través de la biotecnología. Tiene como objetivo reemplazar los pigmentos sintéticos, los derivados de animales y vegetales por pigmentos naturales producidos por fermentación de hongos filamentosos. Se enfocaron inicialmente en la industria alimenticia porque es la que demanda mayor calidad, pero la aplicación de esos pigmentos puede extenderse a otras industrias como son la cosmética y textil.
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