Un nuevo estudio exploró el pasado de la Luna. Expertos analizaron las características del satélite natural remontándose a millones de años. Y plantearon un modelo adaptado a aquella época. La conclusión fue contundente: "Durante un breve periodo de tiempo fue un pequeño planeta con su propia atmósfera", sostienen los autores.
La reciente investigación, publicada en la revista Earth and Planetary Science, reveló que en un período antiguo -de entre 3.000 y 4.000 millones de años atrás-, la Luna tenía atmósfera que se produjo a consecuencia de intensas y gigantescas erupciones volcánicas que expulsaron gases a la superficie más rápidamente de lo que podían escapar al espacio.
Para el trabajo se tomó una serie de análisis de algunas de las rocas volcánicas traídas por los astronautas de las misiones Apolo. Estos indican que los magmas transportaron componentes de gas, tales como monóxido de carbono, los ingredientes para agua, azufre y otros compuestos volátiles.
En concreto, los científicos calcularon las cantidades de gases que se elevaron de las lavas que salían desde la superficie del cuerpo celestial y mostraron que esos gases se acumulaban alrededor de la Luna para formar una atmósfera transitoria.
Definieron así que el pico de actividad fue aproximadamente hace unos 3.500 millones de años, cuando la atmósfera alcanzó su punto más espeso durante la mayor actividad volcánica. Y agregaron que habría persistido del mismo modo durante unos 70 millones de años antes de perderse en el espacio.
El entorno se caracterizaba por los vientos huracanados, que podían transportar las partículas en suspensión a gran velocidad. La falta de un campo gravitatorio fuerte acabó por disipar esa atmósfera.
¿Y qué pasaba con su posición? Durante ese transcurso -aseguran-, el satélite tenía una cercanía casi tres veces mayor a la Tierra que en la actualidad, por lo que se vislumbraba en el cielo mucho más grande. Los expertos fueron más allá e incluso creen que desde el planeta se habría contemplado la fina capa atmosférica que rodea al cuerpo, e incluso creen podría haber tenido un tono azulado.
El estudio estuvo a cargo de David Kring, del Lunar and Planetary Institute, en Houston, y Debra Needham, del Centro Espacial Marshall, de la NASA. "Este trabajo cambia drásticamente nuestra visión de la Luna, de un cuerpo rocoso sin aire a uno que solía estar rodeado por una atmósfera más espesa que la que rodea Marte hoy", apuntó Kring.
Por su parte, Needham acotó que tener una atmósfera similar a la de Marte alejaría la concepción que se mantuvo tradicionalmente del lugar porque "podría haber vientos, y procesos que ciertamente hoy no se dan sobre la superficie lunar", aseguró. De hecho, esto podría explicar cómo y cuándo se formaron los depósitos de agua helada descubiertos hace poco en lo más profundo de varios cráteres lunares, en sectores donde no llega la luz del Sol.
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