Fueron tomadas de su cuerpo antes de su muerte. Crecieron y se multiplicaron. Hoy en día son billones, multiplicándose a un ritmo frenético, llenando los laboratorios del mundo con esperanza de vida. La tangible posibilidad de que ella aún está presente y vivirá por siempre en cada ser humano que logre seguir en este mundo gracias a sus células.
Henrietta Lacks, hija de una mujer esclava y de Benjamin Lacks, propietario de una plantación en Virginia (Estados Unidos), que eligió a su madre como amante en el mismo lugar que ella y sus hermanos crecieron trabajando. En 1942 se mudó a Baltimore junto a su esposo -el bisnieto de Benjamin- y toda su familia siguió sus pasos escapando a una época en donde la guerra y la falta de trabajo pasaban su factura.
Llegó a tener 5 hijos. Pero en octubre de 1951 Henrietta no tuvo éxitos con un tumor que respondió negativamente a un tratamiento y falleció de cáncer cervical, con solo 31 años de edad. Fue George Gey, su médico personal, quien se convenció de que esta era la oportunidad que había esperado durante tres décadas: cultivar células de cáncer en su laboratorio.
Gey encontró la seguridad de que esa sería la cura para muchas personas enfermas. Las células de parte de su tumor fueron retenidas en la unidad de cáncer del hospital, ya que el médico descubrió que podían cultivarse en el laboratorio indefinidamente. "En cuestión de horas, las células se multiplicaban prolíficamente", explicó John Burn, profesor de genética de la Universidad de Newcastle, Reino Unido, quien estudió el caso.
Las células de Henrietta (células HeLa) recorrieron los laboratorios del mundo. Fueron las primeras células humanas inmortales. Pero, ¿por qué son tan importantes? "El ejemplo más clásico es la vacuna de polio. Para desarrollarla era necesario que el virus creciera en el laboratorio y para eso se requerían células humanas. Las células de Henrietta resultaron ser perfectas para ese experimento y la vacuna salvó a millones de personas", agregó Burn.
Pero no sólo permitieron el desarrollo de una vacuna contra el polio e incontables tratamientos médicos, sino que hasta viajaron al espacio exterior en las primeras misiones espaciales, para que los científicos pudieran anticipar qué le pasaría a la carne humana en gravedad 0.
El ejército de Estados Unidos puso grandes frascos de células HeLa en lugares en los que hacían experimentos atómicos.
Además, fueron las primeras en ser compradas, vendidas, empacadas y enviadas a millones de laboratorios de todo el mundo, algunos de ellos dedicados a experimentar con cosméticos, para asegurarse de que sus productos no causaban efectos secundarios indeseados. Para muchos expertos, el hallazgo de células HeLa como ésta es una de las cosas más importantes que le ha sucedido a la ciencia.
En 1973, la familia Lacks se enteró por primera vez de que las células de Henrietta todavía estaban vivas. Un equipo de genetistas los buscó para examinar su ADN debido a que había surgido la teoría de que la cura del cáncer podía estar en la manipulación de los genes.
Cuando la familia Lacks se dio cuenta de lo que estaban haciendo con las células de su madre, decidió consultar abogados para averiguar si tenían derecho a recibir dinero de la industria de biotecnología. "Investigué y me enteré de que las habían vendido a todas partes y quise saber quién se había enriquecido con las células de mi mamá", sostuvo David Lacks Jr.
La familia de Henrietta no tuvo suerte en lo que concierne a una compensación: su madre había muerto hacía muchos años.
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