Las lesiones en el rugby están más asociadas a lo óseo, aunque por mucho tiempo se sospechó que también repercutían en la salud del cerebro. Ese temor se hizo realidad.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Texas escaneó los cerebros de jugadores de fútbol americano menores de 18 años y encontraron alteraciones en la materia gris y blanca. ¿La causa? Los golpes producidos por el deporte.
Los investigadores aseguraron que los resultados pueden aplicarse a todos los deportes de contacto y que es importante determinar si tiene efectos a largo plazo.
"Es importante entender los cambios potenciales que ocurren en el cerebro relacionados con los deportes de contacto con los jóvenes. Sabemos que algunos jugadores de fútbol -americano- profesionales que sufren de una enfermedad grave llamada encefalopatía traumática crónica (ETC)", explicó a doctora Elizabeth Davenport, líder de la investigación.
El CTE es una enfermedad degenerativa progresiva del cerebro que detectada primero en los boxeadores, durante la época del 20 y también en jugadores de rugby, fútbol, fútbol americano y hockey sobre hielo.
El estudio presentado en una conferencia de la Sociedad Radiológica de América del Norte en Chicago incluyó a 24 jugadores de un equipo de fútbol americano de escuela secundaria en Carolina del Norte.
"Estábamos tratando de averiguar cuándo y cómo se inicia ese proceso, para que podamos mantener el deporte una actividad saludable para millones de niños y adolescentes", dijo Davenport.
Para medir la incidencia de los golpes, cada participante llevó un casco sensible llamado Head Impact Telemetry System (HITS) durante todas las prácticas y juegos. El casco está alineado con seis acelerómetros, o sensores, que miden la ubicación y la dirección de un golpe, así como su fuerza.
Antes y después de la temporada, cada jugador fue sometido a exploraciones de resonancia magnética especializadas. Luego, los científicos recopilaron datos de neuroimagen con el fin de medir los cambios estructurales en la materia blanca del cerebro y realizaron una exploración MEG (magnetoencefalografía) para medir la actividad cerebral. Los resultados de imágenes se combinaron con los datos de impacto de cada uno de los cascos inteligentes cargados de sensores del reproductor.
"Vimos cambios en el cerebro de estos jóvenes jugadores tanto en imágenes estructurales y funcionales después de una sola temporada".
Davenport explicó que gracias al MEG -que se utilizó para medir las ondas delta en el cerebro, un tipo de señal de socorro- descubrieron que aumentaron después de las lesiones cerebrales.
"Las ondas delta que vimos provenían de la superficie del cerebro, mientras que la difusión de imágenes es una medida de la sustancia blanca más profunda en el cerebro".
Los investigadores explicaron que los jugadores con mayor exposición a impactos en la cabeza tuvieron el mayor cambio en los cambios estructurales de la materia blanca y la actividad cerebral entre los dos escáneres y aclararon que ninguno de los 24 jugadores fue diagnosticado con una conmoción cerebral durante el estudio.
"El cambio en las métricas de imágenes de difusión se correlacionó más con la aceleración lineal, similar al impacto de un accidente automovilístico. Por otro lado, no sabemos si la trayectoria del desarrollo del cerebro se altera o si el tiempo fuera de temporada permite que el cerebro vuelva a la normalidad", finalizó Davenport.
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