La obesidad infantil podría duplicarse en la próxima década: cómo lograr que los niños coman sano

Son estimaciones de la Federación Mundial de Obesidad para 2035. Expertas consultadas por Infobae destacaron el impacto del sedentarismo, el consumo de ultraprocesados y las políticas públicas como factores clave

Para 2035, la obesidad infantil podría duplicarse, según proyecciones de la Federación Mundial de Obesidad (Imagen Ilustrativa Infobae)

“Las proyecciones son alarmantes, pero no sorprenden”. Así comenzó a hacer su análisis la médica pediatra, secretaria de la Subcomisión de Medios y Comunicación de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y jefa del Hospital de Día Polivalente del Hospital Elizalde Ángela Nakab (MN 68.722) consultada por Infobae acerca de las cifras de obesidad infantil en Argentina y en el mundo.

Es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ubicó a Argentina en el puesto 11 entre los países con más niños obesos menores de cinco años, mientras que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés), la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Unicef informaron una prevalencia de obesidad en menores de cinco años de 12,9%, la más alta de la región sur.

Estas cifras no sólo reflejan una crisis sanitaria en el presente, sino que auguran un futuro plagado de enfermedades crónicas, deterioro emocional y costos sociales crecientes.

Los datos son contundentes: según la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2) de 2019, el 41,1% de los niños y adolescentes de entre 5 y 17 años ya presentaba sobrepeso u obesidad. Y ante este panorama, la Federación Mundial de Obesidad proyecta un incremento del 100% en la obesidad infantil para 2035, lo que implica un desafío inminente para las políticas públicas y el bienestar de las generaciones futuras.

La raíz del problema: entornos obesogénicos y hábitos culturales

El aumento del tiempo frente a pantallas desplaza el juego y la actividad física, afectando a millones de niños (Imagen Ilustrativa Infobae)

Tanto Nakab como la médica pediatra especialista en Nutrición Infantil y miembro del Comité de Nutrición de la SAP y la comisión directiva de la SAP filial Bahía Blanca, Romina Lambert (MP 2.241) coincidieron en señalar que son múltiples los factores que perpetúan la obesidad infantil.

Por un lado, el sedentarismo, exacerbado por el tiempo frente a pantallas, desplaza el movimiento físico y las actividades lúdicas. “Muchos niños pasan largas horas sentados, lo que limita su actividad física y fomenta la ansiedad”, explicó Lambert.

Por otro lado, la alimentación basada en productos ultra procesados -altos en azúcares y grasas saturadas- domina el menú diario de muchas familias. “Estos alimentos, además de ser más accesibles económicamente, generan adicción y desplazan opciones frescas y naturales”, señaló Nakab, quien remarcó que esta tendencia afecta de manera desproporcionada a las familias de menores ingresos, quienes enfrentan barreras económicas y de educación alimentaria para mejorar sus elecciones.

“Desde el entorno familiar hasta las estrategias de marketing dirigidas a los niños, todo fomenta el consumo rápido y poco saludable”, añadió la especialista, subrayando cómo la publicidad agresiva exacerba el problema.

Impactos devastadores en la salud física y emocional

La baja autoestima, el bullying y la depresión son algunas de las consecuencias psicológicas en los menores (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las consecuencias de la obesidad infantil trascienden lo visible. Según Nakab, niños pequeños ya presentan enfermedades crónicas asociadas tradicionalmente a adultos, como diabetes tipo 2, hipertensión arterial, esteatosis hepática (hígado graso) y apnea de sueño, por mencionar algunas. Y tras resaltar que no es extraño ver en la consulta menores con obesidad extrema y signos de diabetes del adulto, sostuvo: “Este escenario es cada vez más frecuente”.

El impacto no se limita al aspecto del cuerpo o la salud física. Ambas expertas coincidieron en que la obesidad afecta profundamente la autoestima de los niños, generando aislamiento, bullying y problemas emocionales como ansiedad y depresión.

Según Lambert, “un niño con obesidad no solo enfrenta estigmatización, sino que también puede desarrollar trastornos de la conducta alimentaria, lo que agrava aún más la situación.”

Este círculo vicioso se refleja incluso en el rendimiento escolar, afectado por problemas de atención y aprendizaje derivados de malos hábitos alimenticios.

Soluciones posibles: un enfoque integral para un problema complejo

Los alimentos ricos en azúcares y grasas saturadas dominan la alimentación infantil, desplazando opciones frescas y nutritivas (Freepik)

Aunque la situación parece desalentadora, tanto Nakab como Lambert consideraron que revertir esta tendencia es posible, siempre que se adopte un enfoque integral que combine educación, políticas públicas y acción comunitaria.

En ese sentido, ambas profesionales destacaron la necesidad de regular la publicidad de alimentos poco saludables dirigida a niños, implementar impuestos a bebidas azucaradas y garantizar opciones nutritivas en las escuelas. “Es crucial que los gobiernos asuman su rol en crear un ambiente saludable para las infancias”, opinó Nakab.

Asimismo, la alimentación saludable debe instalarse desde los primeros mil días de vida, con énfasis en la lactancia materna y la introducción de alimentos frescos. “No basta con enseñar qué comer, sino también cómo y cuándo hacerlo”, enfatizó Lambert, quien sugirió “volver a las preparaciones caseras y dejar de lado los alimentos rápidos y fáciles”. “Eso tiene que ser instalado desde que la mujer quede embarazada y desde los inicios de la alimentación, porque después cuesta mucho revertirlo”, consideró.

Por último, más allá de los deportes organizados, ambas expertas instaron a fomentar el juego al aire libre, correr en plazas y moverse de forma cotidiana. “La actividad física no sólo combate el sedentarismo, sino que también reduce la ansiedad y mejora la calidad de vida general”, aseguró Lambert.

Un llamado a la acción colectiva

Los expertos destacan la necesidad de enseñar hábitos alimenticios conscientes desde los primeros días de vida (Freepik)

“Siempre debemos pensar en positivo. Revertir esta tendencia es posible con educación y acción colectiva”, sostuvo la nutricionista.

En este punto, Nakab hizo un llamado a revisar “los vínculos de apego y la relación de las familias con la comida”. En su mirada, “los alimentos y los postres no deben usarse como premio o castigo, sino que si el vínculo de las personas adultas en relación con los alimentos es saludable, se generará la misma relación por parte de los chicos”.

Asimismo, “es importante que no se hable del cuerpo de los chicos, por más que los padres vean que hay sobrepeso, sino más bien que se haga referencia a la salud y no tanto a la estética”. “Y, por otro lado, también observar cómo se sienten los chicos que tienen sobrepeso u obesidad en el grupo social al que pertenecen para poder hacer intervenciones tempranamente y que no se genere, además del malestar físico, un problema psíquico debido a que los chicos se sientan aislados”, aconsejó.

Al respecto, Lambert recomendó a los padres ayudar a que sus hijos logren diferenciar “cuando tienen hambre porque realmente el cuerpo está pidiendo combustible o si están queriendo gestionar emociones a través de la comida”. Y si se trata de esto último, saber que existen otras herramientas para hacerlo, pero eso implica “que los padres se informen sobre el tema y lo pongan en su agenda de prioridades”, señaló.

Como se ve, ambas especialistas enfatizaron que el éxito dependerá de la participación de todos los actores: familias, educadores, médicos y líderes políticos. En un país donde las cifras de obesidad infantil siguen en aumento, es imperativo tomar decisiones urgentes y estructurales. Porque un niño saludable hoy no sólo garantiza un adulto más sano, sino también una sociedad más consciente del valor de la salud integral.