Un hecho que te cambia la vida. El cabal ejemplo de que, en un segundo, todo lo que tenemos puede desaparecer. Incluso la salud. Sobre todo la salud.
María Elena tenía 19 años cuando un día acompañó a su papá al cardiólogo a hacerse un chequeo y en medio de la consulta le comentó que hacía varios días le dolía la cabeza. El especialista le midió la presión arterial y el elevado valor resultante lo llevó a recomendarle consultar con un nefrólogo.
Ella no lo sospechaba, pero su vida estaba por cambiar para siempre. El especialista en riñones le indicó una serie de análisis de sangre y orina, cuyo resultado daba cuenta de que algo no andaba bien en la salud de la joven: índices de urea, creatinina y proteinuria muy por encima de los valores normales promovieron que le indique una biopsia. Y para la realización de ese estudio, previamente debía realizarse diálisis durante tres días en los cuales permanecería internada.
Yo siempre veía en los noticieros personas que esperaban un órgano y nunca pensé que iba a pasar por esa situación
De un "hace unos días que me duele la cabeza" dicho casi al pasar al cardiólogo de su padre, a internarse tres días para hacerse diálisis y que le puncen un riñón.
Luego de pasar casi una semana internada, los resultados fueron contundentes: María Elena tenía una insuficiencia renal crónica causada por una glomerulonefritis que no sabía que padecía y debía dializarse hasta poder trasplantarse.
"De la noche a la mañana me tuve que adaptar a una nueva realidad. Yo siempre veía en los noticieros personas que esperaban un órgano y nunca pensé que iba a pasar por esa situación". María Elena comenzó a hacerse diálisis tres veces por semana. Todos los lunes, miércoles y viernes la joven iba de Isidro Casanova -donde vive- al centro de diálisis en Parque Patricios para conectarse por cuatro horas a la máquina que haría el trabajo que sus riñones no estaban haciendo y le permitiría seguir viviendo hasta que apareciera un donante. Y así fue durante casi siete años.
Sus amigos casi que pasaron a ser los de diálisis, a quienes veía más que a los de toda la vida y con quienes además compartía una realidad que la había tomado tan de sorpresa que no le dio margen de reacción.
"Yo no tengo hermanos y mi mamá siempre quiso ser mi donante pero yo no aceptaba porque la quería cuidar -recordó María Elena a Infobae-. Hasta que en 2011 tuve muchas complicaciones y le dije que accedía que sea mi donante, con la condición de que yo quería saber cómo era estar en un operativo de trasplante del Incucai, y dos semanas antes de comenzar los estudios de compatibilidad me llamaron de Fundación Favaloro para decirme que estaba tercera en lista de espera".
"Mi salud se estaba deteriorando mucho, veía compañeros de diálisis que fallecían y un miércoles, cuando faltaban diez minutos para terminar la diálisis me avisaron que ya estaba primera y que había un donante", rememoró.
Siempre agradezco que en ese momento de tanto dolor esa familia haya decidido dar vida . Yo no sé cómo era mi donante, sólo le agradezco ese acto de amor inmenso
Así fue que tras seis años y ocho meses de dializarse tres veces por semana el añorado riñón apareció. En verdad no fue magia, el órgano llegó gracias a la familia de una mujer fallecida a causa de un ACV, que en medio del dolor de la muerte tuvo un gesto altruista.
"Ese día volví a nacer. Por suerte nunca sufrí rechazo del órgano y el riñón empezó a funcionar de la manera esperada", contó María Elena, que de su donante sólo sabe que era una mujer de 41 años y la causa de su fallecimiento. "Siempre agradezco que en ese momento de tanto dolor esa familia haya decidido dar vida -repitió en varios tramos de la entrevista. Yo no sé cómo era mi donante, sólo le agradezco ese acto de amor inmenso".
De la diálisis a la vida como deportista
Luego del trasplante, la rehabilitación incluye la realización de actividad física y controles que comienzan a ser semanales, pasan a quincenales, mensuales y hoy son trimestrales.
En ese camino, María Elena se adentró en el mundo del deporte, primero por una cuestión de salud y, después, como una manera de agradecer a su donante y hacer ver al mundo la la calidad de vida que gana una persona trasplantada.
Ella sabía que había juegos para trasplantados y de la mano del deportista trasplantado Ezequiel Correas Espeche, con quien hacían bicicleta y la ayudó a rehabilitarse, llegó a contactarse con el team manager del equipo de deportistas trasplantados, Carlos Lirio, y se incorporó al Programa de Deporte y Salud del Cenard.
El mundial de deportistas trasplantados representa la posibilidad de vivir gracias a la oportunidad que te da el donante
"Empecé a practicar atletismo; ese año mis compañeros iban al mundial en Sudáfrica y yo empecé a entrenar, hasta que en 2015 participé por primera vez en un juego nacional y luego en el mundial de trasplantados, que se realizó en Mar del Plata por primera vez en Latinoamérica". La delegación argentina, que integra María Elena junto a otros 39 atletas, busca, a puro coraje y sacrificio, participar del mundial que se desarrollará en agosto, en New Castle, Inglaterra. "No tenemos apoyo económico, cada atleta se paga su pasaje y estadía: yo tengo la clasificación, pero me falta el dinero", dijo María Elena, quien destacó que pese a contar con el apoyo de Incucai y la Asociación de Deportistas Trasplantados de la República Argentina (de la que ella es vocal y está a cargo del área de prensa) "es un costo llegar y todos hacen un gran sacrificio para poder representar al país".
Para la mujer, que no tiene un trabajo estable, cobra una pensión por ser trasplantada y estudia profesorado de lengua y literatura, "el mundial lo que representa es esta posibilidad de vivir gracias a la oportunidad que te da el donante".
Marcha de tres kilómetros, jabalina, lanzamiento de pelota y posta de 4×100 son las disciplinas en las que María Elena se fue perfeccionando y que actualmente entrena cuatro veces por semana en el predio de la Universidad de la Matanza y los sábados en el Cenard.
"Siempre me acuerdo de los amigos que quedaron en diálisis y trabajo todos los días por ellos, para que tengan su oportunidad", recalcó la mujer, quien finalizó: "La diálisis es un tratamiento bastante invasivo; yo no podía ni programar un viaje sin pensar si había un centro de diálisis cerca. La vida me cambió por completo y yo no puedo más que agradecer esta segunda oportunidad".
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