Tras conocerse el caso del joven de 18 años que falleció el 16 de abril luego de permanecer internado en el Hospital de Infecciosas Francisco Javier Muñiz durante 21 días, a raíz de problemas respiratorios derivados de haber contraído tuberculosis, se encendieron las alarmas de la infección que no está erradicada en Argentina.
En este contexto, Francisco Abelenda (MN 89.241), médico del servicio de clínica médica del Hospital Alemán, enumeró los puntos más relevantes sobre la tuberculosis.
¿Qué es la tuberculosis?
Esta pregunta era simple y fácil de responder a cualquier persona de los siglos XIX y XX, ya que la tuberculosis constituía entonces el paradigma de la enfermedad incurable y su presencia era familiar para todo el mundo. Sin embargo, hoy es pertinente debido a que la conducta, la distribución geográfica y el significado social de esta enfermedad han cambiado radicalmente todos estos años. Es por ello que se debe seguir pensando en la tuberculosis, evaluar su genio, sus particularidades.
¿Cómo se produce la tuberculosis?
La tuberculosis es una enfermedad causada por una bacteria denominada Mycobacterium tuberculosis, que afecta principalmente a los pulmones, pero también a otras partes del cuerpo como los riñones, los huesos de la columna vertebral, el sistema nervioso central y prácticamente cualquier otra parte del cuerpo.
La infección se transmite de persona a persona a través del aire. Se produce cuando un enfermo de tuberculosis pulmonar tose, estornuda, escupe, canta y habla. De esta manera el enfermo expulsa pequeñas gotitas (llamadas gotitas de Flügge) con los bacilos tuberculosos al aire. La persona que se encuentra cerca los puede inhalar y quedar infectada. Esta afección se puede prevenir y también curar, pero de no tratarse puede ser mortal.
¿Cuáles son los síntomas?
Las personas que se enferman de tuberculosis tienen síntomas como tos, fiebre, sudores nocturnos y pérdida de peso. No pocas veces estos síntomas son persistentes pero tolerables y los enfermos pueden pasar mucho tiempo antes de procurar ayuda médica y mientras tanto seguir esparciendo los bacilos y con ellos la enfermedad.
Hay personas que son más susceptibles de infectarse y otras que al tener contacto con el bacilo logran salir indemnes. Las más predispuestas son aquellas personas cuyo sistema inmunológico está deteriorado (personas con HIV, desnutridos, fumadores, diabéticos) y también aquellos que trabajan o viven en lugares donde exista hacinamiento (viviendas precarias, cárceles, fábricas con espacio deficiente), todas condiciones que se agravan al empeorar las condiciones socioeconómicas.
Un poco de historia
Esta antigua enfermedad, de la que se hallan registros desde los comienzos de los tiempos y las primeras civilizaciones, ha sido tal vez la enfermedad por excelencia. Basta leer las novelas de los grandes escritores del romanticismo para comprobar que muchos de los héroes trágicos de aquella corriente literaria padecían la temible, pero a la vez elegante, tisis (como también se la conoce). Hoy la tuberculosis, desde el descubrimiento del bacilo causante por parte de Roberto Koch y el inicio de la era antibiótica a mediados del siglo XX, ha reducido cada vez más su presencia entre las clases más acomodadas para refugiarse entre los más humildes y por esto se ha constituido en un fuerte indicador de salud pública y de desarrollo humano de las naciones.
Por otra parte, se encontraron lesiones de posible etiología tuberculosa en huesos de momias egipcias que datan de más de 3.000 años antes de Cristo. La aparición de las ciudades europeas y la pobreza enorme de las poblaciones con hacinamiento, hambrunas y pésimas condiciones de vida hicieron que la tuberculosis floreciera en la Europa feudal. A partir de la revolución industrial y los desplazamientos de las poblaciones, el problema no hizo sino agravarse.
Desde el descubrimiento del bacilo de Koch y el entendimiento de las causas y condiciones predisponentes de la enfermedad, aparecieron los famosos sanatorios en lugares alejados de las ciudades, en medio de paisajes de ensueño, con los que se buscaba aislar a los enfermos y ayudar al proceso de curación con buena alimentación y el reposo. Pero por supuesto que esto estaba vedado a los enfermos más pobres y sus familias, con lo que el problema estaba lejos de ser resuelto.
Una enfermedad curable
En 1944 se inicia la era antibiótica en el tratamiento de la tuberculosis con el advenimiento de la estreptomicina y luego en 1952 el agregado de la isoniacida que lograron por fin controlar la enfermedad. Estos quimioterápicos hacen que la tuberculosis se convierta en una enfermedad curable en la mayoría de los casos. Luego se agregaron otros fármacos, como la rifampicina, que hicieron que los tratamientos sean más eficaces y de menor duración.
En todo el mundo se produjo un descenso progresivo de los casos hasta mediados de los 80, en los que la irrupción del HIV ha hecho de la tuberculosis un problema creciente, con la adquisición y propagación de nuevos casos.
¿Cuál es su tratamiento?
Con medicamentos vía oral que deben tomarse durante un mínimo de seis meses. No se debe suspender salvo la indicación médica, ya que si se deja de tomar antes de lo previsto o en forma incorrecta, los bacilos pueden sobrevivir y volverse más resistentes.
Si bien una persona que tiene tuberculosis deja de transmitir la enfermedad a las pocas semanas de iniciado el tratamiento, todavía no está curada, por lo que es de suma importancia no abandonarlo.
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