Cada 28 de julio se conmemora desde hace ocho años el Día Mundial contra la Hepatitis, fecha que dispuso la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que coincide con el natalicio del científico Baruch Samuel Blumberg, descubridor de la vacuna para la hepatitis B. Este año el lema es "Pruebas. Tratamiento. Hepatitis", para visibilizar la necesidad de encontrar a los enfermos que aún desconocen su diagnóstico, dándoles la oportunidad de curarse o controlar su patología para que no se agrave.
El término "hepatitis" significa inflamación del hígado, órgano vital que procesa los nutrientes, ejerce una función desintoxicante y sintetiza proteínas. Cuando el hígado está inflamado o dañado su función puede verse afectada. En la mayoría de los casos esta enfermedad es provocada por un virus de hepatitis A, B, C, D y E. Según informa la OMS, dichos virus causan infecciones agudas y crónicas e inflamación del hígado, que pueden desembocar en cirrosis y cáncer hepático.
Las hepatitis crónicas B o C progresan en silencio, de modo que uno diagnostica por primera vez a un paciente con una enfermedad avanzada
Hoy en día, alrededor de 355 millones de personas padecen esta enfermedad, lo que representa un grave riesgo para la salud mundial. Los países con mayores tasas de infección crónica con hepatitis C son Egipto (22%), Pakistán (4,8%) y China (3,2%). El principal modo de transmisión en esos países se atribuye a la administración de inyecciones con material contaminado. En América Latina y el Caribe se estima que 2,1 millones de personas viven con hepatitis B y 4,1 millones con hepatitis C crónica, de las cuales solo el 14% están diagnosticadas. En el caso de Argentina, se calcula que hay 332 mil personas con hepatitis C y sólo el 35% lo sabe.
Si bien existen vacunas que previenen el contagio de la hepatitis A y B, y para la de tipo C existen tratamientos que curan sus síntomas, resulta preocupante afirmar que más de un millón y medio de personas mueran cada año por su causa, cantidad similar a las muertes por VIH o tuberculosis.
Hace dos años, la Asamblea Mundial de la Salud adoptó la primera "Estrategia mundial del sector de la salud contra la hepatitis vírica, 2016-2021", que destaca la función crucial de la cobertura sanitaria universal y cuyas metas están en línea con las de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El objetivo final es eliminar las hepatitis víricas como problema de salud pública: las metas consisten en reducir los casos incidentes en un 90% y la mortalidad en un 65% de aquí al 2030. "El primer paso para erradicarlas es la prevención de la transmisión y para ello es fundamental la concientización masiva, disponer de los recursos necesarios para vacunar a toda la población expuesta, detectar todos los casos posibles y difundir las medidas de higiene necesarias para evitar la diseminación", explicó el médico Aníbal Darío Feder, miembro de la Comisión de Jóvenes de la Fundación de Estudios para la Salud y la Seguridad Social (FESS) y magister en gestión y administración de Servicios y Sistemas de Salud.
El doctor Federico Villamil es el jefe de la Unidad de Trasplante Hepático del Hospital Británico y destacó que "todas las cifras de Argentina son estimativas porque no existen buenos registros. Se estima que alrededor del 1% de la población tiene hepatitis C y una cifra unas diez veces menor para hepatitis B. Por lo tanto, estimar un número de 300 a 400 mil parece correcto".
El lema de este año en el Día Mundial contra la Hepatitis es ‘Pruebas. Tratamiento. Hepatitis’
"Pero, más que cifras, lo importante son los conceptos -resaltó a Infobae-. El concepto popular de que el hígado da síntomas, incluyendo el famoso 'ataque de hígado' (post-comilona) es un mito urbano. La realidad es que las enfermedades crónicas del hígado son asintomáticas, permanecen no detectadas por décadas y generalmente se diagnostican por casualidad al hacerse un chequeo o ir a donar sangre". Ahora bien, asintomática y benigna son cosas diferentes ya que las hepatitis crónicas B o C "progresan en silencio, de modo que cuando uno diagnostica por primera vez a un paciente con una enfermedad avanzada (cirrosis hepática o cáncer de hígado) el paciente la tuvo durante 20 o 30 años, y en estos casos uno llega tarde", aseguró el experto.
Sobre cuáles son los riesgos del diagnóstico tardío, puntualizó que "tardío significa diagnosticar por primera vez la enfermedad cuando ya está en un estadio avanzado (cirrosis, cáncer) en donde, a pesar de eliminar el virus con tratamiento, la enfermedad puede no mejorar y llevar a la muerte o a un trasplante. Lamentablemente esto ocurre con mucha frecuencia y uno no deja de preguntarse ¿cómo pudo haber transcurrido 20 años de enfermedad sin que se haya descubierto, aun yendo rutinariamente al médico? Y la respuesta es sencilla: los médicos generalistas no piensan en el hígado y menos aún en las hepatitis virales".
Desde hace algunos años, el Ministerio de Salud junto con ONG y grupos de todo el país llevan adelante distintas actividades y programas vinculados a la detección temprana, a la formación de grupos de apoyo, mesas regionales multisectoriales, cursos de capacitación para pacientes y campañas nacionales de concientización. De esta manera se intentan alcanzar las metas propuestas por la OMS.
La gran eficacia de los tratamientos para la hepatitis C llevó a la OMS a proponer e instrumentar la erradicación de esta enfermedad para el 2030. Y siempre debe destacarse que las hepatitis A y B pueden prevenirse con las vacunas que son probadamente efectivas y están en el Calendario Nacional de Vacunación.
En ese sentido, el lema de este año irá de la mano con actividades enfocadas a lograr los siguientes objetivos a nivel mundial y en los países: a) apoyar la expansión de los servicios de prevención, pruebas, tratamiento y atención de la hepatitis, con un enfoque específico en promover las recomendaciones de la OMS para las pruebas y el tratamiento; b) mostrar las mejores prácticas y promover la cobertura de salud universal de los servicios de atención de hepatitis; y c) mejorar las alianzas y la financiación en la lucha contra la hepatitis viral.
Las metas propuestas por la OMS apuntan a erradicar la hepatitis para el 2030
Consultado acerca de cuáles deberían ser las estrategias a seguir para reducir la cantidad de casos, Villamil consideró que "lo mejor es no esperar a que los pacientes desarrollen síntomas que los lleven a consultar sino 'ir a buscar' a los individuos infectados a la comunidad. El mensaje más fuerte y concreto es aconsejarle a toda la población que le pida a su médico que le solicite, al menos una vez en su vida, pruebas para hepatitis A, B y C que son sencillas, fácilmente disponibles en el sistema público y la seguridad social y de bajo costo -recomendó-. Por supuesto, resulta complementario educar a la comunidad médica también en este tema".
Y tras asegurar que "si bien el virus de la hepatitis C se aloja en el hígado y es el órgano que más daña", el experto reconoció que "también se asocia a un número cada vez mayor de enfermedades de otros órganos como diabetes, glomerulonefritis, depresión y enfermedades de la piel entre muchas otras, y eso amplifica la magnitud del problema".
"La detección precoz va de la mano con el tratamiento precoz. Hoy podemos curar a prácticamente todos los pacientes con hepatitis C en ocho a 12 semanas de tratamiento con comprimidos y casi sin efectos adversos. En sentido estricto, la hepatitis B no se cura pero se controla también con gran eficacia. En ambos casos, al eliminar el virus del hígado (virus C) o suprimir su multiplicación (virus B) el daño hepático existente se detiene y en muchos casos regresa y el hígado vuelve a la normalidad", detalló Villamil, para quien "lo ideal es detectar a estas enfermedades cuando el daño hepático es leve para prevenir así la evolución a la cirrosis, cáncer o a la necesidad de un trasplante".
Tipos de hepatitis virales
Hepatitis A
La hepatitis A o hepatitis infecciosa es una enfermedad del hígado, la hepatitis viral más frecuente y conocida. Está causada por el virus de la hepatitis A (HAV), que es de transmisión oral-fecal en la mayoría de los casos.
La hepatitis A tiene una incubación de 30 días, y evoluciona generalmente hacia la curación total. La misma no se cronifica ni provoca estado de portador, al contrario de lo que puede suceder con la hepatitis B o la hepatitis C. Existe una vacuna que protege contra la hepatitis A y está en el calendario obligatorio de muchos países.
Hepatitis B
La hepatitis B es la infección del hígado más común del mundo. La causa el virus de la hepatitis B (VHB) que ataca al hígado y lo lesiona. Si no es detectada y tratada en forma temprana, puede producir fibrosis, cirrosis e incluso cáncer hepático (hepatocarcinoma). Es una de las causas de necesidad de trasplante de hígado, y tiene un período aproximado de incubación de 45 a 160 días, con una media de 100 días.
Una de las principales características de la hepatitis B es que en la mayoría de los casos no presenta síntomas visibles, hasta que no está en un período avanzado o bien en su etapa aguda, que muchas veces es confundido con un malestar hepático pasajero.
Se transmite por la sangre, las relaciones sexuales sin protección, las agujas compartidas o reutilizadas, y de la madre infectada al bebé recién nacido durante el parto. La mayor parte de los adultos infectados pueden curarse, pero algunos adultos y la mayoría de los bebés y niños infectados no pueden deshacerse del virus y desarrollan infecciones crónicas.
Existe una vacuna segura para prevenir la infección de hepatitis B, además de nuevos tratamientos para las personas que ya están infectadas con el virus.
Hepatitis C
La hepatitis C es una enfermedad hepática contagiosa causada por la infección del virus de la hepatitis C (VHC). La enfermedad puede ser leve y durar solo algunas semanas, o grave y de por vida. El VHC suele transmitirse por la sangre y se encuentra entre los virus que con más frecuencia infectan el hígado.
El virus suele transmitirse por exposición a sangre infectada a través de: transfusiones de sangre o productos sanguíneos y trasplantes de órganos; inyecciones administradas con jeringas contaminadas; lesiones por material cortopunzante en el entorno sanitario, y consumo de drogas inyectables.
Las madres infectadas por el VHC también pueden transmitirlo a sus hijos durante el parto. La transmisión a través de las relaciones sexuales con personas infectadas y por compartir objetos personales contaminados con sangre infectada es menos frecuente.
La hepatitis C no se transmite por la leche materna, los alimentos ni el agua, ni por contactos casuales como los abrazos, los besos o el hecho de compartir alimentos o bebidas con personas infectadas.
Hepatitis D
La hepatitis D es una enfermedad hepática que puede adoptar formas agudas o crónicas, y su agente etiológico, el VHD, requiere la presencia del VHB para replicarse. La infección por el VHD no es posible en ausencia del VHB. La coinfección o sobreinfección por ambos virus causa una enfermedad más grave que la infección únicamente por el VHB. La única forma de prevenir la infección por el VHD es la vacunación contra la hepatitis B.
Las vías de transmisión del VHD son las mismas que las del VHB: por contacto percutáneo o sexual con sangre o productos sanguíneos infectados. La transmisión vertical es posible, pero rara. La vacunación contra el VHB previene la coinfección por el VHD, por lo que la expansión de los programas de vacunación de los niños contra el VHB ha dado lugar a una reducción de la incidencia de la hepatitis D en todo el mundo. No obstante, en algunos entornos se ha observado un aumento de la prevalencia de la hepatitis D en consumidores de drogas inyectables o como consecuencia de migraciones con origen en zonas donde el VHD es endémico.
Hepatitis E
La hepatitis E es una enfermedad hepática causada por el virus de la hepatitis E (VHE): un pequeño virus con RNA monocatenario positivo.
La infección suele ser autolimitada y se resuelve en 2-6 semanas, pero a veces causa una enfermedad grave, denominada hepatitis fulminante (insuficiencia hepática aguda), que puede ser mortal.
El virus de la hepatitis E se transmite principalmente por vía fecal-oral, como consecuencia de la contaminación fecal del agua de bebida. Esta vía explica una proporción muy grande de casos clínicos. Los factores de riesgo de la hepatitis E están relacionados con el saneamiento deficiente, que permite que los virus excretados en las heces de las personas infectadas lleguen al agua de bebida.
También se han observado otras vías de transmisión, pero se dan en menos casos: la ingestión de carne o productos cárnicos poco cocinados derivados de animales infectados, la transfusión de productos sanguíneos infectados, la transmisión vertical de una embarazada al feto y la ingestión de mariscos crudos o poco cocidos pueden ser la fuente de casos esporádicos en las zonas endémicas.
SEGUÍ LEYENDO
Alerta por nuevos casos de hepatitis A, B y C: preocupa la falta de prevención y vacunación