Decenas de películas de ciencia ficción reflejan lo que hoy médicos en Estados Unidos experimentan con éxito: la regeneración de tejido humano a partir de la implantación de un dispositivo en el organismo que luego es operado por un robot. De película, pero ahora, en la vida real.
Un equipo internacional de investigadores, entre los que se encuentra un cirujano argentino del Hospital de Pediatría Juan P. Garrahan, desarrolló un robot en miniatura que, sería capaz de regenerar tejidos.
El pequeño dispositivo implantado logró con éxito alargar el esófago en cerdos, pero, en el futuro, podría usarse en humanos para corregir defectos congénitos de ese y otros órganos en bebés, niños y adultos.
El doctor Ignacio Berra es cirujano cardiovascular. Y se fue a Estados Unidos con una beca en 2015 para capacitarse junto con investigadores de seis países, liderados por el doctor Pierre Dupont, en el Hospital de Niños de Boston y la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard.
"Allí hicimos varios de estos experimentos para desarrollar y probar esta nueva tecnología en animales. Se trata de dos anillos biocompatibles de 30 milímetros de diámetro que, programados desde una computadora, realizan automáticamente fuerzas de tracción sobre el órgano en el que se implanta, lo cual genera un estímulo mecánico sostenido que logra la regeneración celular", explicó a Infobae el doctor Berra, integrante del equipo de trasplante cardíaco del Garrahan y reciente ganador del Premio Innovar 2017 por un sistema que aumenta la disponibilidad de órganos para esa intervención.
"El esófago es un órgano muscular hueco, y nos preguntábamos si se elonga o crece. Hicimos pruebas celulares y comprobamos que crece, que hay un crecimiento celular si hay un estímulo correcto.
El estudio, realizado en Estados Unidos en 2015, fue publicado en la revista Science Robotics este año y da cuenta de que en la primera prueba que se hizo sobre cerdos, en solo 15 días, el método logró alargar un 75% una parte del esófago y sin modificar el diámetro ni producir molestias aparentes en los animales.
"El dispositivo cuenta con dos anillos de 30 mm de diámetro incompletos de metal que tienen un encastre para agarrarse en forma magnética al robot. Se implantan los anillos por fuera del esófago mediante una cirugía convencional. Y luego se adhieren al robot para moverlos y generar la atracción y el estiramiento. Tiene sensores que permiten medir la fuerza de tensión y así generar el estímulo apropiado en organismos que no tienen correctamente desarrollado el esófago", agregó el especialista.
La importancia de este estudio radica en que si las pruebas en animales siguen siendo exitosas, el diminuto implante robótico podría empezar a ser ensayado en bebés que nacen con atresia de esófago: una malformación congénita que, en la mayoría de los casos, impide la adecuada conexión de ese tubo con el estómago.
"Los anillos permitirían que el paciente con un esófago corto no esté sedado en terapia intensiva durante un mes (la sedación, la ventilación mecánica y la parálisis), y de esa forma disminuiría la morbilidad de la actual técnica quirúgica", completó Berra, que aclaró que una vez crecido el órgano, los anillos se retirarían del organismo mediante una cirugía simple.
La anomalía afecta a uno de cada 3000 a 5000 nacimientos, por lo que, cada año, en el país podrían nacer alrededor de 200 chicos con esa condición.
Los autores del estudio también planean desarrollar este robot en otro modelo experimental de una patología severa: el síndrome del intestino corto, que puede ser causado por enterocolitis necrotizante en el recién nacido, enfermedad de Crohn en adultos o una infección grave o cáncer que requiere la extirpación de un gran segmento del órgano digestivo.
SEGUÍ LEYENDO:
De la sala de espera al móvil: cada vez más personas eligen apps de salud para resolver urgencias