A Florence Nightingale se la recuerda por muchas cosas importantes en el mundo de la medicina, más alla de ser conocida como "la dama de la lámpara", o su "rosa que salvó millones de vidas".
Su leyenda e historias que surgieron a lo largo del siglo XX ocultan la verdad de lo que en realidad fue esta enfermera británica considerada precursora de la enfermería profesional moderna y creadora del primer modelo conceptual de enfermería: su genio matemático fue lo que realmente salvó tantas vidas.
Y un día como hoy, donde la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, es bueno recordar la disparidad que aún existe entre hombres y mujeres en materia científica: de acuerdo con un reciente informe de la UNESCO, las mujeres constituyen solo un 28% de los investigadores a nivel mundial.
Pero volviendo a Florence, hagamos un breve repaso de su intensa vida y sus prodigiosos 90 años vividos.
Una vida prodigiosa
Florence nació el 12 de mayo de 1820 en la ciudad italiana de Florencia, y de ahí su nombre, pero creció en las pintorescas casas de campo inglesas en el seno de una familia británica de clase alta a partir del año de edad. Los Nightingales llevaron sus hijas a una gira por Europa, una costumbre de la época cuya función era educar y refinar a las mujeres del siglo XIX.
Pero en el caso de Florence, el viaje sirvió más bien para que se siguiera desarrollando su poco convencional personalidad. Ella registraba detalles sobre las estadísticas de población, hospitales y otras instituciones de caridad.
En 1837 se convenció de que Dios la había "llamado" a su servicio y ya para 1844 había decidido que su vocación era la enfermería y les propuso a sus padres que se entrenaría en Salisbury. Ellos se negaron. Desde su punto de vista, la enfermería era un trabajo bajo e inmodesto que debían hacer los pobres o los sirvientes, por lo que era una ocupación completamente inadecuada para una mujer del estatus social de su hija.
Pero Florence perseveró. En 1849, tras un largo período de cortejo, hasta rechazó una propuesta de matrimonio convencida de que su destino no era casarse. Nada desviaba a Florence de su misión: quería ser enfermera, de manera que, desafiando a sus padres, continuaba visitando hospitales en París, Roma y Londres.
En 1850 su padre finalmente se dio por vencido y le permitió entrenarse como enfermera en Alemania. En agosto de 1853 logró lo que quería: fue nombrada superintendente en un hospital de mujeres en Harley Street, Londres. Después de casi una década, colmó su ambición de convertirse en enfermera.
La Guerra de Crimea comenzó en 1853 y con su desarrollo, las historias que aparecían en los diarios eran de horror por las terribles condiciones de los hospitales del ejército británico. Sidney Herbert, el secretario de Estado en Guerra, conocía muy bien a Florence. Por eso, le encargó llevar a 38 enfermeras al hospital militar en Scutari, en Turquía. Fue la primera vez que se les permitió a mujeres servir oficialmente en el ejército.
Cuando Florence llegó, el hospital de campaña estaba muy sucio, con el piso cubierto por una capa de heces. Puso a sus enfermeras a limpiar el lugar y a asegurarse de que los soldados estuvieran alimentados y vestidos apropiadamente. Por primera vez, las tropas regulares fueron tratadas con decencia y respeto.
Aumenta el número de muertos
Ni los mejores esfuerzos pudieron reducir el total de muertes, que aumentaba sin cesar y alcanzó 4000 en un solo invierno. Aunque Florence había logrado que el hospital fuera más eficiente, no era menos mortal.
En la primavera de 1855, el gobierno británico envió una comisión sanitaria para investigar las condiciones en Scutari. Descubrió que el hospital de militar estaba construido sobre una cloaca, por lo que los pacientes estaban tomando agua contaminada. La solución fue limpiar los vertederos contaminantes y mejorar la ventilación en ese hospital y otros. Y el resultado: menos muertos.
Cuando un retrato de Florence llevando una lámpara y atendiendo pacientes apareció en los diarios, rápidamente se ganó la fama en todo el país. Su trabajo en Scutari para mejorar las condiciones de vida de los soldados en los hospitales fue aplaudido tanto por la prensa como por el público.
Su familia tuvo que lidiar con un mar de poemas que le enviaban a Florence –el equivalente victoriano del correo de fanáticos- y la imagen de la "dama de la lámpara" fue impresa en bolsos y souvenires. Pero a Florence no le entusiasmaba la celebridad. Aunque al retornar a casa la recibieron como una heroína, mantuvo un bajo perfil viajando bajo el pseudónimo de Miss Smith.
Florence se dedicó a tomar datos sobre las muertes de soldados y a analizar cómo iban evolucionando a medida que se iban mejorando las condiciones de higiene en el hospital.
En 1856, atormentada por la horrenda pérdida de vidas que vio en Crimea, Florence se reunió con la reina Victoria. Con su respaldo, persuadió al gobierno de establecer una comisión para investigar la salud del ejército.
El reconocido estadístico William Farr y John Sutherland, de la comisión sanitaria, le ayudaron a analizar vastas cantidades de datos complejos.
Para hacer más amena y entendible la enorme cantidad de datos que había acumulado durante los años en el hospital de Scutari, decidió mostrarlos mediante un diagrama que fuese más rápido de entender: los presentó en su famoso diagrama de rosa.
Y la verdad que reveló fue impactante: la causa de 16.000 de las 18.000 muertes no fueron heridas sufridas en batallas sino enfermedades prevenibles, cuyo contagio se debía a la falta de higiene.
El "diagrama de la rosa"
Su "diagrama de la rosa" –un gráfico circular- mostraba la aguda caída en las fatalidades que se dio tras la labor de la comisión sanitaria: habían bajado 99% en un solo año.
El diagrama era tan fácil de entender que fue publicado en muchos lugares y el público comprendió cuál era la falla del ejército y cuán urgente era el cambio. Gracias a la obra de Florence se establecieron nuevos departamentos –de medicina, ciencia sanitaria y estadística- en el ejército, para mejorar el cuidado de la salud.
Florence Nightingale es merecidamente reconocida como la precursora de la enfermería moderna y una de las primeras bioestadísticas de la historia.
En 1859 publicó sus más famosos libros, "Notas sobre enfermería" y "Notas sobre hospitales", y el año siguiente se fundó una escuela de enfermería en su nombre.
Su trabajo durante las décadas siguientes ayudó a establecer a la enfermería como una carrera respetable para las mujeres y a mejorar los hospitales, para que se volvieran lugares limpios y espaciosos en los que los pacientes se pudieran recuperar.
Pero mientras hacía campaña, su propia salud se fue deteriorando. Se cree que en Crimea contrajo brucelosis crónica, una infección que causa fiebre, depresión y dolor extremo. Frágil y aislada, lucho por mejorar los servicios sanitarios examinando datos estadísticos desde su lecho de enferma, realizando trabajos pioneros que se propagaron por el mundo.
Si bien Florence estaba enferma, era también rica, de manera que podía pagar por medicina privada. Pero estaba consciente de que la mayoría de sus contemporáneos victorianos no podían darse ese lujo. Los pobres sólo podían cuidarse entre ellos.
Su libro "Notas sobre enfermería" intentaba educar a la gente sobre la manera de atender a los familiares y vecinos enfermos, pero ella quería hacer más por los menos pudientes de la sociedad. Envió enfermeras entrenadas a las casas de trabajo para ayudar a darle tratamiento a los necesitados.
Ese intento por hacer que el cuidado médico estuviera al alcance de todos, sin importar clase o sueldo, sirvió como precursor para el Servicio Nacional de Salud, del que hasta hoy en día se vanagloria Reino Unido, el cual fue fundado 40 años después de su muerte.
Para la década de 1880, el conocimiento científico había avanzado de manera que respaldaba aún más las ideas reformistas de Florence. Como muchos practicantes de la medicina, para ese entonces ella también aceptaba la teoría de los gérmenes o teoría microbiana de la enfermedad.
Antes de morir a los 90 años, Florence fue la primera mujer en recibir la Orden de Mérito de Reino Unido, una recompensa por sus servicios extraordinarios en el ámbito del ejército, la ciencia, el arte o la literatura.
A pesar de haber sido a menudo una voz femenina solitaria en la sociedad victoriana, gracias a su talento para la comunicación y sus dotes matemáticos ayudó a revolucionar los cuidados sanitarios castrenses y civiles y salvó a miles de una muerte macabra.
Las argentinas científicas y destacadas
María Teresa Dova, es una física especializada en altas energías, conocida por haber sido testigo del descubrimiento del bosón de Higgs, el 4 de julio de 2012. Además, formó parte del selecto equipo internacional de científicos que trabajaron en el detector ATLAS del Gran Colisionador de Hadrones (popularmente, la Máquina de Dios), que permitió probar la existencia de la hoy famosa partícula.
Andrea Gamarnik, es una médica viróloga, conocida por sus investigaciones relacionadas con el VIH, la Hepatitis B, y el virus del Dengue. Fue la primera mujer en formar parte de la Academia Americana de Microbiología.
Respecto a sus estudios contra el Dengue en el Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Leloir, se destacan dos hitos. En 2006 descubrió cómo se multiplica el virus, es decir, cómo el material genético del virus pasa de una molécula a miles de moléculas, para que el virus se propague. El otro gran hallazgo ocurrió en 2017, cuando determinó qué necesita el virus para pasar del mosquito al ser humano.
Belén Elgoyhen también es una científica argentina, de importancia nacional y reconocida internacionalmente, doctora en bioquímica, profesora de farmacología de la UBA e investigadora independiente del CONICET.
Es famosa por su contribución al entendimiento de las bases moleculares de la audición, que le valieron varios premios, y podría ser útil frente a las deficiencias auditivas y otras patologías de la audición.
Eliane Piaggio, rosarina, es la directora del Equipo de Inmunoterapia Traslacional del Instituto Curie de Francia, el lugar por excelencia de investigación sobre las defensas naturales del cuerpo para combatir el cáncer.
A la inmunoterapia se la llama la "ansiada revolución en la lucha contra el cáncer" o directamente "el futuro de la eliminación del cáncer". Tal es la revolución que hoy genera la inmunoterapia en la medicina de avanzada, que miles de científicos estudian todos los días nuevas moléculas que permitan a nuestro organismo detectar eficazmente las células tumorales y luego destruirlas sin afectar a las sanas. Y Eliane está al frente de importantes investigaciones en ese campo.
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