En diciembre de 2005, Berenice Molina llegó a sus escasos 19 meses al Hospital General de Niños Pedro de Elizalde, de la Ciudad de Buenos Aires, en un estado muy delicado de salud. Con un diagnóstico de anomalía coronaria y microcardiopatía dilatada, pasó de inmediato a ocupar el primer lugar en la lista de espera del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai). Necesitaba con urgencia un trasplante de corazón.
"Las arterias coronarias, que son las que hacen latir el corazón, recibían su sangre de manera equivocada, en vez de hacerlo desde la aorta, la recibían de la arteria pulmonar y era una sangre 'sucia' y de baja presión". Así sintetizó el cuadro con el que la pequeña llegó al hospital el doctor Florentino J. Vargas (MP 56000), jefe de Cirugía Cardiovascular del Hospital Elizalde por aquellos años. Y añadió: "El corazón se empezaba a arruinar y en esos casos, si se opera a tiempo, el paciente se puede recuperar y si no, llega al camino del trasplante".
Con un diagnóstico de anomalía coronaria y microcardiopatía dilatada, Berenice ocupó de inmediato el primer lugar en la lista de espera del Incucai
Por su parte, la doctora Ana de Dios (MN 49464), jefa de la División Cardiología, contó que, frente a la emergencia, su colega propuso "algo que en ese momento parecía alocado, que era colocarle un corazón artificial; era el primero que se colocaba en el país y el primero en un niño".
Así fue que con el objetivo de ayudar a la pequeña a esperar su trasplante sin que su organismo siguiera deteriorándose, se trajo de Alemania un corazón artificial que reemplazaba al ventrículo izquierdo de la paciente, denominado "Berlin Heart". Fue la primera intervención de este tipo realizada en un menor en Sudamérica.
"Cuando le colocamos el corazoncito todos estábamos muy pendientes de su funcionamiento y notamos que la función ventricular muy lentamente se empezó a recuperar", recordó De Dios.
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Y así fue que, con el paso de las semanas, el funcionamiento cardiológico de Berenice comenzó a mejorar lentamente, intercalando latidos propios. Mediante ecocardiografías, el equipo médico observó que el corazón eyectaba sangre por su válvula aórtica y ya existía una débil contracción propia. Los especialistas nunca habían descartado que el órgano de la niña se recuperara, aún cuando eran muy pocas las probabilidades de que lo hiciera. Y la familia confió plenamente en ellos.
Este mes se cumplieron 10 años desde que el corazón de Berenice volvió a latir por sus propios medios
"El día que nos dijeron que su corazón volvió a funcionar fue algo hermoso porque hasta ese momento decían que ya la perdíamos", recordó emocionada Andrea, la mamá de Berenice, quien describió a su hija como "una nena feliz que entrega el corazón en todo lo que hace".
Como el panorama era cada vez más alentador, los especialistas decidieron ingresar a Berenice nuevamente al quirófano, esta vez, con la intención de realizarle un explante, desconectarla del corazón artificial (el órgano implantado funcionaba fuera del cuerpo de la beba, sobre el abdomen, conectado simultáneamente a una unidad de control).
Este mes se cumplieron 10 años desde que el corazón de Berenice volvió a latir por sus propios medios.
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"El impulso que generó la colocación de este primer corazón en la región y la repercusión que tuvo significó que esta posibilidad se abra para otros niños porque luego más colegas se animaron a recurrir a la técnica", manifestó el doctor Ricardo López (MN 49101), jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Elizalde.
El 6 de este mes, Berenice, sus padres -Andrea y David- y sus hermanos Milagros y Uriel viajaron desde Villa Gobernador Gálvez, en la provincia de Santa Fe a la ciudad de Buenos Aires para hacer el chequeo anual de rutina y celebrar los 10 años del milagro.