Es viernes en el galpón inmaculado de Villa Crespo donde funciona la galería Ruth Benzacar desde 2015, cuando dejó el icónico subsuelo de la calle Florida que reunió por treinta años a la vanguardia del arte y la sociedad vernácula. Pese a la pandemia, hay movimiento y detrás de los barbijos se respira cierto aire de libertad en los visitantes que recorren la muestra “Deshuesado”, de Carlos Herrera.
“Desde que abrimos con los protocolos que acordamos con el Gobierno de la Ciudad, fue impresionante la cantidad de gente que vino con su turno; recibimos muchos muy jóvenes, no son los mismos que vienen a comprar, son los que no pueden ir al cine, al teatro… nos convertimos en un refugio cultural”, dice Mora Bacal, nieta de la legendaria Ruth y tercera generación de una familia de mujeres pioneras en el mercado del arte nacional. En el espacio principal, su madre, Orly Benzacar, recibe a los diseñadores Martín Churba y Jessica Trosman antes de que recorran las flores y arañas oníricas de la muestra de Herrera. Más tarde llegará Pablo Siquier.
Orly aprendió de su madre, Ruth, el oficio de descubrir y visibilizar el talento. Con ella trabajó hasta su muerte, en el 2000, y hoy comparte la tarea con su hija Mora con la misma naturalidad: “Cuando empecé a trabajar con mi mamá, ella estaba excesivamente feliz y yo decía ‘¡Qué exagerada! ¿qué le pasa a la vieja?’ Y la verdad es que, cuando empezó a trabajar Mora conmigo, entendí lo que le pasaba: realmente es muy gratificante y muy hermoso sentir que hay continuidad, que el proyecto tiene porvenir, esa cosa de mirar para adelante y encontrar algo que va a continuar, eso causa felicidad”.
–¿Cómo es ese traspaso de oficio de generación en generación?
Orly Benzacar: –Yo soy el jamón del medio (se ríe). La experiencia de trabajar con mi mamá para mí fue muy rica. Nací casi inmersa en lo que fue el proyecto de la galería, era muy chica cuando empezó la historia. Cuando decidimos empezar a trabajar juntas, mi mamá tuvo conmigo una actitud muy generosa, de apertura: nunca me sentó atrás, siempre me sentó al lado. Ella tenía una actitud que creo que yo no tengo tanto, y es que Ruth era muy reina y era natural que uno le diera todo el lugar y se quedara en el costadito, pero igual había mucha valoración y respeto de lo que yo traía. Igual que con Mora, había mucha complementariedad: somos las tres muy distintas, y al tener esa cosa generosa y de apertura, uno sentía que participaba, que era escuchada, y creo que esto lo hago yo también con Mora.
Mora Bacal: –Las dos tuvimos mucha suerte en que son relaciones poco conflictivas. Trabajamos en una situación de escucha y respeto mutuo, y creo que a Orly le pasó lo mismo con Ruth. Yo la paso súper bien, me parece que tenemos una relación de respeto, de mucho amor y también de empuje. A mí no me pusieron ningún tipo de presión para llegar al mundo del arte, yo nací en una galería, pero hice mi recorrido. Toda mi vida fue en el arte: con obras en mi casa, con los cumpleaños en lo de mi abuela que era una casa-galería, con los sábados en la galería acompañando a mi mamá.
–Vienen de un linaje de mujeres fuertes, Ruth abrió camino para ella, para los artistas, para el oficio, en un momento en el que estaba todo por hacerse y en el que no era tan fácil para una mujer ocupar un rol como ese… ¿era feminista?
OB: –Ruth era una mujer muy fuerte, pero no era una mujer que declamaba. Se imponía ella, pero por un tema de personalidad, no había una militancia. Yo no me atrevería a decir que era feminista, sí que era una mujer de armas tomar, que arremetía para adelante y que no le importaba si adelante tenía otra mujer, un hombre o quien fuera. Era una mujer con una cabeza muy abierta y muy fuerte. Hoy sería feminista y sin duda adheriría a las corrientes que están marcando la historia, porque siempre fue una mujer de vanguardia. Pero no había una conciencia de la causa. Indirectamente lo era, porque no armás todo esto desde un lugar machista. Ella fue muy bien acompañada por mi viejo que la impulsaba, no competía, la acompañaba...
MB: –Claro, yo creo que el feminista era mi abuelo. Ruth fue una pionera. El recuerdo que tengo yo es de una abuela, una abuela que era extremadamente moderna: yo podía hablar con ella como con una amiga de los chicos que me gustaban sin ningún tipo de tabú y con una apertura gigantesca. Pero siempre consideré pensando en su historia que el feminista había sido él, que la había bancado tanto en todos sus proyectos.
–¿En el arte hay más lugar para las mujeres o también hay machismo?
MB: –Creo que está más evidenciado el machismo para con las artistas, que lo sufren mucho más: la cantidad de artistas mujeres que tiene una institución y la cantidad de artistas varones, la cantidad de muestras dedicadas a mujeres y la cantidad de muestras dedicadas a varones... Nuestra galería tiene una cantidad gigantesca de mujeres, acá no se sufre el machismo, acá pueden llegar a sufrir los hombres, nosotras no... (se ríe).
OB: –En el mundo del arte, como en todo el mundo, venimos de sociedades patriarcales, no estamos exentos de eso. La obra de una artista mujer consagrada todavía vale menos que la de un varón. Para nosotras no hay diferencia, pero la historia nuestra es una excepción que por suerte se inserta en un panorama que está cambiando. Fuimos afortunadas de pertenecer a este linaje, y creo que cada vez hay más mujeres en puestos clave. Acá en la Argentina hay directoras de instituciones que están haciendo gestiones extraordinarias. Lo que nos ocurrió a nosotras en la galería fue una excepción.
La obra de una artista mujer consagrada todavía vale menos que la de un varón. Para nosotras no hay diferencia, pero la historia nuestra es una excepción
–Las galerías son lugares sociales, de encuentro. Las veo ahora recibiendo visitas con barbijos y nuevos protocolos... ¿va a cambiar la forma en la que vemos arte después de la pandemia?
MB: –Yo rescato que se recuperó algo más personal. El mundo del arte tiene un aspecto bastante frívolo que estaba ganando terreno. Estaban buenísimos los eventos, las inauguraciones, las fiestas, pero toda la cosa social estaba tomando mucha más importancia que la muestra y que el aspecto comercial, que es lo que nos mueve, porque en el fondo somos una galería con fines comerciales. Nos pasaba que la galería se llenaba de público, pero no venía ni un coleccionista. Creo que lo que genera esta situación tan protocolar es que volvés al uno a uno y a entregar mucho de vos y que el otro tenga otro nivel de compromiso también. Para la muestra que tenemos ahora, por ejemplo, nos tomamos una semana de inauguración en la que nos ocupamos nosotras de invitar a algunas personas. Y fue increíble la recepción que tuvimos y lo que se generó cuando vino la gente también. La verdad que se había perdido eso de charlar con el artista, charlar con las galeristas… ojalá eso se quede.
OB: –Se volvió a hablar de arte, de la obra, no de la cosa social con la copita en la mano. Y se generó una disponibilidad nuestra y del artista que tampoco era lo habitual nuestro últimamente.
Yo rescato que con la pandemia se recuperó algo más personal. El mundo del arte tiene un aspecto bastante frívolo que estaba ganando terreno
MB: –En un futuro cercano van a cambiar en forma drástica las ferias, que al haber tanta cantidad en el mundo también pasaban a ser eventos de muy poca conexión entre personas, porque son torbellinos: duran cuatro días donde pasa todo lo más importante del mundo del arte y no se profundiza casi nada. Es muy difícil con esa dimensión de ferias descubrir algo, el visitante se satura. Ojalá se vuelva todo a una escala más humana.
OB: –Creo que esta pandemia le cae bien al sistema ferial universal, porque estaba entrando en una crisis importante. Es un cambio parecido al de después del 2000. Ahora estábamos ante un desparramo, con más de una feria por día inaugurándose en el mundo, ¡más de 365 por año, un delirio! Lleva a pensar qué estábamos haciendo. Una de las cosas que yo espero es que se desvalorice la pantalla, que cobre valor de nuevo el encuentro presencial: mirar obra en pdf no está bueno, y ha tomado una relevancia inusitada. La virtualidad no es la solución.
MB: –¡Hay obras que te piden poner el cuerpo! Verlas en pantalla es una falta de respeto al artista. Ni siquiera la realidad virtual logra traducir las materialidades, las texturas…
–¿No es un poco pelearse contra lo inevitable?
OB: –No, porque la creación artística trasciende todos los tiempos. Puede valerse de recursos nuevos, pero no hay forma de reemplazar el visualizar corpóreamente una obra de arte.
MB: –Sí hay un montón de producción digital que se está realizando y eso está bien, pero es otra cosa. Como galería, una cosa es producir el contenido para una feria virtual, entonces lo pensás desde la virtualidad desde el vamos, y otra cosa es adaptar a lo virtual algo que necesita de lo presencial. Es como la educación, no se puede reemplazar el aula por un zoom: es una solución de emergencia. Lo hicimos, nuestro Instagram (@RuthBenzacar) explota, pero apostamos a que vuelva la gente a las salas.
OB: –Es parte de lo bueno que está pasando ahora: la gente se aboca a la visita, viene bien dispuesta, con ganas. Porque creemos en eso, habilitamos dos espacios nuevos hace dos semanas, una idea de Mora, que se llama Al lado y que suma dos instancias expositivas más aparte de la sala grande y la trastienda. Hoy tratamos de que los que vienen a la galería se vayan plenos, habiendo visto un montón de cosas…
–¿Es una fórmula seguir generando cuando parece que todo va para atrás?
OB: –Pasamos todas las crisis, y aprendimos que lo único que podemos hacer es darlo todo. Frente a la adversidad, le ponemos excelencia y salimos adelante como se puede… lo tenemos en los genes eso.
–Muchas galerías más chicas la están pasando mal.
OB: –Acá y en el mundo. Y es probable que alguna cierre y es normal que eso ocurra.
MB: –Todos la estamos pasando mal. Nosotros tampoco la pasamos bien, sólo que tenemos otra gimnasia. La galería que pasa por su primera crisis no ve la luz al final del túnel…
OB: –...nosotras pasamos todas, por eso sabemos que esta también la vamos a pasar. ¡Porque las pasamos todas y acá estamos!
Pasamos todas las crisis, y aprendimos que lo único que podemos hacer es darlo todo. Frente a la adversidad, le ponemos excelencia y salimos adelante como se puede…
–¿A cuánto de lo que tenían programado para este año se lo llevó puesto la pandemia?
OB: –¡Mucho! Por ejemplo, Liliana Porter está por cumplir 80 años, está en su casa de las afueras de Nueva York. Yo la llamé para ver cómo estaba y para ver qué quería hacer con la muestra que tenía en noviembre. Estábamos en videollamada y me mira y me dice: “Hasta que no haya una vacuna, de acá no nos movemos”. Listo, entonces Liliana Porter no va a estar este año. Y no sé si el año que viene va a estar la vacuna, ni cuando se va a poder tomar un avión. Y a mí hacer una muestra de Liliana Porter sin ella, no me interesa. Entonces, esperaremos.
MB: –Teníamos una muestra de una artista que vive en Berlín y no pudo venir, otra de un artista que vive acá pero su producción es bastante compleja y podría haber llegado pero la cadena de producción se paró, entonces pasó para febrero; hay algunas cosas que se movieron y otras que se cancelaron.
OB: –Tuvimos que recalcular. Teníamos armado un año de siete muestras y va a terminar siendo un año de tres. Tocó eso.
–¿Cuánto queda del espíritu de bohemia con el que comenzó la galería Ruth Benzacar?
MB: –La galería empezó siendo un lugar de encuentro, un intercambio humano que yo espero que vuelva con esta situación tan particular que nos dio la pandemia de recuperar el trato uno a uno, las charlas, los encuentros. A nosotros nos forzó a bajar revoluciones y a recuperar nuestro vínculo con los artistas, es algo que estamos haciendo a conciencia, recuperar ese lazo fuerte. La bohemia cambió en el mundo porque todo sucumbió a las leyes capitalistas del mercado, pero para mí hay algo interesante que se está dando ahora en el encuentro que quizá tiene más que ver con esas tertulias que se armaban en los sesentas, en donde se juntaban a tomar vino en la casa de Ruth artistas como Berni con un grupo de coleccionistas. Yo espero que eso se recupere ahora. También es verdad que ahora los artistas mismos se están replanteando cuál es su lugar y que, por suerte, hay muchos que logran vivir súper bien de su trabajo, y comprarse una casa y un taller y un auto, y pagarle a sus hijos escuelas privadas, e irse de vacaciones, y todo vendiendo sus obras. Yo no sé cuántos artistas de esa bohemia lograban esto. Hoy se profesionalizó mucho el mundo del arte, el acercamiento de ellos al sistema es mucho más consciente y eso anula un poco la bohemia.
OB: –¡No queda nada de esa bohemia! Ruth y mi viejo tenían la sangre de los pioneros y pertenecían a una generación en la que el intelecto, la cultura, la libertad de fantasear ocupaban otro lugar. De esa bohemia que yo viví de la manito de mamá para mí no quedó nada. Varios años después de muerta mi mamá me preguntaba si se hubiese adaptado a todo esto. Y no tengo dudas de que hoy estaría chateando con los nietos, ella era muy avant-garde. Estaba siempre un pasito más adelante.
Si juntás suficiente cantidad de gente va a haber seguro un creativo, es estadístico. El tema es cómo lo detectás y cómo le das visibilidad. Eso te lo da el caminar la cancha, una sensibilidad entrenada
–¿Qué es estar hoy adelante para una galería que hace arte contemporáneo?
OB: –Yo creo que uno no piensa eso. El deseo de seguir siendo una galería contemporánea de alguna manera es ponernos adelante. Pero no es una elección, porque podés quedarte en el camino. Creo que hay una sensibilidad, un entrenamiento visual, una expertise. Siempre hay vanguardia. La creatividad es un atributo de la condición humana. Si juntás suficiente cantidad de gente va a haber seguro un creativo, es estadístico. El tema es cómo lo detectás y cómo le das visibilidad. Eso te lo da el caminar la cancha, una sensibilidad entrenada. La mirada de los compradores que devienen coleccionistas va modificándose a lo largo del tiempo, no hay un coleccionista que no diga: “Me da vergüenza contarte lo que compré cuando empecé”. Y yo les digo: “Pero está todo bien. Está buenísimo que maduró la mirada, que aprendió la mirada”. Eso mismo le pasó a mi mamá y nos pasó a nosotras. Y es lo que te pasa cuando decís: “Yo quiero ser una galería de arte contemporáneo siempre”. Porque la otra era sentarse y tener una galería de artistas viejos. Podríamos haberlo hecho. Pero ser contemporáneo es aceptar el cambio, vivir ahora.
Fotos: Matías Arbotto.
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