Hace poco volví a ver Atracción Fatal (1987) y, a medida que avanzaba la película, empecé a cuestionar el lugar del héroe y del villano. La historia cuenta la obsesión a la que llega Alex Forrest (Glenn Close) cuando su amante Dan Gallaguer (Michael Douglas) decide volver a su vida de pater familias y dejar de responderle el teléfono. El último acto de Alex marcó a generaciones enteras de espectadores al punto de volverse proverbial: la expresión “bunny boiler” (hierve-conejos) se instaló desde entonces en la cultura popular.
¿Pero quién era la víctima y quién el victimario?
La película se estrenó hace más de treinta años y nadie habla de Michael Douglas y su narcisismo fuera de control que coquetea con rasgos psicópatas. Durante todo el comienzo de la historia, Dan se encarga de enamorar a Alex con su intimidad y sus silencios, con esas miradas imposibles y un aria de Madame Butterfly que envuelve de romanticismo cada resto de la escena, ¿pretendiendo qué? ¿que a ella no le pasara nada? Esto último nunca lo creí. Conozco ese juego. Lo he jugado mil veces. Él busca con deliberación que ella pierda el control por él. Honestamente, creo que a esa altura la suerte del conejo ya estaba echada.
Nadie habla de Alex. Nadie ve qué hay detrás del terror que inspira en todo pájaro que comió y ya está volando de nuevo. Nadie dice que la de Alex es una historia de amor.
Llamar por teléfono y cortar –adrenalina que los centennials no conocerán– era moneda corriente en toda historia de amor imposible. Hoy todo el mundo stalkea a través de las redes; ya no se pone el cuerpo, ya no hay palpitaciones ni riesgo, apenas la huella dactilar de un click más perdiéndose en la web. Lejos de asustarme, disfruté de verla acechando al ser amado. De golpe me vi: ahí estaba yo, pasando una y mil veces por aquella esquina con la única ilusión de verlo. Un corazón valiente que confía en que el amor triunfará una vez más.
“Un bel dì vedremo” de Puccini es el tema elegido para la historia de amor entre Alex y Dan. La mía fue “Viveme” de Laura Pausini. Me pasaba a buscar en su auto siempre cantando esa canción. No sé si cantaba bien: yo lo disfrutaba más que Yanina Latorre escuchando a su hija. Pocas salidas, aunque todas con mucha personalidad, divertidas y conectadas. Demasiado pocas. Tan pocas que una vez que terminaron perdí el control. Me encontraba a oscuras en ese inquieto lugar en el que sentís que tenés tanto para dar y nadie interesado en recibirlo.
En mi estado Alex Forrest, mis aliados fueron el ocio y el teléfono. El primero me llevó a comprar dos huevos gigantes de Pascua. Uno para él y el otro para su roommate (?). El teléfono, en cambio, se convirtió en una suerte de revólver, un arma capaz de disparar y ser letal. Un único mensaje y el tiro resultó certero: había logrado coordinar cuándo y dónde entregaría la atención. Había coordinado volver a verlo. No estaba soñando: sucedería, era inminente. Imaginé el reencuentro como el trailer perfecto de un nuevo comienzo: podía sentir la luz, la música, la acción. Hasta que llegó el momento. La entrega fue poco ágil, torpe como quien desconoce las formas y lamentable como si hubiera tirado un Fabergé al fondo del mar.
Alex Forrest es mucho más que aquel personaje que supo encarnar Glenn Close en Atracción Fatal. Es un estado que vive en nosotros. Se trata de un estado complejo, con un gran poder de acción. Determinación, carácter y una creatividad puesta al servicio de una pasión. Todos adjetivos positivos reservados únicamente para el varón. Una mujer que persiga el mismo espíritu ya conoce su condena. Convencido estoy de que Juana la Loca de loca no tenía nada, casada con Felipe, alguien tan narcisista que se hace conocer como el Hermoso.
No hay ninguna duda: para que haya una Alex, tiene que haber un Dan. Y si hay un Dan, hay un narcisista que huye, pero que antes de salir disparado, te quiere enloquecer.
Ya no recuerdo en qué momento abandoné mi estado Alex Forrest. No hubo un desenlace específico, tampoco una perimetral. Alex solo me dejó, pero yo nunca la olvidé. Es parte de mí, como Hyde es parte de Jekyll o Adora lo es de She-Ra.
Yo fui Alex Forrest. La mía es una historia de amor.