Esmeralda Mitre: “De niña rica no tengo nada, hago una parodia de mí misma”

La heredera mediática desnuda como nunca su intimidad y habla de todo: la locura, el amor, la familia, la soledad, la batalla legal con sus hermanos por la sucesión, el rumor del pedido de una pericia psiquiátrica. ¿Quién es realmente la mujer detrás del personaje que se convirtió en fenómeno de la tele de cuarentena?

Entrevista a Esmeralda Mitre - #RevistaBeba

Esmeralda Mitre es trending topic y pico de rating. Nadie sabe bien cuál es la alquimia que la hace brillar en ese outlet de talentos pandemiales que es el Cantando: ¿la aman, la odian, la consumen porque aman odiarla? En el circo romano de la tele en cuarentena, donde un Tinelli ausente opina sobre su programa por Twitter, un día es su preferida y al otro está sentenciada. O todo junto. Y entonces pasa de las peores devoluciones del jurado (¿hay acaso un placer colectivo en esa vía libre para humillar a la “niña rica”?), a los diez perfectos de Moria Casán, que entiende al personaje como nadie: “Te quiero ver siempre porque vos das show, mamita”, repite la diva. ¿Y si no es un personaje?

Antes de esta nota, le digo por chat que quiero entrevistar a la verdadera Esmeralda, que quiero saber qué hay detrás. “Es que soy esto, literal”, anticipa. En la charla con BEBA dirá que en realidad hay miles de Esmeraldas. Y es cierto: a los 38, es la que un día se planta en una sala del San Martín, y otro en la pista del Cantando, la que da clases de teatro y ensaya dos veces por día la canción de la semana, la que posa con el busto de su chozno fundador de La Nación y sueña con tener un lugar de decisión en el diario sin dejar de lado su veta artística, la malquerida por sus hermanos, la que desafía al jefe de gobierno porteño en el prime time, la que eligió ser mediática a contramano de su destino de heredera patricia, y también la que se anima a reírse de todo eso y declara: “Estoy haciendo una parodia de mí misma”.

En el medio, hay tiempo para cantar sus propios temas, mostrar el departamento de La Isla que recicló y compartió con su ex marido, el ex ministro de Cultura porteño Darío Lopérfido –con quien estuvo trece años y a quien todavía reconoce como su familia–, y por donde ahora se pasea Misha, la gatita rusa que le regaló su madre, Blanca Álvarez de Toledo, para ayudarla a transitar el duelo tras la muerte de su padre, Bartolomé Mitre, en marzo último. “La gata limpia la energía. Te ve mal y aparece. Mamá me dijo: ‘Si se enamora de vos y vos de ella, te la regalo’, y acá está”.

"No me creo nada esto del rating. Todo va y viene. Sí pienso que estoy en un buen momento porque estoy disfrutando de lo que hago", dice. FOTOS: Maximiliano Luna

–Te convertiste en un fenómeno masivo. ¿Qué creés que consume la gente de vos? ¿Qué es lo que vende?

–Creo que lo interesante de que uno se haga conocido es la verdad. No puedo conmigo y trato de decir la verdad. Lo poco que puedo dejar son mis errores y mis aciertos pero con verdad, para que dentro de eso la gente se sienta reflejada. Creo que eso es lo que consume la gente de mí.

–Hay un boom en un momento muy oscuro, en plena pandemia, de ver lo que hace Esmeralda, para bien o para mal…

–Como decía Oscar Wilde: “No importa de qué hablen, sino que hablen”, ¿no? Igual sí importa. Yo la verdad que no tomo tanta conciencia de eso, ni me parece inteligente hacerlo, porque me colocaría en un lugar de soberbia. La inseguridad me parece algo muy valioso. Yo soy muy segura, pero al mismo tiempo tengo un bache en el medio de inseguridad que trato de trabajar, pero que también es lo que lleva al arte. La inseguridad es lo que lleva al arte…

–¿Cuál es ese lado tuyo inseguro?

–Mi ultra sensibilidad y mi vulnerabilidad, pero al mismo tiempo tengo una gran fortaleza: cuando parece que me estoy por caer, siempre me levanto; ¡antes muerta que derrotada!

Con el busto intervenido de su chozno fundador de La Nación y frente a una obra del primer marido de su madre, Nicolás García Uriburu, célebre por teñir de verde el canal de Venecia.

–¿No sentís a veces que hay un ensañamiento, un lugar donde pegarle a la “niña rica” que también es lo que vende?

–Lo de “Niña rica” es un tema que saqué yo que es una crítica a los niños ricos, no es una alegoría… habla de una chica que se termina hundiendo, que termina siendo una actriz porno de sus fiestas con sus amigos, cuando había tenido todas las posibilidades de salir adelante, que es algo que vi muy de cerca muchas veces y critiqué siempre. A mí me parece que hay que estudiar y hay que prepararse porque toda herencia, o todo lo que se recibe, se pierde, y lo único que nos salva es el oficio, el saber, el trabajo. Yo de niña rica no tengo nada. Fui educada de una manera muy austera. Estoy haciendo una parodia de mí misma y eso es divertido, y me parece que también la gente por ahí consume el humor que es lo que necesita hoy en la pandemia. Y yo no miento, soy lo que ven. Soy eso: una persona que estudió, que se preparó, que se formó, que sabe que todo se puede perder, que también –¡por suerte!– soy frívola, que tiene sentido del humor. No soy solemne. No estoy haciendo alarde de haber estudiado Letras o de haberme recibido. Mi madre es radical socialista, mi padre era liberal, en mi casa nunca se ostentó nada: se compraba un pantalón y una remera, había mucha austeridad.

–Me interesa eso de que hacés una parodia de vos misma.

–En realidad es una parodia de lo que la gente puede llegar a creer que yo soy, porque yo no tengo nada que ver con eso. Yo todo lo que tengo me lo compré trabajando. No me regalaron ni un departamento. Me regalaron un auto, que es mucho, pero para todo lo que tenía mi familia, uno puede pensar que se tiende malcriar a los hijos de una manera muy escandalosa, que no es lo que hicieron conmigo.

La pista del Cantando es fascinante, es como una nave espacial. Es un fenómeno maravilloso porque ahí adentro están el rating, marcar los tiempos, la previa, el arte, el show, hay tantas cosas que editar en la cabeza

–La pregunta también iba a si no sentís que en este boom que generás no hay también un público que ama odiarte, y si no hay un lugar de sacrificio social de esa heredera que se hace mediática. A eso iba lo de la niña rica.

–Bueno, menos mal. Preocupate el día que no te odie alguien. Es aburridísimo que todo el mundo te quiera, quiere decir que no generás ninguna controversia, que no hacés pensar, que no hacés poner en jaque a la gente. Hay que tener una mirada bondadosa con eso, con el hecho de ser conocido. Ser mediático y utilizar esa palabra como si fuera mala palabra es algo que a mí me parece que está mal. Ser mediático está bien: Susana Giménez, Mirtha Legrand y Marcelo Tinelli lo son. Las personalidades más grandes del espectáculo son mediáticas, ¿por qué si Esmeralda Mitre es mediática está mal? Yo decidí ser mediática y lo hice porque estaba respaldada después de haber trabajado muchos años con cuatro obras en el San Martín, de haber hecho obras en el Metropolitan, en el Broadway, en el Apolo, con Renán, Guerberoff, Zanetti, Cozarisnky…

En un living íntimo en su cuarto, junto a una de las chimeneas originales que la hacen sentirse como en el campo, rodeada de leña. "En mi casa nada es fake", dice.

–Pero a vos te lo cobran. Nadie se pregunta por qué Laura Novoa elige ir al Cantando.

–(se ríe) Sí. No es mi tema. Le deseo lo mejor. Ella trató de pelearse conmigo. Yo estuve por trabajar con ella en una obra en el San Martín con Helena Tritek, en la que Novoa terminó no estando. Ella parece que me quiso ningunear, pero sabe muy bien que no estuvo en esa obra porque la directora no quiso, y yo no lo dije. Después me llamó por teléfono y todo muy lindo. A ver, yo fui la primera que fui al Bailando siendo una actriz que se suponía que era cool –aunque yo odio esa palabra porque yo no soy cool ni quiero ser cool, en todo caso habré sido la más cool de todas en el verdadero sentido–, y estoy en desacuerdo con las actrices que no son agradecidas con la prensa. Yo me hice muy popular y me debo a la gente, y mi trabajo sin la gente no es posible, ¿cómo voy a renegar de la prensa y de la gente que me promueve, o del gran público? El gran público es todo el abanico: la gente que menos poder adquisitivo tiene es la que más me ama.

–Fue una decisión consciente hacerte mediática. ¿Por qué la tomaste? ¿Por qué lo hacés?

–Sí, fue una decisión consciente, pero en realidad fue una intuición. Y como dice Heidegger: “Lo único que nos salva en el arte es la intuición”. Yo tuve una intuición. Me habían llamado muchas veces para estar antes y sentí que no estaba respaldada para bancármelo, hasta que fui la primera que fui y rompí los códigos que decían que si sos seria y trabajás en el San Martín no vas al Cantando o no vas al Bailando. A mí me parece que todo el tiempo hay que hacer vanguardia en el arte. En la Argentina se acabó la vanguardia, y hoy en día hacer este tipo de cosas es vanguardia. Si lo hacés bien, si improvisás, si generás, si hacés humor… si vas solamente para estar, no. En la Argentina hubo mucha vanguardia en la época de Batato Barea, Tortonese, Urdapilleta, el Rojas, la época del Parakultural. Me parece que eso es lo que está faltando hoy y hay que hacer un gran esfuerzo para volver a generar controversia y que la gente se sienta acorralada, porque si uno no se siente acorralado en el arte, no hay transformación.

"Preocupate el día que no te odie alguien. Es aburridísimo que todo el mundo te quiera".

–¿Tuviste que enfrentar prejuicios por entrar al Cantando?

–Claro. Este es un lugar que es muy prejuzgado. Fue una jugada fuerte para mí, te exponés a que te vea todo el país. La pista del Cantando es fascinante, es como una nave espacial. Marcelo Tinelli tuvo la generosidad de dejarme brillar a mí, porque tiene esa cosa en el esternón de sentir el público, por eso digo que es mi maestro además de un amigo. Es un fenómeno maravilloso porque ahí adentro están el rating, marcar los tiempos, la previa, el arte, el show, hay tantas cosas que editar en la cabeza y que tener en mente cuando estás en ese piso, que es demasiado difícil de explicar. En ese sentido también es importante no creérsela: hoy mido, pero también soy consciente de que si mañana no mido, pasarán a otra cosa. No creo en el éxito ni en la fama. Sí pienso que estoy en un gran momento porque estoy disfrutando de lo que hago.

–Moria te dice siempre “vos sos show”.

–Y lo que quiere decir con eso es que lo entiendo. Dice que soy show y creo que es franca, y nadie lo entiende mejor que ella que siendo un ícono y siendo vanguardia siempre supo dar un nuevo batacazo final.

Salvada por el jurado en la pista del Cantando, donde genera picos de rating con cada presentación.
Es importante no creérsela: hoy mido, pero también soy consciente de que si mañana no mido, pasarán a otra cosa. No creo en el éxito ni en la fama.

–Nacha Guevara te habló el otro día de la locura. Te dijo que te amaba porque estás loca y ella adora a los locos, y vos te lo tomaste muy bien.

–Me lo dijo de una manera fascinante. Me parece que más que de la locura ella estaba hablando de la libertad. Ser libre y verdadero es algo que no te perdonan, entonces eso lo transforman en la palabra locura. Yo no me hago cargo de eso, pero sí me hago cargo de lo que me dijo Nacha como un elogio, porque me lo dijo con un gran respeto. Nacha dijo “yo adoro a los locos”, y yo creo que en el arte si no hay locura, por supuesto no hay arte. Mahler compone su máxima sinfonía cuando deja a su familia perfecta y se entrega a la oscuridad. En el arte no queda otra que entregarse a la locura, o al dolor o al sufrimiento, pero de a poquito cuando uno va teniendo oficio aprende a separar cada vez más.

–Hablaste alguna vez de una historia de locura familiar.

–Mi abuela se tiró de un sexto piso y sobrevivió doce años en cama. Y le pedía a mi madre que la matara. Yo era chiquita y la acompañaba y mamá pensaba que yo no escuchaba, pero yo la escuchaba gritar “basta” mientras me quedaba en la cocina mirando Amo y Señor y las novelas del mediodía. Mamá es muy fuerte, nunca me hizo sentir el dolor que sintió por el suicidio de su madre, pero cuando hice a Ofelia en Hamlet me di cuenta de que había sufrido mucho la culpa de verla pasar por eso. Soy una persona muy psicoanalizada y ni el psicoanálisis me despertó eso.

Ser libre y verdadero es algo que no te perdonan, entonces eso lo transforman en la palabra locura.

–¿Hacés terapia ahora?

–Sí. Me han dado de alta porque hice como veinte años. Hice lacaniana, tres veces por semana, freudiana... Voy al psiquiatra también, claramente, mi psiquiatra es mi psicólogo; pero no soy psiquiátrica. Un paciente psiquiátrico está internado. Una persona que toma medicación va al psiquiatra, es muy distinto. Yo creo que el teatro y el arte salvan, porque son reveladores. A veces el arte revela las verdades que salen mientras le estamos poniendo el cuerpo y el alma a los personajes y nos transforman, y nos hace curarnos de esos dolores que ni el psicoanálisis nos hace ver.

–¿Cómo es pasar por toda esta exposición elegida en medio del duelo por la muerte de tu padre y de una batalla con tus hermanos mayores (Bartolomé, Dolores y Rosario) por la sucesión?

–Estoy distanciada de mis hermanos y con una decisión tomada de que las cosas sigan así, como están hace tiempo: desde que me separé y no me trajeron ni un vaso de agua. A diferencia de cuando ellos se separaron, que yo los recibí en mi casa a vivir y tanto más. No es un reproche, yo perdono y suelto, pero no quiero más sentir que me pueden hacer daño. Aprendí a dividir.

–¿Cómo te llevás con todo eso cuando cada cosa que hacés es parte de un reality y los programas de la tarde se hacen una fiesta hablando de si te van a hacer una pericia psiquiátrica?

–Quiero decirle a todo el mundo que todo lo que dicen es mentira. Fue falso que tuve una ambulancia en la puerta de mi casa, y le estoy haciendo juicio a mi obra social. El jefe de gobierno porteño aceptó que fue un error que dijeran que yo había dado Covid positivo porque había un documento parecido al mío. Si eso fue mentira, ¡imaginate el resto! Hago mucha dieta mediática, que es algo que siempre dice Moria. A veces hago cuerpo a tierra y miro, pero, en general, dejo pasar. La verdad es que mis hermanos nunca me pidieron pericias psiquiátricas, pero operaron por atrás diciendo que lo iban a hacer, como manotazo de ahogado. Cuando me llegó esa noticia les mandé una carta documento para que lo ratificaran o rectificaran y contestaron que jamás lo habían dicho. Si lo hubieran hecho, no habría tenido ningún problema porque de loca no tengo nada en el sentido fáctico, pero me habría parecido una crueldad enorme y los habría denunciado por daños y perjuicios, porque soy una persona pública. Por suerte no lo hicieron, pero no es chiste que anden jugando con eso. Habla de una falta de ética muy grande y también de una falta de corazón de parte de ellos.

No es chiste que mis hermanos anden jugando con hacerme pericias psiquiátricas. Habla de una falta de ética muy grande y también de una falta de corazón de parte de ellos.

–¿Te duele? A veces parece que tenés la piel muy curtida y que todo te resbala, que podés exponerte a cualquier cosa que se diga de vos, ¿en ningún momento decís “basta”?

–Quizás es lo único que me hubiera dolido, pero ya nada me duele de ellos. Con lo de las pericias dije basta. El día que les mandé la carta documento a mis hermanos y dije “¿Cómo? ¿están jugando por atrás diciendo que me van a hacer esto?”. Si yo les mandara a hacer pericias a ellos, no sé qué pasaría, pero yo jamás haría eso. Yo voy por la verdad, por lo que me corresponde. Si mi papá cometió errores –así como hizo muchas cosas bien–, bueno, hay que ordenar las cosas. Yo quise ir de la mano de ellos y ellos no quisieron, fueron por atrás para quedarse con lo que es mío. Y sí, me dolió mucho. Cuando papá se fue sentí una gran orfandad: él era el que me defendía. Como yo soy tanto más chica que ellos, desde que nací fue duro para mis hermanos. Los puedo comprender, pero no que no hayan resuelto ese tema después de los quince años, ¡ya están grandes para seguir teniéndome rencor sólo por haber nacido! Yo con mi hermanito más chico, Santos (hijo de la relación de Bartolomé Mitre y Nequi Galotti), sin embargo, no repetí la historia: es hermoso y le di todo el amor que pude. Ojo, no me quejo, hay cosas mucho más duras. Y a mí todo esto me hizo más fuerte. Pero a veces siento mucha soledad.

–¿Y en quiénes te apoyás?

–En mis amigos. Yo no creo en los mandatos familiares. Yo le dije un día a papá: “Yo no decidí tener mil hijos”. Yo tengo amigos que son mi familia elegida, una pareja. No creo en los mandatos de ningún tipo, tampoco en los familiares.

"Me veo haciéndome cargo del legado de mi padre. Yo no estoy enferma, ni cansada, ni tampoco necesito un puesto, pero sí quiero asumir la responsabilidad que me corresponde: me interesa que el diario tome un rumbo que perdió", asegura.

–¿Volviste a tener una pareja importante después de Lopérfido?

–Sí, estoy en pareja hace dos años, bien, muy contenta. Él trabaja en el campo y es fotógrafo y bird-watcher. Y es muy inteligente, artista, me hizo mucho bien. Me enganché con él al año de separarme de Darío. Para mí fue difícil esa separación aunque yo haya tomado la decisión: sufrí muchísimo y el duelo fue fuerte. Porque no soy una persona que niegue lo que me pasa, quizá Darío es más negador en ese sentido (y perdón Darío que lo cuente). Me hago cargo del gran dolor que me costó tomar esa decisión porque fuimos una pareja maravillosa y estoy orgullosísima de que él sea mi ex marido. Todavía es doloroso saber que esa pareja tan distinta, con una lealtad enorme, se terminó, porque para mí fue quedarme de un día para el otro sin mi familia. Mi familia era él. Yo me separé en marzo y a los dos años, en marzo, murió mi padre, así que se me juntaron los duelos, dicen mis psicólogos. Porque los duelos cuando no hay negación duran dos años. Y para mí estos dos años fueron duros: me tocó acostumbrarme a vivir sola, a vivir de mí porque con Darío éramos equipo, tuve que aprender que me iba a mantener sola, quizá eso me llevó a buscar ser popular, algo como de mujer aguerrida que se hace de abajo…

–Es difícil de entender para la gente que vos digas “me hice de abajo”.

–¡Me recontra hice de abajo! En lo mediático sí, porque yo no soy hija de Mirtha Legrand ni de un productor, todo lo contrario, mi papá no entendía nada de televisión, ni era el camino que esperaban que yo siguiera. La Nación no es un multimedio.

En lo mediático me hice de abajo, no soy hija de Mirtha Legrand ni de un productor de televisión.

–¿Te ves participando del diario?

–Me veo haciéndome cargo del legado de mi padre. Yo no estoy enferma, ni cansada, ni tampoco necesito un puesto, pero sí quiero asumir la responsabilidad que me corresponde, por la cantidad de acciones que tenemos. Papá no podía más, pero yo sí. Me interesa que el diario tome un rumbo que perdió. No es tan complejo reorganizarlo y me parece que yo lo transformaría en algo más moderno.

–¿No pensás que alguien puede causarle gracia que digas estas cosas?, ¿hay un lugar en el que te reís de vos misma?

–Todo el tiempo, por supuesto, en la vida. Por ende, en lo que ven de mí en el cine, en el teatro y en la televisión, también está eso. Obviamente hago show, sí, exagero, la verdad es que soy una showman. Tinelli sacó de mí algo que estaba truncado que es la comedia, me permitió sacar a la luz mi lado de humor.

"Soy una persona muy psicoanalizada. Voy al psiquiatra también, pero no soy psiquiátrica".
Todo el tiempo me río de mí misma. Obviamente hago show, exagero; la verdad es que soy una showman.

–¿Hay una Esmeralda distinta de la que vemos en cámara?

–Sí, claro, pero también esa Esmeralda que ven es la que soy. Yo creo que en el arte la clave es la extensión de uno mismo. En el canto se llama el speech level singing, la continuación de la voz hablada, en el teatro es lo mismo, desde ahí uno puede quebrar y romper, pero primero hay que ser uno mismo. ¿La pregunta era si hay otra Esmeralda? Bueno, esa que ven son miles de Esmeraldas. Y me hago cargo. La vida es más difícil haciéndose cargo de diferentes aristas, pero soy así. No me queda otra.

Fotos: Maximiliano Luna

Producción: Adrián Llamosas

Agradecimientos: Joyas Romina Albizu - Ay not Dead - Panni Margot - Emilse Benítez - Euge Clavero - Zapatos Luciano Marra y Sabah.

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