
Pequeño, redondo y de un azul intenso, el arándano ha conquistado mercados y mesas en todo el mundo. Cada año, Argentina produce cerca de 12,5 millones de kilos de esta fruta, de los cuales más de 6 millones se destinan a exportación, con Europa y América del Norte como principales destinos. Su dulzura inconfundible, combinada con un perfil nutricional envidiable, lo convierte en un protagonista indiscutido de la fruticultura global.
Pero en un mercado tan competitivo, ¿cómo mejorar la calidad y el rendimiento de esta fruta tan codiciada? La respuesta parece estar en los biorreguladores, unas sustancias que prometen transformar la producción de arándanos.
Innovación frente a la competencia global
La historia del arándano argentino es un relato de adaptación constante, donde la innovación tecnológica y la sostenibilidad han marcado el rumbo. Todo comenzó en la década de 1990, cuando en Zárate, Buenos Aires, se introdujeron materiales genéticos con un objetivo ambicioso: posicionar a Argentina como un proveedor clave para el hemisferio norte. Lo que empezó como un proyecto incipiente rápidamente evolucionó, empujando al sector a enfrentar desafíos significativos, como la competencia de Perú en 2015, cuyo ingreso masivo al mercado global sacudió los precios y forzó una reconfiguración de la logística.

Lejos de retroceder, Argentina encontró en la sostenibilidad su valor diferencial. Apostó por la producción orgánica, un enfoque que no solo responde a las crecientes demandas de consumidores conscientes, sino que también sintoniza con las condiciones naturales del país.
Hoy, el 70 % de los arándanos argentinos son orgánicos, lo que no solo asegura su lugar en mercados exigentes como Europa, sino que también refuerza su reputación como un producto de calidad superior. Esta búsqueda de equilibrio entre tecnología y respeto por el medio ambiente posiciona al arándano argentino como un símbolo de resiliencia e innovación.
El desafío de mantener la competitividad
La provincia de Entre Ríos, con su estratégica cosecha temprana que arranca en julio, lidera la producción nacional. Pero mantenerse en los exigentes mercados internacionales requiere algo más que una buena ubicación. “La calidad es la clave. Tamaño, sabor y valor nutricional son aspectos que definen el éxito de nuestro arándano en el mundo”, afirma Fernanda Rivadeneira, especialista del INTA Concordia.
Ante esta realidad, un equipo de investigadores trabaja para implementar tecnologías que optimicen la producción. Entre estas innovaciones, los biorreguladores se destacan como la gran promesa. “Son compuestos capaces de imitar o modificar hormonas vegetales, influyendo en el crecimiento, el peso y la maduración del fruto”, explica Rivadeneira.
Un aliado inesperado en el campo
Aunque no son esenciales para la vida de las plantas, los biorreguladores pueden marcar una diferencia significativa. En los ensayos realizados por el INTA, se estudian compuestos como etileno, citoquininas y auxinas, tanto los generados naturalmente por las plantas como los aplicados de forma externa. “Nuestro objetivo es entender cómo estas sustancias afectan características críticas como la firmeza, el tamaño y los niveles de nutrientes en las variedades Snowchaser y Emerald”, detalla Rivadeneira.
Las primeras pruebas arrojan resultados prometedores. Se ha observado que estas sustancias modifican los niveles de azúcares, ácidos orgánicos y aminoácidos, elementos que determinan el sabor y la calidad final del fruto. Además, los biorreguladores parecen tener el potencial de ajustar los tiempos de maduración, una ventaja clave para la exportación y el almacenamiento.
¿El futuro del arándano argentino?
El arándano ya no es solo un producto estrella en términos comerciales; ahora también es un terreno fértil para la innovación tecnológica. El uso de biorreguladores no solo apunta a mejorar el tamaño y la calidad de la fruta, sino también a ofrecer soluciones sostenibles para la industria.
Este pequeño gigante azul, que ya conquistó mercados, se prepara para una nueva etapa. Con herramientas científicas de vanguardia y un enfoque responsable, el arándano argentino está más cerca de consolidarse como un símbolo de calidad y progreso en el mercado global. ¿Será esta la llave para garantizar su reinado en el futuro? Todo indica que sí.
Fuente: Inta
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