La innovación tecnológica sigue transformando la agricultura, y las fertilizadoras incorporadas se posicionan como una herramienta fundamental para optimizar el uso de recursos en el campo. Según un estudio reciente del INTA, estas máquinas no solo incrementan la eficiencia en la fertilización, sino que también reducen drásticamente las pérdidas de nutrientes, un desafío constante en los sistemas productivos actuales.
El enemigo invisible: pérdidas de nutrientes
El nitrógeno, uno de los pilares de la nutrición vegetal, suele enfrentarse a tres grandes amenazas: volatilización, lixiviación y escurrimiento superficial. Estas pérdidas no solo significan un impacto ambiental, sino también un golpe económico para los productores. De hecho, hasta el 50 % del nitrógeno aplicado puede desaparecer antes de ser aprovechado por los cultivos.
Aquí es donde las fertilizadoras incorporadas entran en acción. Su capacidad para enterrar los fertilizantes directamente en el suelo no solo minimiza la volatilización entre un 40 y un 60 %, sino que también asegura que los nutrientes permanezcan cerca de las raíces, mejorando su absorción y reduciendo las pérdidas.
Ahorros que se traducen en eficiencia
El impacto económico de esta tecnología es evidente. En cultivos como maíz o trigo, donde se aplican en promedio 120 kilogramos de nitrógeno por hectárea, las pérdidas por volatilización pueden representar entre 48 y 72 dólares por hectárea. Con las fertilizadoras incorporadas, ese costo se reduce significativamente, generando ahorros de hasta 43 dólares por hectárea, según los cálculos del investigador Hernán Ferrari, del grupo de Mecanización Agrícola del INTA.
Además, en suelos propensos a la lixiviación o durante eventos de lluvia, esta tecnología contribuye a mitigar el escurrimiento superficial, que puede alcanzar hasta un 15 % de los fertilizantes aplicados. Este nivel de eficiencia no solo beneficia el bolsillo del productor, sino también el medio ambiente, al minimizar el impacto de los fertilizantes en el agua y los ecosistemas.
Más allá de la fertilización: ventajas operativas
Pero las fertilizadoras incorporadas no solo destacan por su aporte al manejo de nutrientes. También transforman la dinámica operativa en el campo. Tradicionalmente, la sembradora debía detenerse con frecuencia para recargar tanto semillas como fertilizantes. Sin embargo, con una fertilizadora independiente, estas paradas se reducen en un 15-20 %, optimizando el tiempo y mejorando la productividad general.
Ferrari señala que cada interrupción para recargar fertilizantes puede llevar entre 30 y 40 minutos, sumando hasta tres horas de inactividad diaria en algunos casos. Liberar a la sembradora de esta tarea no solo mejora la eficiencia del proceso de siembra, sino que también permite a los productores aprovechar mejor las ventanas de trabajo en el campo.
Hacia un modelo más sustentable
A nivel global, la eficiencia en el uso del nitrógeno es preocupantemente baja, con un promedio del 50 % según la FAO. Esto implica que la mitad de los fertilizantes aplicados se pierde. Sin embargo, las fertilizadoras incorporadas tienen el potencial de elevar esta eficiencia hasta un 80 %, especialmente en suelos con alta lixiviación.
En un contexto donde la sostenibilidad es cada vez más relevante, estas máquinas representan una apuesta estratégica para la agricultura moderna. Reducen costos, optimizan recursos y minimizan el impacto ambiental, ofreciendo una solución integral para los desafíos actuales del sector.
Con tecnología que mira al futuro y un enfoque en la eficiencia, las fertilizadoras incorporadas son mucho más que una herramienta; son una inversión en un modelo agrícola más rentable y responsable.
Fuente: Inta